martes, enero 13, 2009

Determinación

En 1998 el presidente de los Estados Unidos Bill Clinton fue juzgado mediáticamente por su conducta sexual (escándalo Lewinsky); por llevar a cabo determinadas prácticas en el ámbito de su intimidad, sin que éstas afectasen a terceros, en ellas mediase coerción de alguna manera, o afectasen a su labor como líder mundial. Aún así, fue sometido por el congreso al “Impeachment”. Es decir, un juicio político a raíz de una excusa estrictamente moral.

Ahora, los no-fumadores caemos en la cuenta de que hay un grueso de escritores, periodistas, artistas, políticos e intelectuales de los que valoramos su trabajo pero que, sin embargo, les reprochamos tímidamente el flaco favor que le hacen a la causa antitabaco valiéndose de su carta de presentación. Por supuesto, ni la sociedad ni la justicia van tan siquiera a lamentar su incapacidad para salir del error intelectual cuando se pronuncian sobre el tabaco, y ello pese a que no se trata sólo de una cuestión moral, sino de acciones que afectan a terceros. Entonces, para poner orden estamos nosotros; para evitar que les salga rentable o asegurarnos de que no les sale gratis decir tonterías y ordinarieces; para que se lo piensen mejor antes de comprometer su carrera profesional o su reputación por culpa del tabaco.

A veces hay que radicalizar posturas para contrarrestar la influencia del enemigo. Hemos de sacrificar paciencia y condescendencia para no caer en la frivolidad. Así de complicada es la lucha antitabaco porque en el mundo sólo hay dos bandos: los que venden tabaco y los demás, y sólo se puede estar del lado de uno de ellos. Estos que venden tabaco representan un enemigo tan duro y tenaz que es inevitable que nuestra confrontación implique daños colaterales.

Los medios desplegados por la Industria Tabaquera para extender su influencia son tan imponentes, invasivos y se hallan tan enquistados en nuestra sociedad que no podemos permitir que los defensores de los intereses o apólogos accidentales de la lacra se escuden tras su reputación social; tras la admiración que despiertan en las masas.

Escritores, periodistas, artistas, políticos e intelectuales hay muchos. La mayoría son igual o más admirables que los que juzgaremos pero además no defienden el tabaco, o al menos no se pronuncian en público sobre el asunto; hay muchos donde elegir. Debemos hacer un esfuerzo por cambiar en tal caso nuestras preferencias y dar la espalda a todo aquel que manifieste una actitud obstaculizadora en nuestra lucha contra los intereses de la Industria Tabaquera y, además, hacedlo saber para que sepa por qué debe guardar silencio antes de decir alguna frivolidad que ofenda al sentido común. Es vital poner en práctica este tipo de estrategias de aislamiento desde todos los frentes si queremos neutralizar los movimientos de la Industria. Es posible que nos resulte difícil a veces hablar con el más hipócrita de los desprecios sobre aquello que nos gusta leer, ver o escuchar, pero pensemos que quizá eso mejore el bienestar y la salud de generalidades de personas, e incluso salve vidas.

El militante antitabaco ha de exhibir su clara determinación en tales casos para transmitir la importancia de su causa aunque lo tachen de radical, mientras su situación de desamparo actual persista. Por mal que siente a muchos, la experiencia futura revelará que en el fondo siempre tuvo razones para tomárselo tan a pecho. El humo de tabaco mata; el reproche y el desprecio, sólo estimulan.

No tenemos dinero como ellos cuando propagan su doctrina manipuladora pero sí la voluntad y la razón de nuestra parte. El que, sin justificar su motivación, valiéndose de su profesión como instrumento beneficie directa o indirectamente los intereses de la Industria Tabaquera, ha de ser vituperado sin dilación por muy reconocida que sea su obra. No debemos sentir miedo, vergüenza o, ni mucho menos, piedad. Los siete enanitos no la tuvieron con cientos de millones de consumidores cuando declararon bajo juramento que el tabaco no era adictivo. Tampoco muchos interesados en que se siga fumando en el interior de las cafeterías españolas la tienen con nosotros.

Esto es una guerra, debemos mostrarnos firmes y seguros en nuestras convicciones. La manipulación mediática de la Industria Tabaquera es vulnerable a la agresividad de los no-fumadores y nuestra piedad es espartana.

Extraída de aquí publico una lista de personas a las que, si algún día ostentase mando suficiente, trataría de encarcelar o expulsar de este país. Esa sería la manera más eficaz de neutralizar su perniciosa actividad:

César Alierta, Presidente de Telefónica

Charles Henri-Filippi, Presidente de HSBC France

Amado Franco Lahoz, Presidente de Ibercaja

Javier Gómez Navarro-Navarrete, Presidente de Aldeasa y Consejero de Sogecable

Gonzalo Hinojoso Fernández de Angulo, Presidente del Consejo de Administración del Grupo Cortefiel y Consejero de Telefónica

Gregorio Marañón y Bertrán de Lis, Presidente de Roch Farma (sí, una empresa farmaceútica), y Consejero de Logista, PRISA, Sogecable, Viscofán y Lafarge Asland

Jean-Pierre Marchand, Director General Honorario de Societé Générale, Consejero de Seita.

Patrick-Louis Ricard, Presidente y Consejero Delegado del Grupo Pernod-Ricard. Consejero de Société Générale y de Provimi

Wulf Von Schimmelmann, Director General y Consejero y Presidente del Consejo de Administración de Deutsche Postbank AG, Consejero de Deutsche Post World Net Group y de Accenture.

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