viernes, diciembre 02, 2011

Una cultura de la ventilación y la calidad del aire

En otro tiempo, se llegó a creer que las ratas aparecían en los hogares como resultado de la llamada “Generación Espontánea”. Eso fue hace demasiados años. Hasta no hace mucho, pese a los avances y descubrimientos científicos en microbiología, se seguía pensando que para coger un catarro podría faltar como requisito la exposición o preexistencia en el ambiente del virus en cuestión. Hoy sabemos que la generación espontánea no existe.

Pero es más, la mayoría de los casos de contagio de gripes y catarros no se dan entre los humanos cuando interactúan al aire libre mientras pasan frío. En realidad, pagamos un alto precio por guarecernos en entornos de arquitectura cerrada: la renovación del aire suele ser muy lenta, con lo que los virus y bacterias proliferan mientras nuestro tiempo de exposición a los mismos es irremediablemente mayor.

Dejando el riesgo biológico a un lado, tenemos el problema de los contaminantes que se producen como resultado de la actividad humana en los edificios: desde el producto de la transpiración hasta los humos del cocinado y, por supuesto, el de tabaco. A primeros de los noventa, la Industria Tabaquera, en un ejercicio de anticipación, comenzó a hablar del Síndrome del Edificio Enfermo, para culpar a la falta de ventilación en los edificios de ciertos cuadros patológicos que empezaban a presentar algunos empleados de oficinas, a la vez que excluía al humo de tabaco como factor determinante de la enfermedad.

La verdad es que si bien la ventilación en los edificios construidos hoy en día es deficiente a todas luces; el humo de tabaco siempre sobra y desluce una buena ventilación, a menos que se considere que el fin de la misma es poder fumar.

En la búsqueda de un confort fisiológico y psicológico óptimo, la arquitectura moderna ha venido apostando por estancias amplias, luminosas y bien ventiladas. Consecuentemente, el nuevo Código Técnico de Edificación que aún se está diseñando, establecerá unas especificaciones de obligado cumplimiento para las viviendas y edificios de nueva construcción, en las que se dará prioridad a la salubridad, a veces en detrimento del ahorro energético.

Pero la realidad a pié de calle es otra y la gente no se queja lo que debería porque la suciedad en el aire no se ve y no es tangible. De eso han estado aprovechándose la Industria Tabaquera y la Hostelería en sus ansias de ahorrar costes, y ello ha sido posible porque la aplicación práctica de las normas de ventilación, ya de por sí poco exigentes, no se ha llevado a efecto en muchos casos. También se han valido este tipo de empresarios de la nocturnidad para incumplir otras normas fundamentales en muchos locales de ocio -digamos pubes y discotecas-. Así, una concepción del éxito empresarial basado en el trato degradante a la masa consumidora ha dado lugar a que se lleve a cabo una política de hacinamiento en la gestión del negocio, excediendo límites de aforo con la displicencia de la Administración concedente. A esto se ha venido uniendo la superación del límite de decibelios con igual actitud al respecto por parte de las Autoridades Municipales.

Como se puede suponer, la situación en su conjunto ha tenido como colofón el exabrupto de fumar en el local, convirtiendo estos entornos en lugares infernales en términos de confort y salubridad.

Pero centrándonos en la calidad del aire, ¿se pueden hacer cosas para solucionarlo? Sí, a nivel personal en muchos casos basta con no hacer muchas cosas, es decir, no produciendo innecesariamente contaminación. Podemos instalar una campana extractora y usarla convenientemente cuando cocinamos; podemos diseñar un sistema de ventilación forzada que garantice la rápida renovación de aire en todas y cada una de las estancias en un edificio o nuestra vivienda etc., pero la solución depende del celo dedicado al respecto por parte de las administraciones.

Bebemos varias veces al día agua, y nos preocupamos de ingerirla limpia pero respiramos decenas de veces por minuto y no nos preocupa que el aire que va a nuestros pulmones esté sucio. Sin duda, existe un error de percepción de la realidad que nos impide ver la importancia de evitar la exposición a aire que está contaminado. Y no sólo encontramos este problema en el aire de espacios interiores. Este mal afecta por desgracia al propio aire exterior con el que se supone que debemos ventilar nuestros edificios; en muchos casos por la imposición caprichosa de la sociedad: Chimeneas de hogar, incendios forestales, quema de residuos agrícolas, quema en basureros municipales, sitemas de escape de gases defectuosos en motores de explosión, humo de tabaco etc. Igualmente, el ímpetu científico ha logrado que se dicten soluciones teóricas al respecto, como la Ley de Calidad del Aire. Sin embargo, la aplicación en España de este tipo de leyes, una vez más, sigue siendo sui generis.

Erróneamente, se ha venido pensando que la sociedad civil no puede hacer nada relevante respecto a este tema. Se ha pensado siempre que el principal y único contaminante es el derivado de la actividad industrial y sus productos. Pero el dar por sentado algo así nos ha llevado a obviar la cuantía residual de contaminación que más nos afecta a pié de calle; dentro de nuestras propias casas. Se ha venido desacreditando a las voces disidentes que mantenían un punto de vista complementario con la excusa de que la contaminación de la “atmósfera” es cosa de entes lejanos que se hallan fuera de nuestro alcance y que cuyo tratamiento es competencia de instancias superiores, quizá de aquellos que negocian el Protocolo de Kyoto; que solo hay que fiscalizar la actividad de las grandes refinerías, las plantas petroquímicas, el consumo de combustible para aviones y automóviles etc.

Pero señores, aunque la acumulación de CO2 en la atmósfera y sus consecuencias a medio-largo plazo son algo muy serio, el origen de la contaminación que más molesta y enferma en el tiempo vital la mayoría de los ciudadanos está y se produce en su propio entorno. ¿Alguien se ha dado cuenta de lo tóxico y molesto que es el humo de las chimeneas de los vecinos en invierno? ¿y el pestazo que a menudo proviene del basurero municipal? Hay que aplicar una regulación efectiva al respecto.

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