miércoles, junio 13, 2007

¿Por qué la gente sigue fumando donde está prohibido?

Muchos piensan que la regulación del consumo de tabaco en un lugar determinado es sólo potestad del propietario. Sin embargo eso es un imposible porque el propietario, sin usar la coerción, difícilmente podrá hacerlo. Lo que determina si se fuma o no en un local es la adicción a la nicotina del individuo, la cual siempre actúa en el mismo sentido. Ni el Estado ni el propietario pueden controlar la voluntad de un enfermo de tabaquismo sin el uso de la coacción.

Es así y no es de otra manera. Pero eso sucede a gran escala porque la venta de tabaco no es ilegal. Entonces, para futuros adictos al tabaco, es muy difícil evitar caer en una trampa cuya legalidad fortuita ha sido heredada, como si de un derecho dinástico se tratase, pero nada más. En estos tiempos, habiendo la humanidad reconocido el error histórico en el que incurrió al mantener su legalidad, la protección dispensada al comercio del tabaco por parte de los estados es sólo el resultado de la imposición de unos pocos, de sus criterios y de sus intereses.

Muchos no quieren fumar y nunca habrían empezado a hacerlo si el tabaco hubiese sido “normalizado” de acuerdo a su naturaleza; declarando su ilegalidad. El comercio de los productos del tabaco, como el de cualquier otra droga dura, debe desarrollarse en las mismas condiciones que lo hacen otras drogas como la cocaína o la heroína y su contrabando debería ser perseguido en consecuencia.

Ya asumida la legalidad del comercio del tabaco, la 28/05 se incumple con tanta exageración porque no se multa; no porque no se hagan guardias de vigía ni porque los usuarios la infrinjan. Eso de multar no se lleva en este inmaduro país. Es más, se ve mal, se desaconseja y se impide desde arriba. Por mucho que quiera un policía multar, ni sus superiores ni la sociedad se lo ponen fácil.

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