lunes, julio 16, 2007

La cobardía del gobierno


Al principio, la anterior Ministra de Sanidad no era del gusto de mucha gente. No porque se atreviese a dar impulso a una ley con el cliché de polémica que además ni siquiera fue invención –digo invención y no mérito- de este gobierno; sino porque prometía hacerla cumplir. Poco después pudimos ver que era incapaz de llevar a cabo su cometido y sus detractores se preocuparon de marcarla de por vida con el estigma de la discriminación y la intolerancia, en un singular ejercicio de manipulación mediática. Todo ello perpetrado por tabaqueras y oposición con particular saña.

Nunca llueve a gusto de todos y en este caso no llovió a gusto de nadie. Para los amantes del club más tolerante de toda España y otros detractores, la ley era excesiva. Para los no-fumadores, deficiente. España no pudo disimular de ninguna manera el fracaso de la ley en el sector hostelero, la cara más visible ante el visitante foráneo. Ahora, Zapatero, como fumador al que de todas formas nunca le pareció bien todo esto de hacerle un feo al pitillo, ha terminado quitándose un problema de encima. Ha tenido que echar a una ministra que tuvo su momento de gloria durante las postrimerías del vigor de la Ley 28/05, hasta Enero o Febrero de 2006; pero no más allá.

Progresivamente, la popularidad de la Ministra Elena Salgado fue disminuyendo conforme se iba fraguando el fracaso de la aplicación de la Ley en el sector hostelero. Ahora, en su nuevo puesto en el M.A.P, podrá seguir ejerciendo su labor antitabaco sin tanta polémica y repercusión mediática, de puertas hacia adentro. Ya era como un herido en aguas infestadas de tiburones y había que sacarla de allí. En definitiva, no se ha expulsado a una ministra de su cartera sino al desafortunado símbolo de la política antitabaco.

Así pues, el gobierno ha encontrado un posible remedio a algunas de sus desdichas con este intento de purga. La cuestión es llevar a cabo una política más populista, aún si cabe, con este cambio de cara que, necesariamente, será siempre más amable que la de la repudiada ministra. Este nuevo titular no hará mención al peliagudo asunto del tabaco. Don Tabaco es tan intocable como antaño porque, en lo que a réditos electorales se refiere, es ingrato; es garantía de fracaso electoral frente a opositores populistas y otros actores tan tenaces y poderosos.

Bernat Soria sólo tiene una forma de complacer a los no-fumadores, al ciudadano y al consumidor: abogando por la regulación férrea del consumo, la venta y la publicidad del tabaco hasta que los intereses tabaqueros lo expulsen. Para dimitir ya es tarde porque ha aceptado el cargo. Ahora intentan trasladar el centro de atención a otras supuestas cuentas pendientes de la sanidad pública, como lo del rollo de las células madre, cuya aprobación está sujeta a un trámite reglado casi ausente de polémica y no va a generar conflictos de intereses, comparativamente hablando.

La lucha contra la lacra es el centro de cualquier política sanitaria. Los demás son temas sino superfluos, sí de interés minoritario, para despistar la atención, en consecuencia con estrategias electoralistas conservadoras.

Entretanto, con Bernat Soria como nuevo ministro, los actores pro-tabaqueros de este país entonan su gaudeamus igitur, mientras los no-fumadores lo hacemos con nuestro requiem por el fin de la lucha antitabaco. Nuestro suplicio va a durar al menos hasta el fin de la legislatura. La tregua promete continuar más allá en el tiempo, mucho nos tememos.

jueves, julio 12, 2007

La envidia del pirómano: el fumador despistado II

Muchos fumadores llevan muy mal el verano; se agobian durante sus vacaciones, se fuman un cigarro y, creyendo que el mundo es un cenicero, lo tiran por ahí. Algunos conductores adictos soportan estoicamente el hedor de las colillas y la ceniza acumuladas en el cenicero de su coche; otros no. No sé si son los mismos que aseguran por aquí en la red que, nuestros vehículos, contaminan las calles más que sus cigarros y que ellos no tienen coche. El caso es que he visto salir de las ventanillas de todo tipo de vehículos cigarros encendidos, ya sea por Despeñaperros, ascendiendo al Montseny, o por los campos manchegos. Quienes más perjudicados salen del inextinguible fuego del pitillo son nuestros bosques. Despiste, negligencia, accidente... tienen muchos nombres los incendios que tienen su origen en un cigarro mal apagado. Además, a los fumadores también les gusta disfrutar de su artificial vicio en la naturaleza, como en el antiguo anuncio de Marlboro Country.

Las disculpas concedidas a la mano del hombre que suele estar detrás de los incendios son muchas. Hablando con personal especializado he podido saber que, en demasiadas ocasiones, se achacan incendios a causas fortuitas o naturales, ajenas a la negligencia o la intención. Así, proliferan las conclusiones oficiales que nombran como motivo de incendio a las tormentas eléctricas, a las líneas de alta tensión, a las precipitaciones de meteoritos y basura espacial o a la combustión espontánea, siendo cínicos. Son cosas que ocurren sobre todo en los ayuntamientos de las zonas rurales de la España profunda.

Las causas reales son otras en la mayoría de esos casos. Resumiendo: la quema de rastrojos y otras actividades agrícolas indebidas, las barbacoas de los domingueros y, como no, sus siempre bienvenidos cigarros, tan inofensivos como siempre.

lunes, julio 09, 2007

La envidia del pirómano: el fumador despistado I


Los incendios cigarriles normalmente se reducen al ámbito doméstico. Un borracho que se queda durmiendo en su cama con el cigarro encendido, ceniceros demasiado cerca de unas cortinas, colillas sin apagar que se tiran sobre una vieja moqueta que ha perdido sus propiedades ignífugas etc. Es normal que pase en casa de uno. Los accidentes domésticos son frecuentes y, si juegas con fuego, al final de quemas.

También hay muchos fumadores que en muchas ocasiones son pulcros en su hogar pero creen que el basurero municipal comienza a un metro de la fachada de su casa. Entonces, apenas notan el calor del incandescente cigarro consumido hasta el filtro, como si de un acto reflejo se tratase, lo lanzan asqueados lejos de su presencia, sin molestarse en ir a darle un pisotón después. Algo así debió de sucederle al emblemático edificio Winsor de Madrid. Por actitudes de ese tipo, alguien que dirigía una cooperativa de exportación hortofrutícola tuvo que prohibir fumar en todo el recinto laboral en el 2004, so pena de despido. Concedió más de una oportunidad y quiso ser tolerante, pero no le dieron opción.

En 1.996, una remesa de 500 cajas de cartón para envasado cayó pasto de las llamas a causa de un extraño accidente en una estancia donde la instalación eléctrica de seguridad no pudo tener la culpa, como tampoco pudieron tenerla los detectores de humo, que se hallaban fuera de servicio. Cuando les preguntaron a los trabajadores de ese día la razón por la que le habían cortado la alimentación a los detectores, éstos confesaron: “para poder fumar”.

En 2003, un nuevo incendio se originó en una nave de carga en el turno de tarde, a la hora de la merienda, cuando menos empleados había. Esta vez los daños fueron cuantiosos. Quedo inutilizada toda la maquinaria, sometida a las altísimas temperaturas y se tardó semanas en conseguir que la nave volviese a estar en producción. Esta vez, nadie quiso confesar, pero el informe pericial de la aseguradora concluyó: un cigarro mal apagado fue el origen.

En 2004, se vuelve a repetir la historia en otra nave diferente. Ni los equipos extintores, ni los detectores de humo sirvieron. Las llamas se produjeron a la hora de la comida e igualmente los bomberos tuvieron que acudir a socorrer el cartón, el género y la maquinaria. Para colmo, el miedo o el sentido de culpa del fumador responsable, hizo que éste cometiese la torpeza de inutilizar material de peritaje de la aseguradora y destrozar la videocámara de una reportera de televisión. Sólo eso fue la gota que colmó el vaso. Entonces, la Junta Rectora, enfurecida como nunca lo había estado, dictaminó por unanimidad la drástica medida. Para que algo así fuese aceptado, mostró su indudable condescendencia, manteniendo al fumador responsable del último incendio en la plantilla. Desde aquel momento, ni él ni nadie ha fumado en esa empresa; ni en los almacenes, ni en las oficinas.

viernes, julio 06, 2007

Timofónica y el aprovechado estado español


En alguna ocasión, en mi bitácora, he hablado de los estados, las corporaciones, el ciudadano y el consumidor. En España, el equilibrio existente entre los intereses de unos y otros es el que los no-fumadores conocemos de sobra. Es decir, el abuso por un lado y la indefensión por el otro; igual que en otros países europeos, pero con más descaro.

La sana competencia puede desarrollarse en el libre mercado. Si no sucede así de manera espontánea, el estado ha de intervenir –como lo hace a través de un organismo regulador del mercado-, evitando el monopolio y el consecuente abuso a los consumidores. De otra forma, en términos de economía social, un exceso de abuso al consumidor derivaría en la ineficiencia social y económica del conjunto.

Este es el caso del estado español y su relación con las corporaciones como se ha visto en la noticia aparecida hace unos días sobre la multa de 151,8 millones que la CE le ha impuesto a Telefónica “por abuso de posición dominante en banda ancha”. En este caso, no es sólo que el estado español consintiese el abuso de un monopolio cuya existencia trató de maquillar formalmente hace unos años. Sencillamente era partícipe y beneficiario de ese abuso.

El Estado pudo perfectamente haberle hecho algo de caso a la Asociación de Internautas, a la OCU, a la FACUA, o a los expertos en economía social, evitando así que yo pagase a precio de oro esta pésima conexión para escribir estas líneas. Pero no; para el gobierno, el acceso a Internet de la sociedad no es algo serio o importante. Para los retrógrados que teclean usando sólo los dedos índices, la prioridad nunca fue la calidad del servicio ni el consumidor. Además, en una reunión para tratar acuerdos bilaterales –en el sentido literal de la palabra-, no es fácil hacerles un feo a interlocutores tan pudientes.

En definitiva, la CE ha tenido que intervenir porque el estado español no hizo bien sus deberes desde un principio. Porque en realidad, la multa recaída es también una reprimenda encubierta al estado español, que además estará haciendo que muchos inversores y jefecillos de altos cuadros de la administración se muerdan la lengua. Lo que pasa es que no hay ni valor desde Europa, ni vergüenza aquí en España para reconocerlo.

Pero es sin duda la Industria Tabaquera la mayor enemiga de los consumidores, tanto de los propios como de los ajenos. Por su parte, un Estado que no sirve al interés público no es del gusto de los ciudadanos. España necesita algo que equilibre la balanza en este aspecto, que ya sabemos por qué extremo anda descompensada. La OCU y la FACUA saben que sólo hay una manera de defender el interés del consumidor y del ciudadano frente al peor enemigo. En España, las organizaciones de consumidores y usuarios, tienen tímida voz y no sé si en una reunión entre peces gordos tuvieron voto alguna vez. Todo ello pese a que consumidores y ciudadanos somos mayoría, curiosamente.

Espero que no tengamos que pasar la vergüenza de que vuelva a ser Europa la que nos saque las castañas del fuego, ni que sea Bruselas la que libere a España del yugo de la Industria Tabaquera. Entre tanto maquillaje con leyes de regulación del tabaco y leyes de calidad del aire, los ingenuos mercachifles piensan que se van a salir con la suya y que no van a pagar un precio por ello. Menos mal que en Europa no son tontos y ya nos dirán algo, porque nuestros politicuchos tan mamarrachos se lo están ganando a pulso.

domingo, julio 01, 2007

Tus hijos no nos importan


Una de las marionetas del gobierno, la Ministra de Sanidad Elena Salgado, ha hecho mutis ante el tirón de orejas que se nos avecina de manera inminente por parte de instancias europeas, cuando diversos estudios nacionales y extranacionales alertan de algo obvio: en España hay demasiados drogadictos y muy jóvenes.

Es lo que ocurre muchas veces en las democracias donde sólo aspiran al poder mercachifles sin vocación. El egoísmo y la indiferencia del carácter español llega a lo ridículo pasando por lo patético y, para colmo, mucha gente se jacta de ello. Eso ya no me parece ni bien ni mal, sólo normal –quizás no podamos aspirar a mucho más-. Lo que no logro entender es la necesidad de exagerar yendo más allá. Si la España disfrazada de izquierdosa ya es el paraíso de liberalistoides que se benefician de la inconsciencia de libertinarios, ¿qué necesidad adicional existe de oponerse a las regulaciones que persiguen ayudar a los jóvenes, los pobres y otros desvalidos de la sociedad para que no caigan antes de tiempo en el vicio? Necesidades particulares muchas, me imagino; para las de carácter público la imaginación no da para tanto.

Hace unos días irrumpe por unos instantes la noticia que delata el resultado de una mala praxis política llevada a cabo de una manera sostenida en el tiempo a juego con una sociedad de un egoísmo y orgullo estúpidos, demasiado motivada a hacer la vista gorda: el consumo de drogas está a la orden del día. En la permisivista España hay un consumo de coca per capita cuatro veces superior a la media europea. Todos saben que no se hace lo posible por mitigar el azote de las drogas que atenaza el futuro de nuestra juventud. Pero muy poca gente quiere reconocer que los responsables, son los que dirigen el Estado. No otros, a los que no debemos exigir responsabilidades en asuntos sobre los que no tienen control.

Elena Salgado, como Ministra de Sanidad, no es ninguna estadista vocacional precisamente. Si lo fuese, ni habría intervenido en la promulgación de leyes tímidas y ambiguas ni sus declaraciones serían tan superficiales, frívolas, cobardes y fariseas. Sencillamente, habría dimitido ante la desfachatez de un presidente de gobierno que no está de acuerdo con la implantación de una regulación seria del tabaco y del alcohol beneficiosa para el interés público; primero porque fuma y no es objetivo, segundo porque la salvaguarda de su status y el de los suyos es la prioridad, no la calidad del relevo generacional de nuestra sociedad. El futuro de nuestros hijos le importa un comino. El de su prole está resuelto y, esfuerzos de interés público que pongan en riesgo el status del partido, los justos y para los justos; ni para uno más, ni para uno menos.

Los jovenzuelos y los niños son sacrificables. Sus mentes son dóciles y maleables. Son buen alimento para el apetito insaciable de las complacientes tabaqueras. Es incómodo privar a tabaqueras, alcoholeras, cocaleras y otras depredadoras de su alimento preferido y mejor inversión: los jóvenes.

Para ello parece que la sociedad ya está bien educada para la evasión egoísta y el pasotismo crónico, disfrazados de honroso individualismo y libertad. Después de la fracasada LOGSE llega la asignatura de la “Educación para la Ciudadanía”. Otra declaración de intenciones de carácter formal, de bajo coste y sin aplicación práctica porque no va acompañada de la mejora del entorno social que acoge a los jóvenes, que está plagado de cigarros, drogas y camellos.

La asignatura en cuestión, puede decir misa. El pregón es otro: el de la doble moral, el pensamiento débil y el engaño. Es un vicio muy feo el de las autoridades españolas ese de omitir obligaciones morales básicas. Así, en relación con el tabaco, huelga apuntar un aspecto de la Ley 28/05 que delata la calidad moral de Zapatero, en el que se ha dado primacía a intereses ajenos a la salud pública infantil.

La entrada de niños y bebes a bares de fumadores

Aquí el estado confía en la responsabilidad individual. Dicta que es cosa de los padres elegir espacios sin humo cuando van con sus hijos. Que ellos no tienen nada que ver porque ya han hecho todo lo que han podido por esos niños pero que los padres son tontos. El Estado se declara incompetente para interferir en esa cuestión. Se escuda en el rollo de la libertad y de la responsabilidad. No porque se hayan favorecido intereses empresariales como muchos malpensados creemos.

A ver si nos vamos enterando, señores políticos, lo de las drogas ilegales es un “problemilla” a medio-largo plazo que tiene España. La mejor forma de empezar a atajarlo es ir cerrando la puerta de entrada a todas ellas: el tabaco. Siempre se empieza fumando. Eso todos lo sabemos y muchos lo reconocemos.