viernes, febrero 15, 2008

Homicidio imprudente en masa

La comercialización del tabaco, el fomento de su consumo y el auspicio de los intereses de la industria tabaquera, conlleva una responsabilidad criminal para quien actúe llevando a cabo cualquiera de esas tareas o que, de forma directa e intencionada, favorezca el consumo de tabaco. Porque es posible que vender o cultivar tabaco en sí no mate. Pero sí lo hace el inexorable destino de toda esa hojarasca seca de tabaco envenenada: la combustión y la inhalación de su producto.

Por eso, hacer como hace, apología de su consumo, una organización pantalla de la industria tabaquera llamada el “Club de Fumadores por la Tolerancia”, constituye una actividad criminal. Esos señores saben perfectamente que quienes comparten su vicio, corren el riesgo de morir y que es moralmente inaceptable que ensalcen en público el acto de fumar bajo la bandera de la libertad individual. Aún así, ellos proceden con su cometido sin tan siquiera ruborizarse pese a que todo el mundo sabe por qué lo hacen.

Pero más condenable es, aún si cabe, la buena predisposición de la prensa mercenaria y de nuestros parlamentarios a escucharles cada vez que quieren pronunciarse en público. No nos engañemos, a día de hoy es absurdo que ciertos medios de comunicación insistan en presentar a estos señores tan tolerantes como tertulianos válidos –e incluso interlocutores válidos-, cada vez que el gobierno propone nuevas regulaciones sobre control de la venta y consumo de tabaco.

Francamente, a mi jamás se me ocurriría asistir a un debate en cualquier medio de comunicación si alguno de estos señores está presente. No es cómodo ni apropiado pretender que personas involucradas en la muerte de 60.000 personas al año merezcan ser escuchadas, salvo si es en el banquillo de los acusados de la sala de un tribunal.

Figuran como miembros integrantes del Club de Fumadores por la Tolerancia José María Mohedano y Javier Marías, entre otros.

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