sábado, diciembre 16, 2006

Unos hosteleros pícaros y chapuceros

Con la Ley 28/05 salen a la luz muchos de los instintos que históricamente fueron casi bandera de la hispanidad. En el país del Motín de Esquilache, los pícaros consiguen sacarle partido al “vuelva usted mañana”.

Los subterfugios y recovecos del texto son un magnífico instrumento que le permiten al hostelero descafeinar y endulzar una ley con tan agrio sabor. Todo ello gracias al pitorreo de la señalización de-quita-y-pon. Es más, supone una inigualable oportunidad de hacer estudios de mercado para ver que les conviene: si más humo por aquí y menos por allá, o reducción aquí y ampliación allá.

De este modo el consumidor siempre se ve motivado a visitar locales que cada día parecen uno diferente. Cada vez que entra un mismo local puede aguardarle una sorpresa diferente, un olor diferente. No nos conformábamos con rezar para que, en un local señalizado como libre de humos en su totalidad, alguien no se echara la mano al bolsillo de la camisa para abrir la veda. Ahora la cosa es más interesante y variopinta.

Gracias a que es barato imprimir los carteles de www.msc.es en cantidades industriales y comprar celo, España se ha convertido en pionera del cumplimiento dinámico de normativas. Debe de ser un avance novedoso y ejemplo de flexibilidad y respeto a la libertad de los propietarios. Es algo de lo que debe de estar orgullosa una Administración tan paciente y condescendiente que, simplemente, confía en la buena fe de la gente.


Todo está concertado de manera brillante, la sincronía no suele fallar. Cuando un local incumple, meses después de una insistida denuncia, por fin a la inspección le toca hacer su trabajo: dar el chivatazo al propietario. Si hay una cosa que un inspector no soporta es que le den plantón y le hagan perder el tiempo. Por eso hay que alertar al propietario para que tenga todo bien preparadito y apunto en el momento de la visita. De otra manera, la agenda podría no cuadrarle con tantos retrasos en la inspección por culpa del dichoso tabaco.

Puede que el restaurador se lleve una multa por no tener separada la carne de cerdo de la de ternera en el frigorífico pero en cuanto a la zona de fumadores, ¡no nos pongamos así!, Con una palmadita en la espalda me aprendo la lección. Es muy frecuente lo de hoy pongo el cartel “Espacio sin humos”, mañana pongo el de “Se permite fumar”, pasado no pongo ni el uno ni el otro o los mezclo; hoy habilito zonas de fumadores aquí, mañana las habilitó allá. Es muy divertido lo de los carteles que aparecen y desaparecen, o que se mueven de sitio. Igual que los ceniceros “a la carta”; si me los pides te los doy, pero ten cuidado que lo hago con mucho disimulo, como cuando te pasan el perico o la maría desde detrás de la barra por la noche en el antro.

Otro truco es el del eterno cartel que prohíbe fumar sólo “temporalmente”, hasta que se realicen las obras pertinentes. Eso sirve de disculpa a los susceptibles y belicosos fumadores. El hostelero chapucero conoce bien su papel y sabe ser servil con quien le conviene complacer. Estos carteles tratan de responsabilizar al impío estado de la desgracia en forma de privación que se cierne sobre el fumador conforme éste entra: La culpa la tiene al temible brazo de la ley estatal en forma de inspectores y policía, que quede claro. No se hace referencia en la señalización al fumador pasivo, cuya ignominiosa existencia sobra.

Por tanto, es deber del hostelero chapucero el de suplicar y arrodillarse ante el Cigarro su Señor, así como guardarles respeto y veneración a sus representantes en la tierra: los fumadores.

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