
Al principio, la anterior Ministra de Sanidad no era del gusto de mucha gente. No porque se atreviese a dar impulso a una ley con el cliché de polémica que además ni siquiera fue invención –digo invención y no mérito- de este gobierno; sino porque prometía hacerla cumplir. Poco después pudimos ver que era incapaz de llevar a cabo su cometido y sus detractores se preocuparon de marcarla de por vida con el estigma de la discriminación y la intolerancia, en un singular ejercicio de manipulación mediática. Todo ello perpetrado por tabaqueras y oposición con particular saña.
Nunca llueve a gusto de todos y en este caso no llovió a gusto de nadie. Para los amantes del club más tolerante de toda España y otros detractores, la ley era excesiva. Para los no-fumadores, deficiente. España no pudo disimular de ninguna manera el fracaso de la ley en el sector hostelero, la cara más visible ante el visitante foráneo. Ahora, Zapatero, como fumador al que de todas formas nunca le pareció bien todo esto de hacerle un feo al pitillo, ha terminado quitándose un problema de encima. Ha tenido que echar a una ministra que tuvo su momento de gloria durante las postrimerías del vigor de la Ley 28/05, hasta Enero o Febrero de 2006; pero no más allá.
Progresivamente, la popularidad de la Ministra Elena Salgado fue disminuyendo conforme se iba fraguando el fracaso de la aplicación de la Ley en el sector hostelero. Ahora, en su nuevo puesto en el M.A.P, podrá seguir ejerciendo su labor antitabaco sin tanta polémica y repercusión mediática, de puertas hacia adentro. Ya era como un herido en aguas infestadas de tiburones y había que sacarla de allí. En definitiva, no se ha expulsado a una ministra de su cartera sino al desafortunado símbolo de la política antitabaco.
Así pues, el gobierno ha encontrado un posible remedio a algunas de sus desdichas con este intento de purga. La cuestión es llevar a cabo una política más populista, aún si cabe, con este cambio de cara que, necesariamente, será siempre más amable que la de la repudiada ministra. Este nuevo titular no hará mención al peliagudo asunto del tabaco. Don Tabaco es tan intocable como antaño porque, en lo que a réditos electorales se refiere, es ingrato; es garantía de fracaso electoral frente a opositores populistas y otros actores tan tenaces y poderosos.
Bernat Soria sólo tiene una forma de complacer a los no-fumadores, al ciudadano y al consumidor: abogando por la regulación férrea del consumo, la venta y la publicidad del tabaco hasta que los intereses tabaqueros lo expulsen. Para dimitir ya es tarde porque ha aceptado el cargo. Ahora intentan trasladar el centro de atención a otras supuestas cuentas pendientes de la sanidad pública, como lo del rollo de las células madre, cuya aprobación está sujeta a un trámite reglado casi ausente de polémica y no va a generar conflictos de intereses, comparativamente hablando.
La lucha contra la lacra es el centro de cualquier política sanitaria. Los demás son temas sino superfluos, sí de interés minoritario, para despistar la atención, en consecuencia con estrategias electoralistas conservadoras.
Entretanto, con Bernat Soria como nuevo ministro, los actores pro-tabaqueros de este país entonan su gaudeamus igitur, mientras los no-fumadores lo hacemos con nuestro requiem por el fin de la lucha antitabaco. Nuestro suplicio va a durar al menos hasta el fin de la legislatura. La tregua promete continuar más allá en el tiempo, mucho nos tememos.