domingo, agosto 12, 2012

¿Le molesta?

La Ley ha respondido de manera muy clara a una demanda social histórica: nadie tiene derecho a fumar en sitios cerrados de acceso público porque hacer algo así atenta contra la salud de terceros y porque es de mala educación molestar a desconocidos.

A pesar de que llevamos año y medio de aplicación de la reforma, a fecha de hoy, queda alguno (su número no llega ni a minoría) cuyo síndrome de abstinencia le anima a intentar beneficiarse de la anticuada tolerancia.

Tal y como preconizaba el ya decadente Club más Tolerante de Toda España, aún queda a quien le sigue conviniendo comportarse como si la permisión de fumar en bares debiera decidirse puntualmente en base a acuerdos personales entre los usuarios presentes en el bar. Es decir, una persona entra en un bar, pregunta de compromiso a tres o cuatro personas de las inmediaciones si les molesta que fume y, como por estadística sabe que al español le gusta camuflar su cobardía en la hospitalidad y la toleración, la mayoría va a contestarle que a ellos en concreto no les molesta. Así, envalentonada por el síndrome de abstinencia se va a sentir legitimada para encenderse el pitillo –y de hecho lo va a hacer-. El respeto a la Ley se deja fuera de juego y actuar conforme a ella se tacha de delación.

Esta predisposición del público es un problema de conciencia mucho más serio y trascendental de lo que parece. Este tipo de cosas nos hace pensar que con esta costumbre de “tolerar” y mirar para el otro lado no vamos a salir de la dichosa crisis económica en la vida, por ejemplo. Hace falta urgentemente una campaña de concienciación incidiendo en el problema; una medida positiva destinada a contrarrestar ese tipo de actitudes donde el miedo lleva a la indiferencia y a tolerar ciertas conductas antisociales, ilegítimas e ilegales, propias de seres deshumanizados en muchos casos.

Hay que dejar claro que fumar no es una ventaja social y que si alguien, a sabiendas de que ya está prohibido por ley, lo hace en un local cerrado, incurre en su chulería para empezar. Solicitar a un desconocido permiso para fumar allí donde está prohibido es un acto conscientemente intimidatorio, pues el que lo hace sabe que crea un problema donde no lo hay al propiciar una situación algo más que incómoda con su afrenta.

El propio Ministerio de Sanidad debería dejarlo claro a través de una campaña informativa: el fumar o permitir fumar donde la Ley lo prohíbe como método de socialización, ofrenda de hospitalidad, regalo de amistad o con fines artísticos de trasgresión vanguardista no tiene gracia alguna y es una infracción en toda regla, y además grave en su calificación moral.

Mucha gente escuda su debilidad condescendiente agarrándose al argumento de que previamente le habían pedido permiso para fumar “con educación”, pero obviando así dos aspectos fundamentales. El primero es que ellos no son quienes para erigirse como portavoces o representantes de todos los usuarios presentes y futuros en el bar; que a ellos no les moleste el humo no significa que no le vaya a molestar al resto de la humanidad. El segundo hace que todas las disquisiciones anteriores sobren: está prohibido.

Si no lo entendemos bien, apliquemos la técnica de preguntar si molestamos y pedir permiso en entornos semejantes. Así, ¿le molesta a usted que me salte este semáforo en rojo? ¿le molesta a usted que vaya a 160 km/h por esta carretera? ¿le molesta a usted que supere la tasa de alcoholemia al volante por esta autovía? ¿le molesta a usted que mienta en mi declaración de la renta? ¿le molesta a usted que ahora cobre el paro mientras estoy trabajando? ¿le molesta a usted que no pague mis impuestos? … ¿le molesta? ¿pero a usted le molesta?, porque si a usted no le molesta me interesa saberlo.

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