martes, enero 15, 2008

El engaño de las tabaqueras al feminismo


Garganta Profunda fue estrenada a primeros de los 70. Curiosamente, esta película de éxito tiene al tabaco como protagonista en su escena más memorable. En cierto momento, en un gesto que provoca la risa del espectador por lo artificial del hecho, Helen le pregunta a su amante que le practicaba el sexo oral: “Mind if I smoke, while you're eating?”.

Aquello era un gesto contestatario que representaba la culminación de todo un camino. La comercialización de la píldora, supuso para la mujer de los años 60 un paso de gigante hasta alcanzar la liberación sexual. Una conquista más del feminismo era la demostración de que podían fumar igual que los hombres -sólo que con más glamour y estilo-. Así pues, Helen celebraba sus nuevas conquistas en nombre del feminismo fumándose un pitillo.

Durante los Locos Años 20, la industria pudo observar como algo anecdótico el que algunas cabareteras y actrices comenzaran a fumar. En los años 30, las rutilantes estrellas hollywoodienses comenzaron a ser el vehículo perfecto para difundir el vicio. Ya había actrices declaradas fumadoras.

En los años 50, Sir Richard Doll, buscando el por qué de ese inusitado aumento de los cánceres de pulmón entre sus compañeros de profesión, concluyó en su investigación, que sólo el tabaco podía ser la causa. De todas maneras, la epidemia siguió su proceso de expansión y, habiendo llegado la proporción de varones blancos adictos al cigarrillo a límites teóricos, era hora de que la industria tabaquera enfocase sus estrategias de marketing a la seducción del colectivo femenino.

No fue difícil consolidar la moda del tabaco entre las mujeres estadounidenses. En realidad, era inevitable que sucediese de manera espontánea ante la nueva realidad social. Si las mujeres estaban haciéndose acreedoras de los mismos derechos que los hombres, fumar era un derecho y a la vez símbolo de todos ellos. Lo era porque se podía hacer en cualquier momento y lugar. Era el medio visual perfecto para exhibir la recién adquirida emancipación y sus implicaciones: éxito social e independencia económica.

Esto sucedía en los E.E.U.U hasta los años 80. Comenzada la década de los 90, ser visto fumando no era motivo de orgullo ni para mujeres ni para hombres. El glamour y el estilo que la sigilosa publicidad tabaquera les había prometido a las mujeres jamás había existido. El tabaco nunca premió a nadie con nada, ni fue un síntoma o consecuencia de éxito social; sólo produjo adicción y enfermedades en quien lo había consumido.

La industria tabaquera es un actor social que con salvajismo y crueldad ha conseguido siempre desplazar su mercado hacia las partes menos concienciadas, cebándose con los colectivos más débiles; diezmando la salud biológica, económica y social de los colectivos más desfavorecidos. Todo ello gracias a su populachera intoxicación mediática, ante la mirada displicente de los estados.

A fecha de hoy, en España, el prototipo de mujer de mediana edad fumadora es otro bien distinto de aquel al que la industria tabaquera le gustaría promocionar. Puede ser el de una infeliz ama de casa en un barrio pobre de Madrid, el de una joven llena de complejos y con tendencia a la obesidad, o el de una prostituta cocainómana.

El cebo y el cepo

En todos los países y comunidades procede siempre de la misma manera. Primero esquilma sus caladeros a base de engaños entre los hombres de clase acomodada. Cuando las tasas de consumo permanecen estables o se van reduciendo entre las élites masculinas, las estrategias de persuasión se dirigen a la población femenina y, finalmente, a los jóvenes. El guiño de la publicidad hace uso de los deseos de éxito social e independencia de las mujeres jóvenes.

Pero muchas variables escapan al control incluso de las tabaqueras. Así, una vez tendida la trampa, la adicción parece discriminar clases y colectivos para cebarse en los más débiles de entre los débiles. Aquella mujer ideal, joven y brillante, segura y realizada que sólo sostenía un cigarro encendido; erigida en icono de la industria tabaquera, se desvanece día a día, calada tras calada, hasta terminar siendo lo que nunca quiso ser. El cigarro termina convirtiéndose en el símbolo de su fracaso y en compañero de desdichas. Como el vestigio de lo que pudo ser y no fue. Como la bandera blanca de la rendición. Sueños rotos y evasión.

En atención a Herminia

Enlaces:

http://www.inwat.org/


http://www.tabaquismo.freehosting.net/mujerytabaco/mujeresytabaco.htm

1 comentario:

No Amarás dijo...

Yo digo que cuando alguien sabe que es sensual siendo sí mismo, no hay más que hacer que relajarse, y disponerse a disfrutar...