lunes, septiembre 25, 2006

El crimen arquitectónico de la Ley 28/05

Francamente, el texto de la Ley 28/05 es muy “original”. Lo de rizar el rizo con eso de los compartimentos estancos para fumadores en los locales hosteleros, es un elemento más en el suma y sigue del montante de disparates a los que tratan de acostumbrarnos los políticos.

Obviaré las razones que se me ocurren por las que la puesta en práctica de la división arquitectónica pueda conculcar la Ley de Prevención de Riesgos Laborales o deslucir las medidas de seguridad que deben ofrecer las macrodiscotecas, pero sí me gustaría insistir en lo absurdo que es en términos arquitectónicos, no sólo por razones de habitabilidad, moda y buen gusto; sino también por razones de tipo psicológico y social.

Es un hecho que cuando buscamos una vivienda o un local, queremos que éste sea espacioso y luminoso; a no ser que suframos de agorafobia. Son las casas con estancias amplias e iluminadas las que la mayoría preferimos como vivienda, al menos así lo leemos en las últimas revistas de arquitectura, bricolaje o decoración.

Si es para montar un negocio, puede ser que no apreciemos en absoluto que nuestra discoteca tenga unas enormes ventanas orientadas al Sur, pero si nos conviene que sea espaciosa y con pocos obstáculos arquitectónicos en lo que deba ser las pista de baile y las zonas de barra. Entonces, ¿para qué levantar tabiques dónde, por el contrario, desearíamos deshacernos de ese maldito pilar o muro de carga?.

Definitivamente, es lógico que los hosteleros se nieguen a construir compartimentos estancos como si sus locales fueran submarinos, mientras tienen que lidiar con la competencia desleal; competencia que el mismo gobierno ha legalizado al permitir fumar sin más en determinados locales, de acuerdo a variables que nadie pudo predecir –locales de menos de 100 metros cuadrados-. Es absurdo levantar obstáculos donde no los había, crear problemas de ventilación donde no los había, cuellos de botella en los accesos que antes no hacía falta que existiesen, barreras arquitectónicas que, en resumidas cuentas, agobian a la vista y estorban. Resumiendo, es un crimen arquitectónico. Todo ello, sin contar con que el pequeño empresario autónomo que creía ser afortunado por tener un local espacioso percibirá, en muchos casos, ese punto de la ley como algo entre el chantaje y la extorsión por parte del Estado, lógicamente.

Todo principalmente a causa de la baldía inversión que ello requiere. No se trata de un gasto suntuario o caprichoso, sino sólo inútil. A simple vista, resulta inexplicable el motivo por el que un gobierno se arriesga a actuar con tanta temeridad y falta de previsión. Pues es ingenuo pensar que el destino final de esos tabiques de separación no va a ser el depósito de escombros. Porque la ley ha de cambiar en poco tiempo, y la única manera de endurecerla, -o más bien dotarla de racionalidad como muchos dicen- es la prohibición general en lugares cerrados.

Teniendo en cuenta que, si alguien acomete este tipo de obras, lo hace con la esperanza de que éstas sean aprovechables durante toda la vida útil del local, se plantean varias cuestiones.

La primera de ellas es el verdadero propósito de tan estrafalario chantaje a los hosteleros, por culpa de la competencia desleal a la que da pie la Ley. Es posible pensar que el gobierno ansiaba el mayor número posible de obras. De esta manera contentaba a la Industria Tabacalera y aseguraba la perpetuidad en el tiempo de las zonas habilitadas para fumadores. Ello sucedería porque una vez hechas las obras, aunque la Ley se endureciese, estas separaciones conservarían su destino como zonas habilitadas para fumadores, posiblemente en virtud del carácter irretroactivo de las disposiciones no favorables, -para los hosteleros y la Industria Tabacalera en este caso-, o una asimilación legal semejante. Pero claro, el mantenimiento de estos fumaderos sólo tiene sentido si el 30% de la población sigue fumando, lo cual demuestra la terrible falta de previsión del gobierno, o pesimismo si piensa que jamás podrá disminuir la proporción de fumadores en este país.

Otra cuestión son los conflictos que origina la separación de estancias entre los fumadores y los no-fumadores pertenecientes a un mismo grupo. Hoy por hoy, el código del fumador se impondrá y si fumadores y no-fumadores pertenecientes a un mismo grupo quieren permanecer juntos en un mismo local de ocio, el escogido será en muchos casos de fumadores. De esta manera, no se elimina el problema de la negociación imposible entre fumadores y no-fumadores ¿o a caso se intentaba que fumadores y no-fumadores formasen grupos sociales separados y definidos sin interacción entre ellos?. Con esto no se consigue proteger la salud de los que no fuman como se pretendía. Tampoco hace falta recordar que los niños no tienen ni voz ni voto frente a sus padres fumadores, padres que entran con sus retoños en los pequeños bares de fumadores sin necesidad de ruborizarse.

En la actualidad, es imposible encontrar soluciones salomónicas al conflicto; no sólo porque los fumadores no quieran o no puedan, sino también porque el diseño legal de la situación no lo facilita. Naturalmente, habría sido más sencillo calcar la legislación italiana y nos habríamos ahorrado gran parte de este incesante dime y te diré entre los hosteleros, el gobierno, los fumadores y los no-fumadores, amen de ladrillos y escombro.

Ni que decir tiene que la única que sale beneficiada de tan extravagante ley, creando confusión y división entre el resto de partes negociadoras –y a la vez adversarias por naturaleza-, no es otra que la Industria Tabacalera.

3 comentarios:

Guti dijo...

En este caso, no estoy muy de acuerdo contigo.

Creo que esta ley no resulta de falta de previsión del Parlamento, que no es tan tonto como parece, sino que tenemos la ley que nos merecemos (los españoles, digo).

Aunque es sólo teoría sin ninguna base, la mía es la siguiente. Creo que el gobierno habría propuesto una ley como la italiana, pero el papanatismo que tenemos los españoles ante el tabaco llevó a muchos (hosteleros) a pensar que era poco menos que imposible conseguir educar a los fumadores para que hicieran sus necesidades en el sitio adecuado. Y creo que presionaron todo lo que pudieron para que no se tocara su humo sagrado.

Sacar una ley que no alterara el estado de cosas en los restaurantes sería demasiado impresentable. Así que optaron por una solución de compromiso, que no es práctica, como bien dices: "Pues vale, pues en los locales grandes que se lo pueden permitir (?), sólo se podrá fumar en habitación aparte." En su fuero interno, supongo que la idea era: "Como casi nadie va a meterse en este berenjenal, los locales grandes serán de no fumadores, y tirarán por el resto." En Asturias, por ejemplo, la Federación de Empresarios ha presionado al gobierno para que mediante decreto autonómico prohiba fumar en todos los locales, una vez que no han conseguido (¡bravo!) que se dejara la hostelería como estaba, patrimonio de los fumecos.

Total, que es verdad que los hosteleros tienen una papeleta, pero estoy convencido de que se la han buscado ellos, y el gobierno ha cedido miserablemente, pero con la idea de que cuando prueben su propia medicina estarán por la labor de aceptar el sentido común, aunque haya sido en dos fases.

Otro punto: cuando planteas la separación de fumadores y no fumadores como clases sociales, creo que no reflejas adecuadamente el hecho de que un fumador puede estar perfectamente con no fumadores sin dejar de ser fumador (sólo tiene que posponer su actividad o salir fuera), y no al revés. Lo que pasa es que hay que empujarlos para que lo sepan. Esta ley empuja muy poquito, pero empuja.

A ver si llega la buena... porque esta situación es, de por sí, inestable. Quiero pensar que el Gobierno ha jugado esa baza.

Iracundo dijo...

En cuanto a las intenciones del gobierno, ambas hipótesis entran dentro de lo posible, solo que la mia es muy mal pensada, por supuesto.

No planteo a los no fumadores como una clase social. Simplemente ironizo insinuando que la separación física de estancias destinadas a unos y otros, invita a la puesta en evidencia de actitudes confrontadas entre un colectivo -si así ha de llamarse- y otro. Es decir, mantiene el conflicto entre fumadores y no fumadores por cuanto los fumadores están más motivados a la hora de influir en la decisión de los no-fumadores para imponer su criterio. Ya que el código del fumador, en igualdad de condiciones, en la actualidad es el dominante. En otras palabras, la mejor manera de defender al no-fumador sin tener que enfrentarlo con el fumador es la restricción homogénea para cualquier local cerrado. Así se impide la imposición del código de conducta dominante -el del fumador- dentro del grupo que, de otra manera, escogería una estancia con humos a pesar de su heterogeneidad en cuanto a estilos de vida y hábitos -no todos son fumadores, claro-.

KOSTOBLOGOF dijo...

En los documentos internos de la industria tabaquera (disponibles en www.tobaccoscam.org) puede leerse:

“Los programas de “adaptación” sirven como enlace entre nosotros y la industria hostelera. Nuestra capacidad para interactuar de forma efectiva con el sector de la hostelería es crítica para nuestro objetivo final, que es mantener la capacidad de nuestros clientes para disfrutar de nuestros productos (los cigarrillos) en lugares públicos como bares, restaurantes, hoteles y grandes almacenes. Estas relaciones son todavía más importantes si las Leyes reguladoras continúan aumentando...” (Documentos internos de Phillip Morris).

Yo creo que se ha dejado fuera de la ley a los locales de menos de cien metros cuadrados, simplemente porque son el 90% de los locales. Esto es, se ha buscado una fórmula para cambiar lo menos posible las cosas y dejar contenta a la industria tabaquera y a sus marionetas: los hosteleros. La misma razón va para el absurdo de no prohibir que entren los niños en los bares con humo. Si estuviera prohibido, por ley, que los niños entrasen en los locales de menos de cien metros cuadrados donde está permitido fumar, los adultos con niños a su cargo tendrían que optar por los locales sin humo cuando salen a tomar una cerveza a un bar o a cenar a un restaurante. Esto forzaría a más y más empresarios de hostelería a poner el cartel de “prohibido fumar” en la entrada de sus negocios.
Para mí está claro que, en estos dos puntos mencionados, los intereses de la industria tabaquera han sido preponderantes.