viernes, diciembre 25, 2009

El Rey pide unidad

El rey Juan Carlos I pidió el jueves, en su tradicional discurso navideño, unidad política para superar los problemas que vive el país, entre los que citó especialmente la crisis económica.

Aplicaré su discurso a nuestros intereses: espero unidad política para afrontar la lucha contra la lacra del tabaquismo. Nunca se ha cebado con tanta virulencia la falta de unidad política como lo ha hecho con esta meta social. Tras oír los últimos datos del INE sobran explicaciones. Espero que gobierno y oposición acuerden un pacto de estado para luchar contra este enemigo que es común a toda la humanidad.

jueves, diciembre 17, 2009

Los hosteleros ñoños

Tal y como pronostiqué hace tiempo, ante la inminencia de una nueva ley reguladora del tabaco, la presión mediática fomentada desde ciertos sectores va in crescendo. Presidentes de gremios de hostelería, organizaciones hosteleras fantasmas y otros impostores ya se han puesto en pié de guerra. Llegará un momento en que los ejércitos de los verdaderos beneficiarios saquen la artillería pesada y el refuerzo mediático a la causa protabaquista haga que ver la tele, escuchar la radio o leer la prensa sea insoportable. Hay demasiado volumen de intereses en juego en este país con la nueva ley y dudo que la clase política aguante estos envites así como así. Por otro lado, veremos cómo reacciona esta vez la opinión pública…

Entretanto, intentemos rebatir una y otra vez uno de los argumentos que los falsos hosteleros repiten (una y otra vez) últimamente para intentar evitar lo inevitable.

Reiterando lo que he dicho en otras ocasiones, las razones del hostelero para temer la prohibición del consumo de tabaco en todos los locales de acceso público son extrañas porque, u obedecen a intereses ajenos a la rentabilidad económica de su negocio o se basan en falsas creencias. Para la primera no existe solución al ser siempre desconocida; para la segunda sólo es necesario hacer un ejercicio básico de contabilidad. Tras hacer esto último se concluye, en el peor de los casos, que no existe relación entre las restricciones al consumo de tabaco y el consumo de servicios hosteleros.

La regulación del consumo de tabaco ha de concebirse como un asunto bilateral entre el público y el estado. Nadie discute que es deber del estado velar por la evitación de conductas heterolesivas entre los individuos administrados. En ese caso, un hostelero no puede adoptar una postura parcial auspiciando el consumo de tabaco en un lugar determinado con la excusa de que es de su propiedad. El hostelero no tiene derecho a obstaculizar una política de orden público argumentando que le molesta que no se fume en su local.

Si el hostelero se considera hasta la fecha de la restricicción beneficiario de una actividad determinada que no tiene nada que ver con su negocio, ha de explicar en términos contables la razón de ello. Aún cuando hubiese sido efectivamente beneficiario indirecto de esa actividad ajena, no puede solicitar compensación por ese tipo de pérdidas –indirectas- que se vayan a producir como consecuencia de la restricción. Por otra parte, sí tiene derecho a que el estado le reembolse lo gastado en su adaptación a una ley (por temor a las pérdidas, sea fundado o no el miedo) que es revisada de manera prematura, si las obras acometidas luego resultaran ser inútiles.

Pero insisto, es ridículo que el hostelero tenga interés en auspiciar un humo que no es él quien invierte en su producción. Una cosa es que pueda escoger el tipo de decoración de su local, el tipo estilo de música reproducido por sus equipos de sonido o la iluminación, y otra que exija que ciertas actividades de sus clientes no relacionadas con sus intereses económicos sean reguladas o no en base a un capricho personal.

martes, diciembre 15, 2009

Tabaco y cambio climático

Últimamente se está tratando desde diferentes medios el problema del cambio climático. La ONU intenta buscar una solución estos días en la Cumbre de Copenhague. Difícil problema. A juzgar por los indicios, frente a lo que desde nuestra fé ciega pretendíamos creer, en realidades limitadas, no pueden operar variables ilimitadas.

Que ahora en un planeta de 40.000 km de circunferencia quepamos bien 6000 millones de personas, no significa que existan recursos suficientes para 50.000 millones de personas en 100 años. Ahora mismo, de carbón accesible no quedarán mucho más de unos cuantos miles de millones de toneladas; de petróleo no existirán más de unos cuantos cientos de kilómetros cúbicos. Las zonas destinadas a la gestión de residuos (basureros), no pueden ocupar un área en sempiterna expansión. El crecimiento económico debe tener un límite, pues nada crece eternamente y sin fin.

Por su parte, a la atmósfera, no se puede liberar de manera sostenida en el tiempo (hasta el fin de los tiempos) CO2 a un ritmo superior al asimilable por la naturaleza. Todo esto, sin embargo, se ha estado haciendo actualmente y la solución no puede aplazarse sine die.

La crisis económica y el cambio climático parecen certificar el comienzo de la decadencia de un modelo inaplicable de manera indefinida en el tiempo en un entorno limitado (era lógico y se veía venir). Aquello a lo que actualmente llamamos crisis económica podría no serlo como tal. Podría tratarse sencillamente de una adaptación del modelo a una nueva realidad de orden físico, de tal modo que la percepción de esta realidad acarrease una serie de tendencias en consecuencia y que, al no haber experimentado precedentes en la historia de la humanidad, lo confundiéramos con aquello a lo que llamamos crisis.

Si es así, no hablamos de crisis porque las cosas jamás volverán a ser como antes. Si nuestras necesidades creadas y nuestras ansias de desarrollo seguían creciendo de manera ilimitada, la escasez de recursos lo haría proporcionalmente; lo mismo que lo hizo siempre, con la salvedad de que ahora somos conscientes de ello. Nos estamos retirando la venda de los ojos, pues hemos concluido que nuestro destino es ineludible.

Así pues, a grandes rasgos, lo único que los estados pueden hacer al respecto es promover políticas de austeridad. Promover el rechazo de la sociedad al despilfarro y reorientar la obsesión por la eficiencia. Algo fácil decir, pero imposible hacer y, sin embargo, hay que intentarlo.

Teniendo en cuenta este contexto, la dependencia de la humanidad de los intereses de la Industria Tabaquera representa uno de los mayores sinrazones imaginables. Nos amenaza la crisis alimentaria pero, pese a ello, seguimos auspiciando las esterilización de las tierras con un cultivo intensivo de enormes necesidades hídricas y cuyo valor nutricional es cero una vez envasado. La deforestación avanza a pasos agigantados y nos da igual que se talen vastas superficies boscosas y se destinen a secaderos de hoja de tabaco. ¿nos quejamos de la contaminación? Bien, pero seguimos sin hablar de los procesos industriales asociados a la manufactura de las labores del tabaco.

Podría ser que la cantidad de CO2 liberada al a atmósfera por la combustión de los cigarros y la actividad de sus fábricas de productos químicos no representase una proporción significativa en comparación con la de las plantas térmicas o la industria automovilística. Sin embargo, pensemos que las toneladas y toneladas de cigarros que se producen diariamente tienen como destino final la combustión y la liberación de tóxicos a la atmósfera. Que las humaredas de los cigarros estén diluidas por todo el territorio nacional y no concentradas en una enorme chimenea no cambia el hecho de que, mientras escribo esta líneas, se están quemando unos tres millones de cigarros innecesariamente con repercusiones catastróficas en las “capas bajas” de la atmósfera.

Hace falta una conciencia global sobre el problema de la contaminación por CO2 en la atmósfera. El humo de tabaco es un buen ejemplo a la hora de establecer símiles que crean en el público una nueva conciencia en la percepción del problema, y la propuesta de reducir esta actividad constituiría un buen punto de partida si vamos a considerar de qué podemos prescindir y de qué no en nuestra sociedad del bienestar. Máxime si este nauseabundo negocio crea adicción y malestar mientras lo que vende sigue sin valer para nada.

lunes, diciembre 07, 2009

300.000 controles en 14 días


Acabo de leer la noticia sobre el anuncio de la DGT, que realizará 300.000 tests de alcoholemia hasta el día 20 de este mes. Es cierto que es una buena medida porque está evitando que fallezcan en accidente de tráfico muchos conductores, además de otras malas consecuencias de ese hábito convertido en costumbre en este nuestro país de los records.

No me parece bien que en tres años de Ley Antitabaco no se hayan llevado a cabo unas pocas inspecciones serias en bares, restaurantes y otros locales de ocio para acabar con el más perjudicial, injusto y mortal de todos los malos hábitos.

domingo, diciembre 06, 2009

Riesgo biológico


El tabaco es peligroso para todo el mundo. También es asqueroso, sobre todo para el que no practica ese hábito. Esto no es una manía de hipocondríacos y escrupulosos porque fumar es, indiscutiblemente, antihigiénico. Sin embargo, casi todo el mundo en España tiende a obviar este detalle porque los que fuman y son ahumados son demasiados. Por eso, algo que se hace tanto es inconcebible que sea un error hacerlo; no es posible que la mayoría seamos unos guarros.

Qué le vamos a hacer, si nuestros políticos quieren que España siga siendo un narco-estado lleno de apestados y prefieren mirar para otro lado pues allá ellos. Mientras tanto, aquí seguiremos unos cuantos intentando poner ante los ojos de la población lo que los poderes fácticos no quieren que se vea.

El humo de un cigarro se compone de partículas y no es espíritu delicioso precisamente; no es un ente inmaterial. Además se expande cubriendo distancias sorprendentes y gracias a su pringue vaporizada (alquitrán de carretera) se adhiere a todas partes. Alguien que fuma y al que recientemente le han sacado una muela o le acaban de poner un piercing en la boca tiene papeletas extras, merced al humo, para conseguir que sus heridas en proceso de curación le premien su imprudencia con un una infección, que podría desembocar en una septicemia o en un cáncer. Todo el cuerpo de un fumador pasivo está en contacto exactamente con los mismos venenos que los inhalados y exhalados por el que fuma. Por tanto, si tiene una herida expuesta, ¿Corre ese tipo de riesgos? Sí, aunque menos. ¿Supone un riesgo semejante el humo de los coches? Lo siento, no estamos tratando ese tema ahora.

Pero además, entre quienes fuman, cualquier tipo de infección o cualquier proceso vírico necesita más tiempo de curación. Esto significa no sólo que el humo debilita o entorpece a sus mecanismos naturales de defensa sino que, además, dichos procesos víricos permanecen más tiempo en fase de contagio. Sin duda, la gripe A (o cualquier gripe) sería más llevadera para el sistema sanitario y toda la comunidad con el tabaco quitado del medio. Ni tantos morirían de bronquitis y neumonías, ni estos contagiarían a tantos en su agonía.

Luego tenemos otra realidad no admitida, y es que las partículas de humo de tabaco exhalado pueden servir de vehículo a todo tipo de agentes patógenos que, de otra manera, a lo mejor no penetrarían en el organismo del fumador pasivo o no lo harían en la misma dosis. También es innegable que los aquejados de tabacosis, con sus toses y estornudos extras, condimentan de manera generosa el ambiente.

¿Y qué hay de la eficacia de los antibióticos en la población? pues resulta que el consumo de tabaco, para empezar, dificulta el estudio de los medicamentos en fase de prueba sobre los voluntarios que se prestan a ello. Digamos que altera la eficacia de los antibióticos y, como es lógico, dadas sus virtudes debilitadoras del sistema inmunológico, ayuda a virus y bacterias a desarrollar resistencia a los medicamentos.

En cuanto a las pretendidas propiedades terapéuticas del tabaco y la nicotina: que si puede ayudar a prevenir las alergias, que si cura el estrés y la depresión, que si se está desarrollando una variante de tabaco transgénico que va a curar el sida etc., todo eso es y será mentira, mentira y mentira. Y si tuviese alguna rebuscada propiedad farmacéutica, la agencia del medicamento jamás daría su visto bueno. Lo siento, demasiados efectos secundarios y demasiadas contraindicaciones.