domingo, febrero 08, 2009

Predicando

Últimamente he tenido la oportunidad dialogar sobre el tabaco,(más bien predicar) con un tipo de sujeto interesante para el caso.

Un médico de la Seguridad Social

Le hablé de lo horrible que era subir a las plantas superiores del Hospital Torrecárdenas por las escaleras, pues en horas punta te encuentras grupúsculos de gente fumando en el rellano de cada tramo de escalera. Una corriente de aire que ventila todo el edificio pasa por esas escaleras, situadas en el extremo del ala oeste. Por ahí el aire que entra desde la puerta principal del bajo, (ya contaminado por los fumadores que se agolpan en las inmediaciones), asciende por las escaleras con una especie de efecto de tiro de chimenea y se va repartiendo por todas las habitaciones de convalecientes a través de los pasillos de cada planta, que hacen de perfectos ramales de distribución. Se huele, aunque la gente diga que no.

A demanda, si te quejas lo suficiente, puede que suba el guarda de Securitas si no está solo para poner un poco de orden, pero lo normal es que esté más interesado por asegurarse de que la gente entra con el pase de visitante o acompañante de enfermo en regla.

Buscándole las cosquillas de dije que, usando carteles persuasivos y algo de tecnología se acababa con los perezosos fumadores que no quieren bajar hasta la entrada para satisfacer su vicio. Porque la señal de prohibido fumar, a diferencia de la que existe en la entrada es muy pequeña, como tímida, y hace falta una lupa para poder verla. Si en la señal de la entrada se lee “Prohibido fumar en todo este centro sanitario”. En los rellanos de las escaleras habría que colocar otra bien visible que dijese “¿QUÉ PALABRA NO ENTIENDE USTED DE ‘PROHIBIDO FUMAR EN TODO ESTE CENTRO SANITARIO’?”. Eso, acompañado de un detector de humo con una vistosa luz piloto roja que llamase por radiofrecuencia a un chivato en el puesto del guarda de seguridad, si ha alguien, a pesar de eso decide echarse un cigarro, facilitaría el velar por un “Hospital libre de humos” antes que todos esos infantiles carteles con sonrisas de comecocos repartidos por el edificio.

Eso, que en Canadá es algo que se lleva a efecto, a él le parece excesivo. Comienza a ver dificultades técnicas donde no las hay, prosigue con que de todas maneras el que se empeñe en fumar va a fumar y termina con que lo “operativo” es deshabituar a los enfermos de tabaquismo. Por supuesto, lo del tabaquismo pasivo es algo anecdótico para él. Claro, aunque cierto es que no fuma, ni le da asco el humo, ni cree que sea tan perjudicial y, fuera del punto de vista médico, no sabe por qué la gente fuma.

Pero ni siquiera desde el punto de vista médico,(su área), intuye la naturaleza de los mecanismos que obligan a una persona a fumar, para satisfacer su síndrome de abstinencia. Sólo sabe de adicciones y de maneras de “controlarlas”. Ya vemos la ambición médica que, dando por sentado que es una enfermedad crónica del individuo, se conforma con el “control” y quizá con la “prevención”. Le quería hacer ver que la cura del tabaquismo no es cosa de los médicos.

Entonces le expliqué cómo el tabaquismo no es una enfermedad natural, ni es correcto definir a la muerte por una enfermedad relacionada con el tabaco como natural, ¿qué virus, bacteria o característica idiopática determina que se sufra, de una manera biológica y estrictamente accidental, un trastorno respiratorio que obliga al paciente a inhalar humo? Esa es la enfermedad en sí. Las consecuencias tales como el cáncer de pulmón o EPOC son eso, consecuencias, otras enfermedades. De tal manera que es como si a un diagnosticado con el virus de SIDA, le curásemos su gripe recurrente, sus dermatosis, y le hiciésemos un relleno facial pero no le tratásemos el origen y causa de esos males, es decir, el virus en sí. En el caso del tabaquismo, el tratamiento ha de extenderse al Estado y la Industria Tabaquera.

También le hice que reflexionase sobre la predisposición a desarrollar adicción a un tabaco fumado. El perfecto estado de salud de una persona puede ser causa de proclividad a esa adicción. Es decir, es posible o probable, que aquellos a los que el tabaco nos sienta mal porque somos asmáticos, sufrimos con facilidad escozor de garganta y/o, la enzima que diluye las moléculas de nicotina (lo cual da lugar a la sensación final de placer) nuestro organismo la produzca de manera defectuosa; lo cual puede suponer la única inmunidad a la adicción al tabaco. Entonces, si un sujeto sano tiene más posibilidades de contraer la enfermedad del tabaquismo, será porque las explicaciones sobre la predisposición a ello escapan a la medicina. Las medidas de prevención –Ley- no son médicas. La cura tampoco.

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