domingo, junio 25, 2006

Buscad las diferencias

Pero si se deja absoluta libertad a los empresarios, ¿no se perpetuará la discriminación salarial que afecta a las mujeres?

Por Albert Esplugas Boter

“Si las mujeres recibieran sueldos más bajos que los hombres y fueran igual de productivas, los empresarios ávidos de beneficios contratarían mujeres en lugar de hombres (obteniendo igual productividad a un coste menor), hasta que la demanda de mujeres elevara sus salarios y se igualaran a los de los hombres. Por tanto, el que persistan diferencias salariales entre hombres y mujeres en el mercado sugiere que las mujeres (consideradas en su conjunto, generalizando pues) no están siendo discriminadas sino retribuidas de acuerdo con su menor productividad en el trabajo (menos años de experiencia laboral por maternidad y cuidado de los niños, preferencia por horarios flexibles o tareas menos riesgosas con salarios más bajos, entre otras causas, podrían explicar esa disparidad). En el mercado libre los salarios tienden a equipararse a la productividad marginal. Por ello la liberalización es el mejor antídoto contra la discriminación laboral de las mujeres (y de cualquier otro colectivo), pues aquellas que reciban un salario inferior a su productividad por motivos sexistas probablemente serán contratadas por empresarios que tengan más afán de lucro que ansias discriminatorias.”

http://www.liberalismo.org/faq/67/

Pero si se deja absoluta libertad a los empresarios, ¿no se perpetuará la discriminación salarial que afecta a los fumadores?

Por Albert Esplugas Boter/Mirando-atrás-con-ira

“Si los fumadores recibieran sueldos más bajos que los no-fumadores y fueran igual de productivos, los empresarios ávidos de beneficios contratarían fumadores en lugar de no-fumadores (obteniendo igual productividad a un coste menor), hasta que la demanda de fumadores elevara sus salarios y se igualaran a los de los no-fumadores. Por tanto, el que persistan diferencias salariales entre no-fumadores y fumadores en el mercado sugiere que los fumadores (considerados en su conjunto, generalizando pues) no están siendo discriminados sino retribuidos de acuerdo con su menor productividad en el trabajo (menos años de experiencia laboral por asistencia a tratamientos de deshabituación y cuidado de la salud, preferencia por horarios flexibles o tareas menos cansinas físicamente o más sedentarias con salarios más bajos, entre otras causas, podrían explicar esa disparidad). En el mercado libre los salarios tienden a equipararse a la productividad marginal. Por ello la liberalización es el mejor antídoto contra la discriminación laboral de los fumadores (y de cualquier otro colectivo), pues aquellos que reciban un salario inferior a su productividad por ser fumadores probablemente serán contratados por empresarios que tengan más afán de lucro que ansias discriminatorias.”

domingo, junio 18, 2006

Derecho del fumador y derecho del no-fumador

Si dos personas, por la circunstancia que sea, se ven obligadas a compartir un espacio vital no estrictamente privado y particular, i.e. de uso público como un aeropuerto, deberá prevalecer el derecho del no-fumador a no respirar un humo de tabaco que no es él quien lo produce. ¿Por qué? ¿Porque es más guapo o más feo? ¿Acaso es más sano o más enfermizo? ¿Es más virtuoso o vicioso? No. La razón está en el hecho de que él no es libre de actuar conforme a su voluntad en esa circunstancia.

El no-fumador, por sí sólo y con sus propios medios, es incapaz de ejercer su derecho a no inspirar humo de tabaco, salvo si no respira. Su decisión es completamente dependiente del respeto de la parte activa –fumador-. Pero, viceversa, tal dependencia no existe. Por tanto el no-fumador está en desventaja en cuanto a ejercicio de derechos se refiere en tal situación, desequilibrio que ha de ser compensado con la lealtad de ambas partes a un código –Ley-, que de manera justa defienda y, subrayo, defienda, el derecho del no-fumador.

La responsabilidad en la aparición o no del conflicto recae íntegramente en el fumador. Él es el único capacitado para evitar que éste tenga lugar. Las dos partes en conflicto sólo pueden actuar de las siguientes maneras:

El fumador puede respetar el derecho del no-fumador renunciando a fumar al lado de éste, o puede decidir fumar. Entonces, el no-fumador puede tolerar la molestia o irse de su lado.

Si el no-fumador considera que el grado de molestia es aceptable, puede que tolere la situación, pero el conflicto subyacerá –esa es la auténtica tolerancia-, aunque no se manifieste. Por lo tanto no se habrá resuelto el conflicto.

Si, por el contrario, el no-fumador decide que el nivel de molestia sufrido es inaceptable y se marcha a otro lugar sin que fuese su deseo, se habrá visto cuestionada su libertad deambulatoria. Su decisión equivaldría a una obligación; puesto que se le colocó entre la espada y la pared.

En tal caso, dado que el no-fumador no tiene el deber jurídico o contractual de soportar, el único que tiene la llave para solucionar el conflicto es el fumador. En tal caso, lo lógico sería que renunciase por el momento a encender su cigarro, hasta un momento posterior en otro lugar.

Con esto, comprendemos por que el Estado ayuda al no fumador a ejercer su derecho regulando -que no prohibiendo- aquel del fumador. Puesto que el fumador, por su parte, sí tiene un abanico más amplio y flexible de posibilidades a la hora de ejercer su derecho a fumar, sin necesidad de imponérselo al no-fumador.

A simple vista, la intervención del Estado sería una intromisión, porque está regulando aspectos de la convivencia diaria de los individuos, regulando conductas con el pretexto de que se desarrollan dentro de espacios públicos. Sin embargo, a nivel práctico, la regulación tiene su sentido y adquiere total legitimidad. En la realidad presente, ambas partes ajustan su conducta a un código que no es objetivamente aceptable: el del fumador. Este código no es justo porque ha sido impuesto por una sola parte, –la fumadora- y ha sido tolerado por la otra, -la no-fumadora-. Insisto, tolerado, pero no aceptado ni tan siquiera de manera tácita. De modo que la imposición de un código más justo por una autoridad externa a las partes en conflicto, es necesaria.

En una propiedad privada el propietario estará legitimado para decidir si se impone el código del fumador solamente cuando el uso de su propiedad no vaya a ser público. Es decir, cuando su “publicidad” no vaya dirigida a una generalidad de personas sino que los posibles usuarios sean cuantificables e identificables de antemano, en un momento previo al acceso de éstos a la propiedad. El colectivo de personas al que va dirigida la oferta de su uso ha de ser determinado o determinable, de manera que el propietario pueda discriminar de manera inequívoca a los posibles usuarios.

Por tanto el propietario no tiene legitimidad para imponer el código del fumador en su propiedad si su uso es público de facto, porque tal decisión sería impuesta en la práctica por el código dominante –el del fumador-, merced a que otra decisión podría provocar un conflicto entre su afán de lucro y el derecho de los posibles usuarios no-fumadores.

En el primer caso, en el que la oferta de uso no vaya dirigida al público, -una vivienda particular o un club, por ejemplo-. El conflicto no existe, pues el uso es exclusivamente particular, de manera que el número e identidad de los usuarios es determinada o determinable por el propietario. En este caso, el propietario está legitimado y capacitado para imponer cualquier código de conducta.

Si existiese un conflicto entre fumadores y no-fumadores, éste sería un conflicto estrictamente privado en un ámbito privado al estar todos los usuarios cuantificados e identificados de antemano. En esa situación, el único capacitado para dirimir el conflicto sería el propietario en virtud del código de conducta que impuso como condición de uso de su propiedad. En tal caso, el código de conducta, al que libremente deciden someterse, opera como obligación contractual para todos y cada uno de los usuarios.

jueves, junio 15, 2006

José María Mohedano y sus bufonadas

Es conocido por muchos de nosotros que el “Club de Fumadores por la Tolerancia” es una organización sierva de la industria tabacalera; creada y financiada por ella. Pero hay un detalle que no conocéis acerca de su corte de séquitos y de sus secuaces. He hecho algunas pesquisas recientemente. Resulta que uno de sus socios, José María Mohedano, hace las veces de bufón entre los personajes de esa nutrida corte de tertulianos y columnistas al servicio de Su Majestad El Cigarro.

Esto de la Internet es fabuloso para seguirle la pista a cualquier personalidad por discreta que trate de ser –aunque no sea éste el caso precisamente-. Pues haciendo memoria sobre algunas averiguaciones sobre su trayectoria personal y profesional he podido concluir que este señor es un tipo gracioso, muy simpático que posee un inconmensurable talento para la traición. Tal es así, que cuando avisté el otro día su obra en la librería, no pude evitar la tentación de adquirirla. Me dolió un poco el hecho de que alguna manera haya podido contribuir a llenar las ya rebosantes arcas del Club que tanto odio. Pero, por otro lado, pensé que el libro me iba a hacer rejuvenecer con las más que previsibles carcajadas que me provocaría. Ello compensaría en parte el daño a la salud que he debido de sufrir durante años de fumador pasivo. No me equivoqué, porque por 11,90 €, este bufón te promete una tarde de lectura sin igual: Risas y carcajadas hasta el lacrimeo. Os lo juro.

El libro en cuestión tiene por título esta facilona pregunta retórica: ¿Quién defiende al fumador?. En él encontraremos todo lo que un no-fumador malicioso puede desear, todo puesto a modo de carnaza sin anzuelo para que uno se cebe poniendo verde a su autor. Entre sus titiriteras ideas y malabarescos argumentos encontraremos el infalible conglomerado de fórmulas al que estamos acostumbrados: Mentiras por doquier, anacronismos rancios, mezcolanzas de churras con merinas, contradicciones a tutiplén, relaciones entre velocidad y tocino inéditas, salidas por los cerros de Úbeda, comentarios arrogantes y prepotentes, mezquindades sin parangón y chulerías varias -amen de otros inefables disparates -. En fin: una orgía de dicciones harto risibles. He dicho antes lo de inéditas contradicciones porque, en esencia, no encontramos demasiadas cosas nuevas. En realidad es una recopilación de datos, historias y escritos de amiguchos suyos que, con paciencia, ya se pueden encontrar en Internet. De hecho la primera parte del libro es, en gran parte, una historia del tabaco probablemente traducida de http://www.tobacco.org o adquirida de las fuentes en las que se basa.

Este batiburrillo de escribidurías está estructurado según el típico modelo de preguntas y respuestas. Aunque ya sabemos que es más de lo mismo, antes de que lo entreviste un día de estos El Loco de la Colina, os prevendré un poco sobre lo que podéis encontrar en este bodrio, a la vez que haré alguna referencia a los momentos más brillantes de este lenguaraz bufón.

Nada más empezar, no se le ocurre otra cosa que presentarse con su referencia a la misma cantinela de siempre: Esas epicúreas razones que hablan de lo placentero que es el fumeteo por encima de todas las cosas, como valor absoluto. De hecho, en algún momento del libro, hace valedera a través de citas ajenas la idea de que el que no disfruta fumando no merece vivir. Casi al pié de la letra plagia –imagino que consentidamente- a su camarada Fernando Savater y su libro “Los pequeños placeres de la vida” –las pequeñas torturas de la vida traducido al cristiano-. Sí, estos señores consideran a los exfumadores que nos defienden unos chaqueteros; ya que “El problema es el de las personas que han sustituido el placer de fumar por el placer de perseguir a los que fuman”. Supongo que esta gente piensa que alguien es libre o no para empezar a fumar, pero reconoce que una vez que fuma no puede dejarlo, o bien considera contrario a su moral o intereses el dejarlo una vez que se ha empezado, como si fuera un acto de disidencia. No sólo eso; para esta fauna, la virtud del cigarro trasciende límites materiales y consigue infundir virtud en el fumante. Pero mientras hablan tanto de intolerancia y de discriminación por nuestra parte, no dudan en despreciar la postura del que elige no fumar con el chincha rabiña de un niño pequeño, “Pobres políticos a los que no les gusta ni fumar, ni comer, ni beber (...)”. Porque claro, si no fumas es porque seguramente eres un amargado y aquí te lo demuestra él dándote envidia. De manera que los no-fumadores y la Ministra de Sanidad lo que tienen es envidia cochina, y lo demás son cuentos.

Tiene gracia la lectura que ha debido de hacer el Señor Mohedano de la Ley 28/05. Es como cuando Mefistófeles le pasaba a Fausto las páginas de La Biblia para que sólo leyera lo malo. Pero lo peor es que no sabe ni copiar lo que lee. Cito: La Ministra de Sanidad acaba e salirse con la suya y ha conseguido que los legisladores hayan aprobado una Ley Antitabaco, que prohíbe fumar en todos los centros de trabajo y lugares públicos, incluidos bares y restaurantes, (…). ¡Qué más quisisera yo! ¿Pero dónde dice eso la Ley?. Bueno, y lo demás ya lo conocemos: que si somos peor que el inquisidor Torquemada, que si derivamos un placer sádico de perseguir por perseguir, que si el alcohol es peor, que si lo realmente importante es hacer cumplir el protocolo de Kyoto etc.

Comenzado el interrogatorio, comienza quejándose –es casi lo único que hace a lo largo del libro- , de que el intolerante gobierno no deje fumar en los centros laborales. Es frecuente en esta gente una serie de síntomas que le hacen a uno pensar; a saber: manía persecutoria, Síndrome de Estocolmo y agorafobia. Es extraño lo de la agorafobia en España, si tenemos en cuenta el fabuloso clima del que disfrutamos y el decadente modelo urbanístico de calles estrechas. Y sin embargo a Mohedano le parece excesivo lo de salirse a la calle a fumar un cigarro para calmar su vicio. En ese aspecto son intransigentes: tienen que fumar mientras trabajan si les apetece y reclaman una sala específica para ello si los intolerantes no quieren ser ahumados.

Con relación a la cabezonería de fumar en el centro de trabajo y exigir zonas para ello, os confensaré un secreto: Soy un adicto al sexo. Y como yo, muchos otros son los que no estamos dispuestos a permanecer en nuestro puesto de trabajo sin practicar el acto sexual durante más de tres o cuatro horas. Y mira por donde, en ninguna empresa creo que haya salas de vis-a-vis para que apacigüemos nuestra libido. Y encima no puedo salir a la calle para practicar el susodicho acto porque, aunque fuese un eyaculador precoz y tardase menos de lo que tarda uno en fumarse un cigarro, sería un acto de exhibicionismo obsceno. Ahora bien, si se me ocurriera proponer la creación de una zona específica para practicar el sexo dentro de la empresa, con el pretexto de que ocho horas sin poder procurarme alivio son demasiadas, me dirán que soy un sexópata y me obligarán a que busque asistencia médica; Alegarían que tengo un problema. Entonces, de la misma manera, yo digo que si uno no puede estar más de ocho horas sin fumar tiene un problema; y debería buscar terapia para deshabituarse. Pero no, ellos no transigen ni de una manera, ni de la otra.

Otra cosa que llama la atención, son las interpretaciones maximalistas de los informes de la OMS, y de la Ley 28/05. Es lo de siempre: que hemos declarado la Guerra Santa o Yihad antitabaco, que es una cruzada contra los pacíficos fumadores, que si el totalitarismo al estilo “1984” de G. Orwell, que si la poca confianza por parte del gobierno en la capacidad del ser humano para convivir etc. Todo ello entre intentos con los que desesperadamente intenta desviarse del quid de la cuestión, como son las referencias al paro, a los contratos basura, a las listas de espera en los hospitales etc.. Con ello demuestra tener una asombrosa habilidad asociativa, pues consigue relacionar constantemente la velocidad con el tocino. Todo ello mientras se sale por los cerros de Úbeda y tergiversa citas ajenas.

En el capítulo “¿Cree usted que hay algo de inquisitorial en la nueva ley?”, llegamos a los divertidos anacronismos. Más o menos es lo visto en “A History of Tobacco”, como ya mencioné, pero una vez más ha sido Mefistófeles el que le ha subrayado lo que tenía que leer. En resumidas cuentas, exhibe una astucia desmedida. Realmente consigue que los no fumadores se sientan culpables. Por si lo anterior no había funcionado, ahora intenta chantajearnos emocionalmente con su victimización de los fumadores. A lo largo de la historia han sido vilipendiados, han sido declarados herejes, quemados y condenados a los infiernos, al ostracismo, se les ha cortado la cabeza, se les ha perseguido y odiado más que a los Judíos… Nos ofrece en definitiva unas escenas bastante tremendistas; pero está claro que no profundiza en las causas para cada caso, de manera que la información está descontextualizada si tratamos de relacionarla con el fin que persigue el libro. Y todo ello, recordando de vez en cuando, las insidiosas acusaciones que, según él, la OMS y el gobierno vierten sobre el tabaco como responsable de todos los males de la sociedad.

En el siguiente capítulo, aparece la primera contradicción. Si antes nos dijo al comienzo del anterior que la Ley Antitabaco era el producto de la “reaccionaria e inquisitorial tradición hispánica”, ahora nos dice que no, que es importada de los EEUU. Sacamos la conclusión por tanto de que es incapaz de mantener un mínimo de orden en su cabeza. En un primer momento podría parecer que la ira lo obceca. Pero luego nos percatamos de cual es el problema: Ya nos confesó que era un comedido fumador de puros vegueros. Es cierto que bajo los efectos de las drogas, el romántico Colleridge con su opio, o los surrealistas con sus mezclas experimentales de alucinógenos, escribieron obras maestras de la poesía. Preciso: obras literarias, i.e. novela o poesía. Pero para hablar de estos temas, de forma pretendidamente seria, es necesaria cierta lucidez. Hace falta conservar la objetividad y la capacidad crítica intactas, porque hay que pensar con la cabeza y no con la caja de puros vegueros que tenemos entre el ennegrecido teclado y el amarillento ratón. No es estético, sino prepotente y chulesco, aprovechar una borrachera de nicotina para armarse de valor y lanzar improperios contra el Estado, contra el fumador pasivo y contra cualquier otro que se ponga a tiro; como así lo hace Mohedano. Pero claro, es probable, que si él cree que el fumar agudiza el ingenio –entre otras virtudes-, trate de sacarle partido a sus vegueros a la hora de escribir su libro. A decir verdad, pensará que ha hecho trampa, que se ha valido del doping como algunos ciclistas, que se ha administrado nicotina para invocar a su particular musa de la inspiración y asombrarnos con su biperina lengua.

El único momento en el que tengo que reconocer una sincera simpatía hacia el autor es cuando narra: “Hace tiempo que empecé a creer que aquello del pecado original no tuvo nada que ver con la manzana, que fue una invitación a fumar que Eva le hico a Adán, y que la serpiente, por supuesto, es una gran fumadora.” -Eso tiene gracia y es ingenioso-. Lo dice a propósito del placer sádico que derivan las autoridades sanitarias en general “impidiendo el goce y la relajación que produce el tabaco”. Supongo que con esta actitud, él jamás acudirá a un matasanos por fuerte que sea el dolor de muelas que sufra, o pensará que el mejor médico es uno mismo y sabrá automedicarse.

También es risible el tratamiento estadístico que nos ofrece. Desde luego es alarmante para nuestros intereses el hecho de que en España 200.000 familias vivan gracias al tabaco. Lo único que me cabe esperar es que todas esas familias no sean numerosas, sinceramente. Todo el tratamiento estadístico que hace –por supuesto poco creíble- viene a cuenta de la alusión a la hipocresía con la que se aborda el problema desde el punto de vista económico, con los tópicos sobradamente conocidos que ya hemos desmitificado.

Es a veces un poco pesado y reiterativo con la idea del Estado inquisitorial y moralista. Lo cual no le favorece en absoluto, porque hace que uno termine dándose cuenta de su terrible confusión, sin darle oportunidad a ésta de que pase desapercibida. Me refiero a que un verdadero Estado de Derecho, no trata de imponer la virtud ni de moralizar. Cada uno es, efectivamente libre de elegir el camino del vicio o la virtud –aunque el Estado puede decidir la conveniencia de orientarnos hacia lo segundo para favorecer el bienestar general-, no obstante hemos de suponer que no impone una moral, sino que trata de proveernos de las armas para ejercer nuestros derechos. Además, si derechos de diferentes individuos o entidades entran en conflicto, habrá que regularlos. Por lo tanto, el Estado no impone la Diosa Salud, ni su fundamentalismo; sólo ordena derechos para que la convivencia sea posible y las libertades no entren en conflicto. Aplicándolo al caso concreto, no se le ha prohibido fumar al fumador, sino que se le ha permitido al no-fumador no fumar. De todas maneras está claro que es inútil tratar de convencer al escritor de esto. La causa está en que él niega la existencia natural del fumador pasivo. De acuerdo con él, es una invención del Estado o una psicosis colectiva inoculada por aquél. Como él dice: “El gran truco que se han buscado los demonizadores del tabaco es el rollo Macabeo del fumador pasivo.”

Asumiendo lo anterior, me pregunto que pensaría este amante del cigarro si algún día se topase con esta dedicatoria que le estoy escribiendo. Es probable que creyera que ha abusado –y mucho- ese día de sus vegueros y que está alucinando; salvo si cree en los fantasmas. Encontraría que esto lo ha escrito alguien sin interés político alguno y que, a diferencia de él, se molesta en escribir sin recibir una contraprestación económica. Algo difícil de entender en estos días, ¡que altruista por mi parte! ¡Fíjate tú!. Y para colmo, este humilde escritor de bitácoras no busca ni fama, porque el tema no da mucho de sí y el público al que se dirige es minoritario –una veintena de personas-. Entonces, ¿Cómo es posible qué, sin militar en un partido socialista, odie tanto al cigarro? ¿Por es tan gratuitamente sádico apoyando una Ley que ni me va me viene?. Porque me molesta y me da asco, respondería yo. Sí, efectivamente, a muchos fumadores pasivos nos molesta el humo de los cigarros y los puros. Nos da asco el humo de vuestros cigarros y de vuestros puros. Nos preocupa el efecto que pueda tener sobre nuestra salud el humo de vuestros cigarros y de vuestros puros ¿Es tan difícil de entender?

Siguiendo con las cuestiones de salud, después de leer este panfleto, he podido entender más a fondo un aspecto que se me olvida de algunos fumadores: la pérdida aguda de objetividad. Muchos de ellos, como es éste el caso, parecen tener claro que los demás somos unos quejitas y unos histéricos. No obstante, él nos atribuye dos enfermedades, - ambas descubiertas por él-: La tabaquina y la fobia al humo. No me extraña que a estos cavernícolas les de lo mismo ocho que ochenta, como lo demuestran cuando hablan de las inconveniencias sanitarias del tabaco, las cuales reconocen cuando no les queda otra. Mohedano pone el grito en el cielo cuando el CNPT, asegura que los bebés de las fumadoras pueden nacer con un perímetro craneal reducido y, por tanto, sufrir un retraso en el desarrollo intelectual y emocional. Pero él, que es hombre sabio, rectifica esa inexactitud diciendo que la capacidad del cerebro no se mide por el perímetro o por el volumen craneal, sino que depende de las circunvoluciones de la corteza cerebral. ¡Vaya! Esto me deja algo estupefacto. Parece darnos a entender que no le importaría que su hijo naciese con una cabeza de jíbaro, con tal de que tuviera unas pocas luces más que él. En cualquier caso, supongo que si tuviera un cabeza de chorlito por hijo, podría atribuirlo perfectamente a la herencia –y con razón-, antes que culpar a sus queridos vegueros. Lo chocante es que sea un defectillo aceptable para él; igual que si por fumar en el embarazo, en vez de nacer con cuatro kilos su hijo, nace con sólo tres, ¿Quién lo va a notar un kilo de más o un kilo de menos salvo un histérico fundamentalista de la salud?. Sin duda es una dimensión del conformismo del fumador que no conocía antes. Me ha ilustrado bastante sobre las prioridades de estos adictos.

Tampoco pasa por alto Mohedano la relación entre el vicio y la longevidad. No para de caer en sus propias trampas una y otra vez. Quiere combatir las para él infundadas teorías de los ignominiosos no-fumadores, según las cuales, el tabaco acorta la vida. Por fortuna para nuestros intereses, se limita a recordarnos las excepciones que confirman la regla: Ese rollo pueblerino, propio de los calorillos, de que si fulano fumaba y vivió mucho, que si mengano abusaba y vivió aún más. Cita ejemplos igual que cualquier defensor de su vicio, sólo que con más recochineo y pedantería que la mayoría. Podría ser, que él piense que Matusalén era muy fumador, -tradición que debió de heredar de la serpiente- y por eso vivió tanto; o que Maricastaña está todavía viva, y sigue fumando tantos puros como de costumbre.

Como buen apólogo del tabaquismo, además de instar al incumplimiento de la Ley con sus mensajes subliminales, Mohedano niega la efectividad de los “atemorizantes letreros fúnebres” en las cajetillas de tabaco. Es más, comunica a los vasallos de Su Majestad el Cigarro que no están dirigidos a ellos salvo quizás para amedrentar y nada más. Dice estar convencido de que van dirigidos a los no-fumadores que los rodean, con el único objetivo de estigmatizar y convertir a los fumadores en los apestados de la sociedad. Por supuesto, no duda en comparar los planes del gobierno para reducir el número de fumadores con el gusto de los nazis por la pureza racial. Es obvio que todo esto es un indicativo bueno para nosotros: Si él odia tanto esos mensajes, es porque funcionan.

Decía Cervantes que no había libro por malo que sea que no tenga algo de bueno. Pues mira por donde incluso aquí se cumple el dicho. Efectivamente, este picapleitos tan bocazas ahora ejerce y está al día sobre temas legales. Así, nos descubre las diferencias entre el sistema legal americano y el español. Nos explica por qué en Los EEUU prosperan las demandas de las victimas de tabaquismo y en España no. A las diferencias entre los sistemas judiciales dedica bastantes páginas. Hablando en serio, es lo único de lo que es capaz de hablar razonablemente. Me ha llamado la atención especialmente el blindaje judicial del que gozan en España las tabacaleras. Paradójicamente, hace pensar que, la lectura de las advertencias en las cajetillas, suponía para el fumador –que no para el pasivo-, una obligación contractual, mediante la cual el fumador asumía los riesgos de los que era informado y se comprometía a no denunciar a las tabacaleras. Lo cual dificulta el éxito de las demandas. Sin duda, todo esto hace pensar que existió una especie de acuerdo tácito durante aquellos años 80 entre el Estado y la Justicia Española, de un lado, y la Gran Tabacalera de otro. Por otra parte, he de entender que, en la actualidad, con la reciente –y misteriosa para él- irrupción del fumador pasivo en el panorama, esto supone para nosotros un reconocimiento de que, aún sin fumar, esta en peligro nuestra salud. Luego, nosotros, sí estaríamos más legitimados para interponer una demanda si nos viéramos afectados.

Bueno, haré caso del sentido del Decálogo del Buen Fumador y no abusaré más de mis carcajadas, porque me está doliendo el diafragma de tanto reírme con este bufón, “y si algo es un placer, ¿para qué convertirlo en un vicio?”. Tampoco tengo ganas de explicar en detalle los soporíferos aspectos de los diferentes sistemas judiciales, en cuanto a esto del tabaco se refiere. En definitiva, el que quiera leerlo que adquiera el libro, pero que procure no pagar por él. Por favor.

lunes, junio 12, 2006

Mitos y verdades sobre el tabaco

He aquí una recopilación de los mitos tabaqueros, i.e. las creencias que la sabiduría populachera ha adoptado como ciencia a lo largo de sus ignorantes años. ¿Cuál es la razón del calado de estas creencias en cierta parte de la sociedad? La falta de información o su erróneo tratamiento: La falta de información es algo usual entre aquellos que prefieren mirar para otro lado antes que conocer la crudeza de problemas que realmente les incumben o, simplemente, andan despistados; el erróneo tratamiento de la información que se recibe es típico de aquel que sólo se presta a escuchar lo que quiere oír. En cualquier caso, la Industria Tabaquera, sus adeptos y sus adictos han sabido intervenir con pasmosos resultados para sus intereses. Afortunadamente, para muchos la red de redes puede hacer que muchas cosas cambien...

Organización Panamericana de la Salud, abril de 2003
Versión española por los doctores Adriana Blanco y Javier Toledo.

http://www.paho.org/Spanish/AD/SDE/RA/toh_greatest_hits.pdf

MITOS Y VERDADES SOBRE EL TABACO

Respuestas a las alegaciones más frecuentes de los oponentes al control del tabaco:

GENERAL

LOS ADULTOS TIENEN DERECHO A ELEGIR FUMAR.

Muy pocos adultos “eligen” fumar. La gran mayoría de los fumadores comienzan a fumar en la niñez o en la adolescencia, antes de que puedan conocer los riesgos del uso del tabaco y las propiedades adictivas de la nicotina. Rápidamente se hacen adictos y luego, aunque la mayoría desea dejarlo, pocos lo logran.

EXISTEN TEMAS DE SALUD MÁS IMPORTANTES QUE TRATAR.

Hay muchos temas importantes en salud, pero el uso del tabaco es la principal causa de muerte evitable en el mundo y en las Américas. Afortunadamente, reducir el uso del tabaco es factible y barato. Además si logramos reducir el uso de tabaco, tendremos más recursos disponibles para afrontar esos otros importantes problemas de salud.

LA GENTE CONTINUARÁ FUMANDO SIN IMPORTAR QUÉ MEDIDAS SE TOMEN

La gente fuma en gran parte porque el tabaquismo es una adicción socialmente aceptada. Existen muchas medidas, tales como la prohibición total de la promoción del tabaco, el aumento de los impuestos, y la creación de ambientes libres de humo, que efectivamente cambian el entorno social y desestimulan el consumo de tabaco. Está comprobado que esas políticas previenen que los jóvenes comiencen a fumar y ayudan a los fumadores a dejar el tabaco.

LOS GOBIERNOS “NO SE TOMAN EN SERIO EL CONTROL DEL TABACO”, PUES SON DEMASIADO DEPENDIENTES DE LOS INGRESOS GENERADOS POR LOS IMPUESTOS AL TABACO.

Los gobiernos pueden conseguir ambas cosas— unos impuestos al tabaco más altos son una herramienta de control del tabaco sumamente eficaz y aumentan más los ingresos tributarios. Esto es verdad incluso cuando los impuestos y los precios alcanzan unos niveles muy altos. Pero aunque, finalmente, el consumo de tabaco descienda tanto que reduzca los ingresos
tributarios totales del tabaco, los gobiernos todavía estarían en una situación beneficiosa, porque los impuestos del tabaco no alcanzan, ni mucho menos, a pagar el daño causado por el consumo de tabaco, estimado en $200 mil millones cada año (Banco Mundial). Los impuestos del tabaco son relativamente fáciles de imponer y recaudar, y tienden a tener mucho más apoyo popular que otros impuestos. Pero hay muchas otras maneras para los gobiernos para recaudar ingresos. De cualquier manera, según la economía se desarrolla y crece, se convierte en menos dependiente de los impuestos directos y más dependiente de los impuestos sobre la renta.

TENEMOS QUE AFRONTAR OTROS PROBLEMAS DE DROGAS

En el ámbito mundial el tabaco provoca una mortalidad mucho mayor que la que se atribuye al uso del alcohol y las drogas ilegales en conjunto. En el año 2000, el tabaco mató a casi 5 millones de personas en el mundo, el alcohol mató cerca de 2 millones, y a las drogas ilegales se les atribuyen aproximadamente 200.000 muertes. El tabaco es la puerta de entrada que frecuentemente introduce a los jóvenes a otras drogas.

LOS PROGRAMAS DE CONTROL DEL TABACO DEBERÍAN CENTRARSE EN AYUDAR A LOS
FUMADORES A QUE DEJEN DE FUMAR.

Los fumadores tienen mayor probabilidad de dejar el cigarrillo en un entorno social que desaliente el uso del tabaco. La elevación de precios o impuestos al tabaco, los ambientes libres de humo y la inclusión de advertencias sanitarias contundentes en los paquetes de cigarrillos que informen gráficamente al fumador sobre los riesgos del tabaquismo son medidas que desalientan el consumo. Los programas de cesación dirigidos a los fumadores ayudan, pero no tienen por sí mismos un fuerte impacto si no van acompañados de políticas más amplias que cambien el entorno social.

LA SOLUCIÓN REAL PARA REDUCIR EL USO DEL TABACO ES EDUCAR A NUESTROS NIÑOS.

Sí, pero ¿dónde aprenden los niños? Los niños aprenden en el colegio que fumar es perjudicial, pero al salir de la escuela ven anuncios de cigarrillos en sus barrios, que se vende productos de tabaco en cada esquina, y que en los hogares y lugares públicos está permitido fumar. De esta forma el mensaje dado en la clase se pierde. Por esto se ha demostrado que la educación escolar por si sola no reduce el uso del tabaco. La educación escolar es efectiva solo si se inscribe en un entorno más amplio que refuerce la no-aceptación del uso del tabaco.

EL HUMO DE TABACO Y LOS AMBIENTES LIBRES DE HUMO

NO SE HA DEMOSTRADO UNA RELACIÓN CAUSAL ENTRE RESPIRAR AIRE CONTAMINADO POR HUMO DE TABACO DE LOS DEMÁS Y EL DESARROLLO DE ENFERMEDADES.

Todas las organizaciones médicas y científicas, que gozan de credibilidad en el mundo (incluyendo la Organización Mundial de la Salud, el Director General de Salud Pública de los EEUU, las agencias nacionales de protección ambiental, y las asociaciones de médicos y cirujanos) han concluido que respirar aire contaminado por el humo de tabaco de los demás causa graves enfermedades y muerte a los no fumadores. En los EEUU 53,000 no fumadores mueren cada año de enfermedad cardiaca y 3,000 mueren de cáncer de pulmón, causados por la exposición involuntaria al humo de los demás. En un ejemplo hipotético de un país con 10
millones de habitantes, se estima que se producirían en torno a 2,000 muertes al año por cáncer de pulmón y enfermedades cardiovasculares entre no fumadores por la exposición al aire contaminado por humo de tabaco. Además la exposición al humo de los demás provoca enfermedades en los niños: causa neumonía, bronquitis, asma e infecciones del oído. Los
únicos grupos que aún niegan esto son la industria tabacalera y sus grupos corporativos.

HAY FUENTES MÁS IMPORTANTES DE CONTAMINACIÓN AMBIENTAL

Muchas sustancias contaminan nuestro aire, y debemos trabajar para eliminar todos los riesgos para la salud en nuestro entorno. El humo de tabaco debe ser reconocido como uno de esos riesgos. Junto a los humos derivados de la quema de combustibles para cocinar alimentos y para las calefacciones, el humo de tabaco es una de las mayores causas de contaminación en los ambientes cerrados, y es la forma de contaminación de más fácil solución: eliminar el uso de tabaco dentro de lugares cerrados.

LAS AREAS COMPARTIDAS PARA FUMADORES Y NO FUMADORES SOLUCIONAN EL PROBLEMA.
Esto es como tener dentro de una piscina una zona donde se permite orinar y otra donde no. ¿Usted entraría? Si el aire se comparte, la contaminación por el humo de tabaco también. Fumar en el área de fumadores causa enfermedad en el área de no fumadores.

LA EXPOSICIÓN AL HUMO DE TABACO DE LOS DEMÁS ES SÓLO UN TEMA DE MALA VENTILACIÓN.

Una mejor ventilación puede reducir el olor a humo, pero no elimina los contaminantes químicos peligrosos. Para eliminar esos contaminantes en una oficina de tipo medio, se necesitarían tantos cambios de aire que se generaría un pequeño huracán. Además ¿por qué forzar a las empresas a invertir en costosos equipos de ventilación cuando se puede simplemente eliminar la fuente de contaminación? La medida más barata, más efectiva y más sensata es eliminar el uso del tabaco en los lugares cerrados.

LOS AMBIENTES LIBRES DE HUMO PERJUDICARÁN A LOS NEGOCIOS, ESPECIALMENTE BARES, RESTAURANTES Y A LA INDUSTRIA TURÍSTICA.

Todo lo contrario: los lugares de trabajo libres de humo tienen costos menores de mantenimiento y de seguros (de salud y de incendio, por ejemplo). Sus trabajadores son más productivos. Los fumadores y los no fumadores expuestos al humo de tabaco enferman más frecuentemente que los no fumadores no expuestos al humo de tabaco. Además los ambientes libres de humo ayudan a los fumadores a dejar de fumar. El efecto de la prohibición de fumar en bares y restaurantes ha sido estudiado en cientos de comunidades. Los registros de ventas muestran que las ventas aumentan o se mantienen igual en los bares y restaurantes libres de humo, en comparación con aquellos lugares donde todavía se permite fumar. Estudios que muestran otra realidad generalmente son financiados por la industria tabacalera y generalmente se basan en predicciones de los propietarios más que en los datos de ventas.

LOS GOBIERNOS NO TIENEN DERECHO A DECIRLE A LOS COMERCIANTES QUÉ HACER.

Las empresas no tienen derecho a poner en peligro la salud y la vida de sus empleados y clientes. Los gobiernos están obligados a proteger la salud y seguridad públicas, tal y como hacen cuando regulan por ejemplo el consumo de alcohol entre los conductores de automóviles, el uso de cinturones de seguridad o cuando fijan los estándares permitidos de
contaminación ambiental.

LA RESTRICIÓN DE FUMAR VULNERA LOS DERECHOS DE LOS FUMADORES.

Como reza el viejo dicho, “mi derecho a balancear mis puños termina donde empiezan tus narices” Los fumadores no tienen derecho a dañar a otros con su humo. Los ambientes libres de humo no violan el derecho a fumar, sino que protegen el derecho de los no fumadores a respirar aire no contaminado.

PUBLICIDAD, PROMOCIÓN Y PATROCINIO

LA PUBLICIDAD DEL TABACO NO INFLUYE SOBRE EL CONSUMO DE TABACO.

Docenas de estudios muestran que el aumento de la promoción del tabaco está ligado a un aumento de su uso en la población general. La promoción también está ligada al inicio del tabaquismo en grupos específicos (como los niños y las mujeres) como resultado de campañas específicamente dirigidas a ellos. Los estudios también han mostrado que la eliminación total o casi total de la promoción del tabaco disminuye su uso. Las restricciones parciales de la publicidad tienen poco o ningún impacto en el consumo, generalmente porque cuando sólo algunos medios o tipos de publicidad están prohibidos las compañías tabacaleras simplemente invierten más dinero en promoción a través de aquellas formas que todavía están permitidas.

SE DEBERÍA PROHIBIR LA PUBLICIDAD DIRIGIDA A LOS NIÑOS.

Es imposible definir claramente qué publicidad está dirigida a los niños. La promoción de los cigarrillos ha tenido éxito en alcanzar a los jóvenes principalmente porque muestra el fumar como un comportamiento “adulto”, algo a lo que todo adolescente aspira. Los estudios han mostrado que las restricciones parciales de la promoción no reducen el consumo de tabaco.
Las prohibiciones totales o casi totales sí lo hacen.

LOS EVENTOS ARTÍSTICOS Y DEPORTIVOS DESAPARECERÁN SIN EL APOYO DE LA INDUSTRIA TABACALERA.

En muchos lugares se ha prohibido el patrocinio por parte de la industria del tabaco. A pesar de las predicciones pesimistas, la mayoría de los grupos ha encontrado patrocinadores alternativos. En otros lugares se han usado las ganancias generadas por los impuestos sobre el tabaco para financiar sus eventos. De esta forma, la gente estará expuesta a mensajes de salud en vez de a productos no saludables en los eventos deportivos o musicales.

NO ES NECESARIO QUE REGULEMOS LA PUBLICIDAD DEL TABACO. LAS COMPAÑÍAS TABACALERAS TIENEN UN CÓDIGO VOLUNTARIO Y SE COMPORTAN RESPONSABLEMENTE.

Los códigos de las compañías tabacaleras, como ellas mismas admiten en sus documentos internos, están diseñados solamente como estrategias de relaciones públicas para evitar una regulación rígida de la promoción. Los códigos son extremadamente débiles, y en la mayor parte de los países las compañías constantemente violan sus propios códigos. En vez de poner
al zorro a cuidar a las gallinas, es mejor solución legislar y prohibir totalmente la publicidad y promoción del tabaco.

ECONOMÍA

EL CONTROL DEL TABAQUISMO LE COSTARÁ A LA ECONOMÍA PUESTOS DE TRABAJO.

Varios países han estudiado el potencial impacto económico de la eliminación completa del uso y la producción del tabaco. La evidencia muestra que, con la excepción de las economías que dependen casi completamente del tabaco, como Zimbabwe y Malawi, la eliminación del
tabaco no afectaría la economía, o la afectaría positivamente. Esto es porque el uso del tabaco tiene muchos costos externos (costos que no son soportados por los fumadores ni por los fabricantes del tabaco). Cuando la gente ya no gaste su dinero en tabaco, lo gastará en otras cosas, generalmente mucho menos dañinas para la salud y la economía. Este gasto
alternativo estimulará, a su vez, otros sectores económicos.

LOS CULTIVADORES DE TABACO SE QUEDARÁN SIN TRABAJO SI REDUCIMOS EL USO DE TABACO.

Aun con un consumo per cápita mundial del tabaco decreciente, la población actual y las tendencias del consumo de tabaco indican que el número total de fumadores aumentará de 1,1 mil millones en 1999 a más de 1,6 mil millones en 2025. Entonces, incluso con las más duras medidas de control posible, llevará generaciones reducir el uso del tabaco hasta el punto en que los cultivadores se queden sin trabajo. El tabaco es adictivo y ha sido parte de la sociedad desde hace décadas. No va a desaparecer de un día para el otro. En ese lapso los gobiernos tendrán la oportunidad de apoyar a los cultivadores en su transición hacia medios de vida alternativos.

EL CONTROL DEL TABACO ES MUY COSTOSO.

Reducir el uso del tabaco es una de las intervenciones en salud de mejor costo-efectividad. Es equivalente a la vacunación en términos de años de vidas salvadas. Las medidas más efectivas son decisiones políticas que le cuestan muy poco a los gobiernos y que le generan, en relativamente corto plazo, ganancias por ahorros en costos de salud.

LAS COMPAÑÍAS TABACALERAS CONTRIBUYEN A NUESTRA ECONOMÍA NACIONAL.

La mayoría de las compañías tabacaleras son propiedad de multinacionales instaladas en dos o tres países desarrollados, lo cual significa que los beneficios por la venta de cigarrillos se van de la economía nacional. Conforme disminuye el uso del tabaco, el dinero gastado en los productos de tabaco se gastará en otras cosas, menos dañinas para la salud y la economía, y generará actividad económica en otros sectores.

LOS IMPUESTOS DEL TABACO CUBREN AMPLIAMENTE LOS COSTOS DEL USO DEL TABACO.

Los impuestos sobre el tabaco no llegan ni de cerca a pagar el daño causado por su uso. Pero incluso si lo hicieran, los impuestos no le compran a la industria tabacalera el derecho a causar un daño equivalente a lo recaudado en impuestos. ¿Si pago 5,000 dólares en impuestos, tengo
derecho a destruir el equivalente a 5,000 dólares de propiedad del gobierno?

IMPUESTOS SOBRE EL TABACO

LOS IMPUESTOS SOBRE EL TABACO PERJUDICAN A LAS PERSONAS CON INGRESOS BAJOS Y PENALIZAN A LOS FUMADORES.

Los impuestos sobre el tabaco son extremadamente efectivos para reducir el consumo de tabaco. Por cada 10% de aumento en el precio real de los productos de tabaco, el consumo disminuirá alrededor de un 8% en los países de medianos ingresos. La disminución será mayor entre los jóvenes y los menos favorecidos, que son justamente los grupos que las políticas
gubernamentales buscan beneficiar y que son los que menos pueden afrontar la carga generada por las enfermedades causadas por el tabaco. El dinero proveniente de los impuestos puede ser usado para pagar programas que ayuden a los fumadores a dejar de fumar y para programas que beneficien a los pobres.

LOS IMPUESTOS SOBRE EL TABACO SON SÓLO UNA FORMA DE GANAR DINERO POR PARTE DEL GOBIERNO.

Es verdad que algunos gobiernos aumentan los impuestos del tabaco primordialmente para aumentar sus ingresos. Pero esto no cambia el hecho de que el aumento de los impuestos al tabaco es una medida política que favorece la salud.

LOS GOBIERNOS PERDERÁN INGRESOS SI AUMENTAN LOS IMPUESTOS SOBRE EL TABACO.

No ha habido ni una sola ocasión en que un aumento en los impuestos del tabaco haya generado una disminución en los ingresos del gobierno. Por el contrario, datos de docenas de países muestran que cuando aumentan los impuestos al tabaco, los ingresos generados por los impuestos aumentan. A pesar de que el consumo de tabaco cae en respuesta a los precios más altos, como el consumo es adictivo el descenso es menor en relación con el aumento del impuesto, garantizando un ingreso estable para el gobierno, por lo menos en el mediano plazo.

MAYORES IMPUESTOS SOBRE EL TABACO AUMENTARÁN EL CONTRABANDO.

El nivel de corrupción de un país, medido por el “índice de transparencia” es mucho mejor predictor del contrabando que el nivel de los impuestos. En la mayoría de los países, los beneficios del aumento de los impuestos al tabaco en términos de salud y de ingresos fiscales,
han sido significativos aún donde el nivel de consumo de tabaco de contrabando es alto. Además los gobiernos pueden usar los ingresos generados por el aumento de los impuestos para reforzar los mecanismos de control del contrabando.

ADVERTENCIAS SANITARIAS EN LOS PAQUETES

LAS ADVERTENCIAS EN LOS PAQUETES SON INEFECTIVAS.

Las advertencias sanitarias en los paquetes de cigarrillos en muchos países son inefectivas porque son demasiado pequeñas y dan una información poco clara. Pero en Canadá y Brasil, donde los mensajes sanitarios son grandes y usan imágenes, éstos han hecho que muchos
fumadores intenten dejar de fumar. Los fumadores dicen que la información es importante y que les advierte sobre los daños del tabaquismo sobre su propia salud y sobre la de aquellos que respiran involuntariamente el humo de tabaco. Estos mensajes pueden reforzar otros elementos del programa de control del tabaco, tales como los ambientes libres de humo.

LA GENTE AQUÍ COMPRA LOS CIGARRILLOS SUELTOS, NI SIQUIERA VEN LOS PAQUETES.

Si los mensajes sanitarios son los suficientemente grandes y claros, las personas los verán en los lugares donde están expuestos para la venta, o mientras otros fumadores sacan sus cajetillas para fumar, o cuando estas son desechadas. Estos mensajes son una de las formas más baratas y de mayor alcance para realizar la educación de la población.

MUCHA GENTE NO SABE LEER, POR LO TANTO ESTOS MENSAJES NO SERÁN EFECTIVOS.

Esta es una buena razón para incluir imágenes junto con los mensajes. Las imágenes pueden ilustrar gráficamente los daños a la salud del tabaquismo y de la exposición al humo de los demás, y pueden ser entendidas incluso sin un texto.

LA INDUSTRIA TABACALERA Y LOS PROGRAMAS DE PREVENCIÓN DEL TABAQUISMO EN
LOS JÓVENES

LAS COMPAÑÍAS TABACALERAS ESTÁN PREOCUPADAS POR EL TABAQUISMO EN LOS JÓVENES Y NOS ESTÁN AYUDANDO CON PROGRAMAS EDUCATIVOS PARA LA JUVENTUD.

Se ha demostrado que los programas de la industria tabacalera para la prevención del tabaquismo en los jóvenes son inefectivos. Esto no es sorprendente, pues no han sido diseñados para serlo. Los documentos internos de la industria muestran que esos programas han sido
diseñados como una estrategia de relaciones públicas para generar una buena impresión en los gobiernos y en el público y así evitar regulaciones efectivas. Estos programas tienen tres grandes beneficios para las compañías: primero, enfocan el problema de que fumar no es adecuado para los niños por la razón de que es una “elección de adultos”. Con esto refuerzan el concepto de que el tabaquismo es una conducta adulta, y la hacen más atractiva a los jóvenes. Los programas típicamente no enseñan acerca de los efectos sobre la salud y reafirman el concepto de fumar como una “elección” sin mencionar la adictividad de la nicotina y el hecho de que la mayoría de los fumadores quieren dejar de fumar pero no pueden. Segundo, los gobiernos que reciben fondos y cooperación de la
industria tabacalera son menos proclives a implementar políticas efectivas para reducir el uso del tabaco. Y finalmente, estos programas promueven la imagen de la industria tabacalera como “buenos y colaboradores ciudadanos” ante los ojos de la juventud y público en general.

LAS COMPAÑÍAS TABACALERAS HAN CAMBIADO SUS CONDUCTAS. NO QUIEREN QUE LOS
JÓVENES FUMEN.

Este mensaje no es creíble. Casi todos los nuevos clientes de las compañías son adolescentes y niños. Sin ellos las compañías no podrían seguir funcionando. Si las compañías realmente fueran serias con relación a que la juventud no fume, dejarían de luchar contra las políticas que
previenen el inicio de los jóvenes como el aumento de los impuestos y los ambientes libres de humo.

CONVENIO MARCO PARA EL CONTROL DEL TABACO (CMCT)

CON EL CMCT LA ORGANIZACIÓN MUNDIAL DE LA SALUD (OMS) ESTÁ DEJANDO DE LADO LA SOBERANÍA DE LOS PAÍSES PARA DECIDIR SU PROPIA POLÍTICA CON RELACIÓN AL USO DEL TABACO.

El CMCT fue negociado por los estados miembros de la OMS como naciones soberanas. Es un acuerdo entre países que pueden elegir firmar o no firmar. La inmensa mayoría de los países apoyan el CMCT, porque lo ven como un mecanismo útil para reforzar sus iniciativas para el control del uso del tabaco a escala nacional.

EL CMCT VA A GENERAR UNA NUEVA Y CARA BUROCRACIA PARA EL CONTROL DEL TABACO.

El CMCT proveerá mecanismos para que los países compartan conocimientos y recursos para apoyar el control del tabaco. Esto generará, para la mayoría de los países, un ahorro en costos y una oportunidad para acrecentar el impacto de sus programas y políticas nacionales.

EL CMCT VIOLA LOS ACUERDOS COMERCIALES.

Al firmar y ratificar el CMCT, los países reconocen la importancia de las medidas que protegen la salud pública y será menos probable que interfieran con países que quieren implementar tales medidas.
La Organización Panamericana de la Salud quiere agradecer a los doctores Adriana Blanco y Javier Toledo que hayan preparado la versión española de este folleto.

domingo, junio 11, 2006

Traducción: Mitos y verdades sobre el ACHT

http://medicalreporter.health.org/tmr0895/smokemyth0895.html

Mito: La contaminación de las calles es mucho más peligrosa y dañina que la del humo de tabaco en los interiores.

Verdad: El riesgo de que desarrolles un cáncer por culpa del aire contaminado por humo de tabaco es 100 veces mayor que por otros contaminantes cancerígenos en el aire de la calle.

Mito: El aire contaminado por humo de tabaco más perjudicial es el que el fumador exhala a través de su aliento –el humo ya consumido tras la calada- por así decirlo.

Verdad: El humo procedente del extremo incandescente del cigarro contiene una concentración de venenos y sustancias cancerígenas mucho mayor que el humo exhalado por el fumador.

Mito: A los niños no les afecta el aire contaminado por humo de tabaco; no pasa nada por fumar en presencia de tus hijos con tal de que no les eches el humo a la cara y abras una ventana. Lo mismo es aplicable cuando fumas cerca de tu compañera embarazada.

Verdad: Exponer a los niños al aire contaminado por humo de tabaco es una forma de maltrato infantil. Aunque el humo de tabaco es perjudicial para cualquiera que entre en contacto con él; los fetos, los bebés y los niños son los que corren un mayor riesgo. Esto es porque el aire contaminado por humo de tabaco puede dañar a los órganos en proceso de desarrollo, tales como los pulmones y el cerebro.

Mito: El aire contaminado por humo de tabaco es más una manía que otra cosa y, aunque pueda molestar a algunos (y causar en otros alergia), con todo y con eso no supone un riesgo real el estar en contacto con él.

Verdad: El aire contaminado por humo de tabaco supone una amenaza para la salud tanto individual como pública. Se estima que la exposición al aire contaminado por humo de tabaco es causa 3.000 muertes al año entre los no-fumadores de los E.E.U.U. por cáncer de pulmón y está relacionado con 36.000 muertes por enfermedades cardiacas. El tabaquismo pasivo es, de hecho, la tercera causa de muerte evitable tras el tabaquismo y el alcoholismo.

¿A quién afecta más el aire contaminado por humo de tabaco?

Los bebes, los niños y los individuos de cualquier edad con problemas cardiacos o respiratorios crónicos, asma, alergias, o un delicado estado de salud son lo más gravemente afectados por el aire contaminado por humo de tabaco. Las mujeres embarazadas y sus futuros hijos también pueden verse gravemente afectados por el aire contaminado por humo de tabaco. Desde un punto de vista laboral, los que trabajan en fábricas o en la construcción a pié de obra, los que sirven en bares, camareros y camareras que están casi constantemente expuestos al aire contaminado por humo de tabaco corren un mayor riesgo de desarrollar cáncer de pulmón.

©August 1, 1995, Joel R. Cooper, All rights reserved