domingo, noviembre 02, 2008

Agnes de Dios: Una monja muy fumadora

Es posible que Ron Brugal y la Fundación Altadis España patrocinen ciertos eventos culturales. Eso explicaría lo insólito de algunas escenas tabáquicas en muchas obras teatrales. A veces, el rostro constreñido de los productores y directores al comentar ante los medios la incorporación de elementos ajenos en sus propias paridas da cuenta de ello.

Esto es sólo una posibilidad teórica que puede tener reflejo o no en la realidad. En un escenario así, en el que la producción teatral da muy poco dinero sin el debido patrocinio, la Industria Tabaquera tomaría las riendas de la situación y compraría un canal comunicativo privilegiado para difundir sus mensajes. El impacto visual -sensorial en este caso- es esencial para conseguir dos objetivos primordiales de una inversión a plazo indefinido: la normalización del acto de fumar desde el rescate retrocultural y la invitación a desafiar prohibiciones en su interés; como si los “intentos de censura administrativa” aplicada al fumeteo fuesen una cuestión moral asociada a las trama argumental de la obra representada.

Actores de amarillentos dientes, nos proponen la última moda en estravaganzza teatral. Una monja muy fumadora y a mucha honra.

La obra es una adaptación estética de la obra de un tal John Pielmeier. Dicen que la han acomodado a los tiempos modernos. Ya existe una película de 1985 protagonizada por Jane Fonda. Por tanto, me parece que este forzado remake sólo destaca por la intención de sus escenas de tabaco. Para los que tenemos un mínimo de cultura, ese trasfondo que invita a una supuesta reflexión, es sólo apto para ingenuos con complejo de garrulos porque el tema propuesto para la reflexión y el debate está ya muy visto; es desfasado y cateto.

Aquí tenemos la presentación:

El dramaturgo americano John Pielmeier leyó en un periódico que el cadáver de un bebé había sido encontrado en la celda de una monja y, aunque el hecho en sí no llamó especialmente su atención, sí sintió interés por las posibilidades de reflexión que suscitaba. Comenzó a escribir Agnes de Dios espoleado por las preguntas de si existen los santos en el mundo de hoy y si son posibles los milagros en una sociedad marcada por el laicismo más rotundo. Las protagonistas de Agnes de Dios, la doctora Livingston, que procediendo de una educación católica ha abandonado la religión, y la madre Miriam, que ha llegado a la devoción como última agarradera que la libera del mundo, del demonio y la carne, encarnan, sólo aparentemente, las dos posibilidades de enfocar el drama: a partir del racionalismo o la fe. A una y a otra, el terrible suceso les remueve los débiles cimientos de sus creencias.
¿Quién fue el hombre que entró en el convento y sedujo a la hermana Agnes? ¿O fue ella la seductora? ¿Cómo es posible que ninguna de las monjas se diera cuenta de que la hermana Agnes estaba embarazada? ¿Es verosímil que ni la propia novicia conociera su estado? ¿Acaso la concepción del bebé fue por intervención divina? ¿Fue Dios, tal como afirma la hermana Agnes, quien estranguló a ese niño concebido por un ángel caído para llevarlo inmediatamente a su divina presencia? ¿Crimen o milagro?

El trailer no tiene desperdicio. Da pena en el fondo la atriz fumadora, que tiene que estar hasta la narices de fumar en cada representación, sin cobrar su plus de toxicidad. Muchos dirán que es necesario caracterizar a la monja así. Que es la mejor forma de recordar que, detrás del hábito, hay una mujer, un ser humano. Otros dirán que detrás del hábito lo que se esconde son los intereses de la Industria Tabaquera.

Los comentarios de los actores y el director tratan de justificar las peculiaridades de los cambios estéticos (porque no hay otros notorios a parte de lo del tabaco) con las coletillas liberaloides de siempre:

“…He optado por una visión muy libre, es decir, he pretendido que se acercara lo mas posible a los espectadores de hoy, a los espectadores españoles...”

“…nada es blanco ni es negro, sino que todas las relaciones entre los personajes están llenas de matices…”

“…será el propio público el que tome sus propias conclusiones…“


Pero lo mejor son los criterios empleada a la hora de remodelar la estética. Ellos dicen que se ha optado por el minimalismo y la sobriedad (con unos muebles de diseño muy bonitos, por cierto) en los que priman las líneas rectas y las formas lisas. Es cierto que no hay decoración añadida y los colores predominantes –un acierto- son el blanco y el negro. Ni siquiera veo otro color en el trailer. La verdad es que lo único que destaca visualmente, lo único que queda realzado con tanta sobriedad reapartida, es el cigarro encendido y las volutas de humo. El tabaco no pega en ese escenario ni con cola.

En conclusión, no recomiendo que vayáis a ver esta obra salvo que queráis que os atufen impíamente con humo de tabaco. Quizá tenga interés pedir palco o última fila y conservar la entrada para luego deducir la pertinente reclamación o denuncia.

No hay comentarios: