martes, enero 02, 2007

Una informacion frívola y superficial

Parece que estos días les resulta gracioso a los presentadores de los noticiarios televisivos hablar sobre datos y estadísticas referentes a la Ley Antitabaco. Ponen la misma cara de cachondeo que cuando comentan resultados deportivos al final del telediario, o cuando se cuentan anécdotas risibles, o cuando se cotillea la vida de algún famosillo. Parece como si estas noticias les sirvieran para ensayar la mímica y la expresión que deben exhibir el día de los inocentes, por si se les ocurre dar una noticia de pega.

Estamos en lo de siempre; en que el problema del tabaquismo no es algo serio y no tiene importancia. Por eso, lo propio es hablar de él aguantándose la carcajada pero sin ocultar la mueca de felicidad. Parece que es un problema –lo llamaremos así por necesidades del guión- que sólo concierne a los fumadores, quienes pueden reírse de ellos mismos cada vez que se autoengañan, se gastan bromas a sí mismos o se autoahuman con un pitillo. Ya se les dará una palmadita en la espalda y un pellizco en los mofletes a esos granujas. Ya se les celebrará el tener un vicio tan simpático que hace reír a tanta gente, como si el humo produjese cosquillas o fuera cosa de chiste.

En la radio, como ésta no sirve para calmar ánimos con imágenes hilarantes, habrá que aprovecharla para que los peces gordos hablen y politiqueen un poco. Así por ejemplo, creo haber oído esta mañana como derrochaban optimismo triunfalista el Secretario General de Sanidad y algún presidente de gremios de hostelería.

El Secretario venía a decir que un año de ley había sido mano de santo, que había conseguido que 700.000 españoles dejaran el vicio. Él mismo reconocía que la “percepción” de la gente era que el fumador seguía fumando más o menos igual; pero recalcaba que los datos de sus encuestas oficiales eran “objetivos”. Algo bastante extraño si me pongo a contar a pie de calle el número de fumadores y confío en que no estay loco y veo visiones.

El presidente del gremio le seguía la corriente y no tenía más remedio que alegrarse por los supuestos logros de la ley. También confiaba en que cada vez, o cada año, o cada década, -no recuerdo que palabra usó- fuesen más los locales libres de humo. También aprovechó para recordarnos su ímpetu filantrópico al decir que lo importante era reducir el número de fumadores, porque en realidad daba igual que esas personas fumaran dentro o fuera si seguían con su costumbre de perjudicarse a sí mismas.

También, en ese mismo programa, pudimos escuchar algunas entrevistas a ciudadanos en diferido aparentemente seleccionadas al azar. Unos decían que la ley les parecía bien, que es bueno que no se fume tanto y en todas partes, otros que era una cuestión de educación y que los fumadores se lo tenían merecido por fumar donde no se debía. También estaban los típicos victimistas que hubieran querido que se les viera la cara de cordero degollado: que si la ley los perseguía, que si era excesivo, que no se pensó en el fumador cuando se redactó etc.

Ni la televisión, ni la radio, ni la prensa dicen verdades o cosas interesantes. Además dedican demasiados esfuerzos a ocultar o restarle importancia a la existencia del fumador pasivo. También consiguen olvidar el hecho de que el humo de tabaco es, además de muchas otras cosas, una molestia intolerable. Quizás sea que, al hablar de esas molestias, se daría lugar a la descripción de detalles demasiado escatológicos y no quieren darnos asco.

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