domingo, febrero 17, 2008

Control, erradicación y prevención

No creo que sea propio de un no-fumador el interesarse por el uso que se pueda hacer del tabaco en la intimidad. El cultivo de la planta de tabaco en la jardinera de la terraza de un piso, el secado de su hoja en el tendedero de la ropa, la trituración con un almirez, etc. y la experimentación del individuo en su privacidad del acto de fumar en sí, -la práctica de lo conocido como autoconsumo- no es tabaquismo.

El problema está en la comercialización del tabaco. La venta al público, su promoción y, por tanto, la creación de toda una industria entorno a ello es lo que nunca debió existir. Ahora, los intereses creados y el ingente número de beneficiarios directos hacen muy difícil que el problema pueda ser atajado sin lucha, sacrificios y tiempo.

Actualmente, en lo que concierne al tratamiento general del problema del tabaquismo, se habla de control. Tanto la connotación asumida por el uso del término “tabaquismo” como el fin denotado por la palabra “control”, nos indican que sólo se pretende abordar el aspecto específico de un problema que es más complejo y amplio. Amplitud que trasciende lo estrictamente sanitario.

Si por un lado consideramos que el tabaquismo es un mal económico y social, además de sanitario público, llegamos fácilmente a la conclusión de que una lacra tan arraigada sólo puede ser abordada de manera eficaz con medidas aplicadas a los diferentes frentes mencionados de manera simultánea, y esa iniciativa debe ser auspiciada desde la voluntad política.

Si por otro lado hablamos de “control” referido al tabaquismo, incurrimos en una incoherencia. Esa palabra pone de manifiesto que no se pretende solucionar un problema sino mantener sus consecuencias en la salud pública a raya ¿alguien se imagina que en 1942 se destinasen políticas orientadas al “control del nazismo”?

Entonces, siendo coherentes, si deseamos atajar de una vez por todas de manera sincera el problema del tabaquismo, debemos dejar claro que las medidas para luchar contra el mismo deberán estar orientadas a la erradicación. Hablar de “control” sobre algo que está siempre fuera de control supone, como siempre, una declaración de intenciones, una operación de maquillaje, una disculpa formal.

Por eso, desde el auténtico movimiento antitabaco, nunca se hablará de control; más bien se hablará de erradicación. La erradicación se materializará en la reconversión total de las empresas tabaqueras sellada mediante la consecutiva ilegalización del comercio del tabaco. Una vez que esto quede claro, y no deje lugar a dudas, tras la erradicación quizá podamos hablar de la prevención.

viernes, febrero 15, 2008

Homicidio imprudente en masa

La comercialización del tabaco, el fomento de su consumo y el auspicio de los intereses de la industria tabaquera, conlleva una responsabilidad criminal para quien actúe llevando a cabo cualquiera de esas tareas o que, de forma directa e intencionada, favorezca el consumo de tabaco. Porque es posible que vender o cultivar tabaco en sí no mate. Pero sí lo hace el inexorable destino de toda esa hojarasca seca de tabaco envenenada: la combustión y la inhalación de su producto.

Por eso, hacer como hace, apología de su consumo, una organización pantalla de la industria tabaquera llamada el “Club de Fumadores por la Tolerancia”, constituye una actividad criminal. Esos señores saben perfectamente que quienes comparten su vicio, corren el riesgo de morir y que es moralmente inaceptable que ensalcen en público el acto de fumar bajo la bandera de la libertad individual. Aún así, ellos proceden con su cometido sin tan siquiera ruborizarse pese a que todo el mundo sabe por qué lo hacen.

Pero más condenable es, aún si cabe, la buena predisposición de la prensa mercenaria y de nuestros parlamentarios a escucharles cada vez que quieren pronunciarse en público. No nos engañemos, a día de hoy es absurdo que ciertos medios de comunicación insistan en presentar a estos señores tan tolerantes como tertulianos válidos –e incluso interlocutores válidos-, cada vez que el gobierno propone nuevas regulaciones sobre control de la venta y consumo de tabaco.

Francamente, a mi jamás se me ocurriría asistir a un debate en cualquier medio de comunicación si alguno de estos señores está presente. No es cómodo ni apropiado pretender que personas involucradas en la muerte de 60.000 personas al año merezcan ser escuchadas, salvo si es en el banquillo de los acusados de la sala de un tribunal.

Figuran como miembros integrantes del Club de Fumadores por la Tolerancia José María Mohedano y Javier Marías, entre otros.

lunes, febrero 11, 2008

Nuestra lucha contra el ruido llega a su fin



He aquí una notificación del Ayuntamiento más ruidoso de toda España.

Destaco el orgulloso intento de atribuirse la potestad discrecional de ejecutar el auto y ofrecernos la resolución judicial como la gracia de una entidad que cumple porque sus miembros lo han decidido democráticamente –porque tienen buena voluntad-. Habría tenido sentido este acuerdo si a lo largo de todo el proceso hubiésemos ido recibiendo notificaciones sobre lo que se iba debatiendo al respecto, sobre cada una de nuestras solicitudes, reclamaciones y denuncias o, si llegado este momento, aún cupiese recurso por parte del Ayuntamiento; pero no es ni ha sido el caso.

No se debate ni se vota en democracia sobre la procedencia de cumplir y hacer cumplir las leyes y las sentencias judiciales. Sólo se procede y ya está.

La amenaza de los que no queremos fumar

En cualquier caso, todo esto está siendo una interesante experiencia para conocer el comportamiento de las administraciones españolas. Es un microcosmos en el que podemos estudiar a pequeña escala los entresijos burocráticos con los que nos toparemos los que no queremos fumar de gorra y que, en un futuro próximo, nos enfrentaremos al Estado para conseguir aquello que nos pertenece por justicia. Ya hemos aprendido la lección y estamos hartos de escuchar promesas incumplidas y de leer leyes en papel mojado. Pero hemos tomado nota y pronto se librará la madre de todas las batallas en los tribunales. Las pruebas están siendo reunidas y los nombres anotados. Tanto el Estado como las administraciones autonómicas tarde o temprano sucumbirán ante nuestras impetuosa determinación. Una vez que las demandas comiencen muchas cosas van a empezar a cambiar en este país en lo que respecta al tabaco, su consumo y su venta. La razón y tres años van a ser suficientes para que los responsables rectifiquen, nos paguen y pidan perdón. La administración ha tenido tiempo de sobra de hacer las cosas bien por las buenas y no ha querido. Ahora es tiempo de que se hagan como debieron hacerse desde un principio: por las malas.

viernes, febrero 08, 2008

Está claro lo esencial

Los políticos socialistas se han hartado de decir que es muy difícil regular el consumo de tabaco en lugares públicos, aunque sean cerrados. ¿Es complicada la aplicación de la regulación? Es posible. Tienen derecho a hablar de lo difícil que les resulta no fumar en lugares de acceso público con techo las personas que están acostumbradas a fumar en ellos; no un ministro de Sanidad. Si el ministro de Sanidad no es capaz de conseguir algo que la sociedad considera fácil, ello sólo puede deberse a su incompetencia o a que sus superiores no le prestan el auxilio debido, deliberadamente.

Saber y hacer saber dónde no se puede fumar es muy sencillo. Si alguien quiere inhalar su dosis, antes de echarse la mano al bolsillo, mirará al cielo como encomendándose a Dios -tiene 40 razones en forma de carcinógenos para hacerlo-. Si cualquier obstáculo le impide ver el cielo, ha de abstenerse en ese momento. Aplazará la quema de cigarros para otra ocasión y en otro lugar, o saldrá al exterior.

La imperiosa necesidad de fumar en un lugar y momento concretos es solamente achacable al síndrome de abstinencia. Si un individuo no es capaz de respetar una norma tan sencilla, tiene un problema de autocontrol que lo convierte en un inadaptado social, al mostrarse incapaz de respetar a desconocidos. Si eso le sucede, debe buscar ayuda médica de manera urgente. Si no lo hace, entonces a esa persona adicta al tabaco fumado, se le puede acusar de falta de responsabilidad.