jueves, enero 29, 2009

Días Extraños

Hace dos días que la Justicia ha intentado zanjar el polémico asunto que hostiga la implantación en las aulas de la asignatura de “Educación para la Ciudadanía”. Aunque no me he molestado en leer en profundidad sus contenidos, a nivel teórico, no la veo mal del todo. No es para tanto y, ni mucho menos, justifica ese revuelo ante algo que es sólo una dotación de forma concreta a la asignatura de “Etica y Moral” de antaño, de toda la vida. En realidad, esta asignatura que debe de parecerles a muchos detractores la Biblia de la Progresía, ni dice nada nuevo ni cumplirá con su fin educativo o formador, o como quieran llamarlo, bajo una Administración que, para empezar, no predica con el ejemplo.

La Iglesia, se queja de que es excesivamente laicista, pero en realidad no lo es per se. Sencillamente, la institución defiende el protagonismo de la asignatura de Religión. Por su parte, la oposición pone pegas porque tiene envidia al haber sido aprobada bajo el mandato de un gobierno socialista y, claro, hay que oponerse. Sin embargo, sus contenidos son más que consecuentes con una moral judeo-cristiana a la que todos veneran. Hay ciertos valores que, hoy por hoy, es imposible someterlos a revisión : “respeto, tolerancia, solidaridad, justicia, igualdad, ayuda mutua, cooperación y cultura de la paz”, al menos hasta que no pasen dos siglos y juzguemos con perspectiva qué ha pasado en los alrededores de la Segunda Guerra Mundial.

Volviendo a la cuestión, si los ciudadanos del futuro fuesen capaces de aplicar al pie de la letra lo que se dice en esa asignatura, algún que otro mal de nuestra sociedad, difícilmente podría tener lugar; entre ellos el Tabaquismo.

Pero por desgracia, no vivimos en un mundo tan fácil de modelar, en el que la juventud es tan receptiva a los sermones de los profesores como ellos quieren hacernos creer. Ni siquiera es suficiente con practicar con el ejemplo, o inculcando con cucharón de palo estos valores cívicos. Estando de por medio la intoxicación mediática de ciertos actores sociales –entre ellos los prebostes de la Industria Tabaquera-, que con su cultura del egoísmo convencen a la gente de que es mejor para uno mirar para otro lado, habría que poner en marcha algunas medidas de choque, previas a esta asignatura de modales.

Para que, a la salida del aula, esos grupos -o sea, los sindicalistas del vicio- no interfieran pervirtiendo la formación que la sociedad desea para nuestros hijos, habría que revisar temporalmente el significado del binomio respeto-tolerancia en su aplicación práctica y, quien sabe, si fomentar una “cultura de la persecución” a los intereses de la Industria Tabaquera. Eso para empezar. A partir de ahí, ya podríamos a hablar de salvar el mundo.

También me ha hecho reflexionar la absurda batalla intelectual entre ateos y creyentes, con esos letreros en el autobús. Tengo entendido que es todo un negocio confeccionar y colocar esos carteles pero no entiendo muy bien el fin que persiguen unos y otros; como tampoco se qué o quién está exactamente detrás de cada bando. Se sabe, pero no se entiende la motivación. En lugar de enzarzarse en debates pasados y triviales, ¿no sería más provechoso que en los carteles de esos autobuses se tocase el problema del tabaco? Eso sí que es un debate social interesante.

martes, enero 27, 2009

La boca pequeña del Club más Tolerante de toda España

Resulta que esta organización tabaquil, osa pronunciarse sobre las últimas hazañas protagonizadas por la OCU. El sindicato del vicio, que dice apoyar a más de diez millones de personas en España, ha hablado.

Su primera falacia manipuladora es la de llamar a sus seguidores "consumidores", de tabaco, efectivamente, pero consumidores. En tal caso, nos encontramos con una organización de consumidores que no defiende los derechos específicos de ciertos consumidores, qué curioso.

Siguiendo con el chantaje emocional, lo que la gente entendería como “fumadores”, ellos ahora lo llaman “personas que fuman”. Parece que de la noche a la mañana no se sienten orgullosos de su identidad. Eso sí que es gracioso, máxime cuando ellos son un club de “fumadores”. ¿Qué pasa? ¿Que ya les da vergüenza que los llamen así? Pues digámoslo más alto y despacio: F-U-M-A-D-O-R-E-S, aunque a mi no me parece un término adecuado tampoco, como tampoco lo es, por su intención –mala intención-, eso de “personas que fuman” en ese contexto.

Luego está su repetitiva y estúpida reivindicación: fumar en más sitios cerrados. Porque he de entender que eso de que “los que fuman tienen derecho a un espacio donde fumar” significa que les parecen pocos los espacios que tienen. O sea, pueden fumar en la sede de su club, en casi 500.000 km2 al aire libre por toda España y en tres cuartas partes de los locales de ocio pero, aun así, ¿no es suficiente?.

La clave de la extrañeza está aquí en que el Club no es de consumidores, ni de fumadores, ni de personas que fuman, ni de adictos a la nicotina, ni nada. Que se hagan pasar por consumidores es algo tan grotesco como lo sería si la Patronal se hiciese pasar por el Sindicato. Los sindicalistas del vicio no defienden a los consumidores de tabaco, sino a los vendedores de tabaco.

domingo, enero 25, 2009

El modelo sin nombre

No deja de sorprenderme lo difícil que es para los ciudadanos librarse del pestazo del humo de tabaco en los lugares públicos. Teniendo una conexión a Internet, para uno que lleve tiempo informado sobre lo que se dice sobre el tema, es muy fácil saber qué pasa en España con esto del tabaco. Yo ya lo sé desde hace tiempo. Lo que empezó como heurística, se ha terminado corroborando ante la realidad de los hechos: España es un país en el que se practica el tabaquismo de estado.

Alguno de mis lectores se ha quejado de lo exagerado que soy. Eso es porque no han leído suficiente sobre el tema; tema en el que, la realidad, sorprende. Eso es cierto. De todas formas, cada vez más gente, conoce o intuye la verdadera naturaleza de la Industria Tabaquera y su relación con el Estado Español. Por ello será sólo cuestión de tiempo que la respetable reputación de la Industria no exista. El saber qué es la Industria Tabaquera y cómo funciona no será ya un conocimiento restringido a unos pocos voluntariosos.

Otros, yendo más allá de la insinuación, me han transmitido su impresión sobre el objeto de la bitácora. Dicen que el movimiento propugnado desde esta página es un movimiento de persecución. He de responder que en eso llevan algo de razón y, al igual que cada vez más compañeros de batalla, yo abogo por la persecución de los beneficiarios, de la aún hoy sacrosanta actividad, hasta sus últimas consecuencias: el divorcio entre Estado e Industria Tabaquera y la reconversión final de ésta. Hay que aclarar que el colectivo fumador no es el perseguido ni tiene nada que ver en esto porque no existe, pues su mención por parte de la manipulación mediática responde una identidad artificial tras la que escudarse creada por aquellos intereses.

A los que son profanos en esta materia, o que insisten en aparentar orgullo al ser definidos por un hábito cuya mayoría de practicantes quiere abandonar, y que los demás despreciamos, me gustaría revelarles el giro inmediato que va a dar la lucha antitabaco en España.

Hasta ahora, la lucha antitabaco ha sido abanderada desde el aspecto sanitario, fundamentándose la protección del derecho del fumador pasivo en el daño que el humo de tabaco produce en su salud biológica. Desde la sociedad civil, la justificación médica de la lucha antitabaco, ha sido reconocida gracias al ímpetu de organizaciones como el CNPT.

Y es precisamente una organización de corte médico, SemFYC, la que premió a la OCU hace unas semanas, por su compromiso en la lucha antitabaco. Como segundo indicio en el tiempo, huelga destacar la reciente aparición de la OCU como parte demandante en la declaración de nulidad de pleno derecho del decreto de la Comunidad de Madrid, que desarrollaba la Ley 28/05.

Si anteriormente, a un fumador activo, El Setenciazo no le daba la razón, para así eximir al estado de cualquier responsabilidad en su tabacosis, ahora se han tratado los intereses de los fumadores pasivos. Entonces ha sido cuando ha cobrado protagonismo la importancia de la OCU en el proceso. Aquí, la justicia no se ha centrado en las estrictas consideraciones sanitarias como muchos preveían. Se ha tocado el problema donde más duele a los intereses de la Industria porque no se ha hablado demasiado sobre los candidatos a paciente de hospital, según el ritual al que los diferentes actores sociales nos tenían acostumbrados, sino sobre los derechos de los consumidores y usuarios.

Porque el problema ha pasado de ser estrictamente sanitario a ser una cuestión de derecho. Se ha testimoniado que el humo de tabaco perjudicaba a una mayoría de consumidores y sus intereses; porque el decreto empeoraba, sin posibilidad razonable de elección, la calidad de nuestro ocio.

Pero volvamos a meter otro dedo en la llaga hablando sobre las acepciones del término “tabaquismo” y por qué ya no puede pertenecer sólo al tecnolecto empleado en medicina.

El tabaquismo en España, vista la gestión tabaquera de los ministerios de Sanidad y Consumo y de Hacienda, junto con el uso electoralista del asunto, se ha instituido como una doctrina de organización política y económica. Si durante siglos la venta de tabaco estuvo íntimamente ligada a La Corona por medio de los derechos reales, -derechos arancelarios-, tras la privatización de Tabacalera, a efectos prácticos las cosas no han cambiado nada. Es más, en España la recaudación de impuestos sobre las labores del tabaco es concebida por los gestores de la Administración como uno de los pilares básicos a la hora de garantizar la estabilidad recaudatoria.

En un escenario así, es comprensible que la Administración no pretenda orientar su política a la erradicación del consumo, sino sólo al control o la regulación. Con “regulación” no me refiero al dictado de normas destinadas al consumo, la venta o la publicidad del tabaco, sino a su calibrado con fines recaudatorios hasta niveles compatibles con la política, social, económica y electoral de cada momento.

A fecha de hoy, el gobierno desoye las voces que aconsejan la puesta en práctica de una sólida política antitabaco. Ni las organizaciones médicas, ni las organizaciones de consumidores y usuarios son consideradas de acuerdo a su peso social.

¿Qué tiene de malo el Tabaquismo como modelo y por qué es enemigo del Liberalismo?

El Tabaquismo impone un modelo de conducta determinado entre los individuos, usando como instrumento el poder de la adicción. Si consideramos prejuiciosamente que el Comunismo Estalinista o el Nazismo usaban para ello la coerción, o el Judaísmo el engaño, el Tabaquismo se sirve de la manipulación química para orientar los hábitos y conductas de una parte indeterminada de la sociedad a un fin: la apropiación de sus ahorros mediante el consumo de un producto concreto con la regularidad propia de un suministro.

¿Y por qué el tabaquismo es malo para la economía española?

El consumo de tabaco siempre es una losa para la economía familiar pero también lo es para la economía global, merced a la perdida de rendimiento laboral en todos los frentes. Eso sin contar con el gasto social y sanitario extra –y no compensado-, que ocasiona. Además, per se, la protección que el Estado ofrece al mercado de ese producto, obliga al resto de actividades económicas sectoriales a desarrollarse en un marco acotado según los intereses de esa Industria-Estado. De esta manera, el estado español con su regulación decide estadísticamente qué parte del presupuesto de las familias ha de destinarse a la compra de tabaco, para así garantizar niveles ajustados a sus necesidades recaudatorias. No olvidemos su extraña inclusión en el cálculo del Índice de Precios al Consumo, ni tampoco la dudosamente favorable ratio exportación-consumo nacional.

El error intelectual de la política tabaquista viene dado porque no se tienen en cuenta las pérdidas globales en términos de economía social, las cuales se traducen en un daño neto a la economía. Así, es fácil de observar cómo el Tabaquismo contribuye a la obtención de un “encogido” producto interior bruto por este motivo dada, volvemos a repetir, la ineficiencia de un bien de consumo, que destruye salud y riqueza sin aportar nada a cambio para la sociedad. Por todo ello, es imposible no pensar que la legalidad del tabaco perjudica al resto de sectores que trabajan con mercancías útiles. Por tanto, es lógico entender que si se reducen drásticamente los niveles de consumo de tabaco, el dinero que ya no es acaparado por el gasto en ese producto específico se destine a la compra de más coches, de más casas, de más electrodomésticos, de alimentación de mejor calidad, de más ropa y calzado etc.

Al final, el dinero que en ese momento no estuviese yendo a parar a manos de la Industria Tabaquera, el libre mercado lo repartiría entre otros proveedores de bienes y servicios de manera que el Estado podría mantener el volumen de recaudación con un sencillo ejercicio de diversificación del gravamen y, si aún ello diese lugar una pérdida comparada en el volumen de lo recaudado, el nuevo orden mantendría su mayor rentabilidad a medio-largo plazo gracias al ahorro en gasto social y sanitario

jueves, enero 15, 2009

El síndrome de la bata blanca

Esta mañana he intentado entrevistarme sin éxito con el Director del Centro Hospitalario Torrecárdenas de Almería, básicamente con el objeto de devolverle a la institución algo que no es ni mío ni del familiar al que dieron de alta hace poco: una bata azul de paciente y una vía intravenosa. En fin, iba a quejarme por una serie de despistes médicos y administrativos y una mala praxis de empleados del servicio de ambulancia. Entonces, como estaba enfadado, he reparado más de la cuenta en lo del tabaco, tanto a la entrada como a la salida.

Tenía en mente, además, preguntarle al Señor Director qué tal va su unidad de tabaquismo, ya que se supone que los hospitales andaluces van a empezar a ofrecer atención médica especializada al que quiera dejarlo. No todo va a ser prohibir y prohibir, ¿verdad? En fin que me gustaría informarme de primera mano de cómo va el tema porque, como no fumo, no puedo comprobarlo personalmente, salvo que me haga pasar por un adicto de esos saturando, aún más si cabe, la Seguridad Social.

La entrada, ya fue sufrida, pues tuve que avanzar entre las columnas de humo de las líneas enemigas hasta alcanzar la primera puerta corredera y, después, aguantar la respiración para atravesar el espacio que queda hasta la segunda (en ese espacio se acumula bastante tufo).

Ya me parece poco estético y obsceno, tener que soportar en las puertas del hospital la visión de aquello que satura el sistema sanitario, pero lo que me escandaliza sobremanera es ver al personal sanitario, con sus batas de médico y de ATS haciendo juego con la ordinariez. Espero que no sean esos médicos los asignados para que ayuden al público a dejar de fumar.

Particularmente desagradable me resultó la desfachatez de un médico que llevaba hasta el estetoscopio colgando del pescuezo. Mientras yo salía tuvo la osadía de enseñarme su increíble capacidad pulmonar y su capacidad para aguantar la respiración, como si fuese campeón de apnea:

Apura el pitillo dando la más profunda de las últimas caladas que he visto; mientras retiene el humo en sus pulmones se despide de sus compañeros y cruza la primera corredera acristalada, la segunda…y, una vez dentro, diez segundos después expulsa todo el humo en una interminable expiración hasta que la bocanada termina llenando sus alrededores de esa niebla gris que se distingue al trasluz. Algo que podía haber hecho en la calle o en su casa, ¿no os parece?

martes, enero 13, 2009

Determinación

En 1998 el presidente de los Estados Unidos Bill Clinton fue juzgado mediáticamente por su conducta sexual (escándalo Lewinsky); por llevar a cabo determinadas prácticas en el ámbito de su intimidad, sin que éstas afectasen a terceros, en ellas mediase coerción de alguna manera, o afectasen a su labor como líder mundial. Aún así, fue sometido por el congreso al “Impeachment”. Es decir, un juicio político a raíz de una excusa estrictamente moral.

Ahora, los no-fumadores caemos en la cuenta de que hay un grueso de escritores, periodistas, artistas, políticos e intelectuales de los que valoramos su trabajo pero que, sin embargo, les reprochamos tímidamente el flaco favor que le hacen a la causa antitabaco valiéndose de su carta de presentación. Por supuesto, ni la sociedad ni la justicia van tan siquiera a lamentar su incapacidad para salir del error intelectual cuando se pronuncian sobre el tabaco, y ello pese a que no se trata sólo de una cuestión moral, sino de acciones que afectan a terceros. Entonces, para poner orden estamos nosotros; para evitar que les salga rentable o asegurarnos de que no les sale gratis decir tonterías y ordinarieces; para que se lo piensen mejor antes de comprometer su carrera profesional o su reputación por culpa del tabaco.

A veces hay que radicalizar posturas para contrarrestar la influencia del enemigo. Hemos de sacrificar paciencia y condescendencia para no caer en la frivolidad. Así de complicada es la lucha antitabaco porque en el mundo sólo hay dos bandos: los que venden tabaco y los demás, y sólo se puede estar del lado de uno de ellos. Estos que venden tabaco representan un enemigo tan duro y tenaz que es inevitable que nuestra confrontación implique daños colaterales.

Los medios desplegados por la Industria Tabaquera para extender su influencia son tan imponentes, invasivos y se hallan tan enquistados en nuestra sociedad que no podemos permitir que los defensores de los intereses o apólogos accidentales de la lacra se escuden tras su reputación social; tras la admiración que despiertan en las masas.

Escritores, periodistas, artistas, políticos e intelectuales hay muchos. La mayoría son igual o más admirables que los que juzgaremos pero además no defienden el tabaco, o al menos no se pronuncian en público sobre el asunto; hay muchos donde elegir. Debemos hacer un esfuerzo por cambiar en tal caso nuestras preferencias y dar la espalda a todo aquel que manifieste una actitud obstaculizadora en nuestra lucha contra los intereses de la Industria Tabaquera y, además, hacedlo saber para que sepa por qué debe guardar silencio antes de decir alguna frivolidad que ofenda al sentido común. Es vital poner en práctica este tipo de estrategias de aislamiento desde todos los frentes si queremos neutralizar los movimientos de la Industria. Es posible que nos resulte difícil a veces hablar con el más hipócrita de los desprecios sobre aquello que nos gusta leer, ver o escuchar, pero pensemos que quizá eso mejore el bienestar y la salud de generalidades de personas, e incluso salve vidas.

El militante antitabaco ha de exhibir su clara determinación en tales casos para transmitir la importancia de su causa aunque lo tachen de radical, mientras su situación de desamparo actual persista. Por mal que siente a muchos, la experiencia futura revelará que en el fondo siempre tuvo razones para tomárselo tan a pecho. El humo de tabaco mata; el reproche y el desprecio, sólo estimulan.

No tenemos dinero como ellos cuando propagan su doctrina manipuladora pero sí la voluntad y la razón de nuestra parte. El que, sin justificar su motivación, valiéndose de su profesión como instrumento beneficie directa o indirectamente los intereses de la Industria Tabaquera, ha de ser vituperado sin dilación por muy reconocida que sea su obra. No debemos sentir miedo, vergüenza o, ni mucho menos, piedad. Los siete enanitos no la tuvieron con cientos de millones de consumidores cuando declararon bajo juramento que el tabaco no era adictivo. Tampoco muchos interesados en que se siga fumando en el interior de las cafeterías españolas la tienen con nosotros.

Esto es una guerra, debemos mostrarnos firmes y seguros en nuestras convicciones. La manipulación mediática de la Industria Tabaquera es vulnerable a la agresividad de los no-fumadores y nuestra piedad es espartana.

Extraída de aquí publico una lista de personas a las que, si algún día ostentase mando suficiente, trataría de encarcelar o expulsar de este país. Esa sería la manera más eficaz de neutralizar su perniciosa actividad:

César Alierta, Presidente de Telefónica

Charles Henri-Filippi, Presidente de HSBC France

Amado Franco Lahoz, Presidente de Ibercaja

Javier Gómez Navarro-Navarrete, Presidente de Aldeasa y Consejero de Sogecable

Gonzalo Hinojoso Fernández de Angulo, Presidente del Consejo de Administración del Grupo Cortefiel y Consejero de Telefónica

Gregorio Marañón y Bertrán de Lis, Presidente de Roch Farma (sí, una empresa farmaceútica), y Consejero de Logista, PRISA, Sogecable, Viscofán y Lafarge Asland

Jean-Pierre Marchand, Director General Honorario de Societé Générale, Consejero de Seita.

Patrick-Louis Ricard, Presidente y Consejero Delegado del Grupo Pernod-Ricard. Consejero de Société Générale y de Provimi

Wulf Von Schimmelmann, Director General y Consejero y Presidente del Consejo de Administración de Deutsche Postbank AG, Consejero de Deutsche Post World Net Group y de Accenture.