jueves, enero 15, 2009

El síndrome de la bata blanca

Esta mañana he intentado entrevistarme sin éxito con el Director del Centro Hospitalario Torrecárdenas de Almería, básicamente con el objeto de devolverle a la institución algo que no es ni mío ni del familiar al que dieron de alta hace poco: una bata azul de paciente y una vía intravenosa. En fin, iba a quejarme por una serie de despistes médicos y administrativos y una mala praxis de empleados del servicio de ambulancia. Entonces, como estaba enfadado, he reparado más de la cuenta en lo del tabaco, tanto a la entrada como a la salida.

Tenía en mente, además, preguntarle al Señor Director qué tal va su unidad de tabaquismo, ya que se supone que los hospitales andaluces van a empezar a ofrecer atención médica especializada al que quiera dejarlo. No todo va a ser prohibir y prohibir, ¿verdad? En fin que me gustaría informarme de primera mano de cómo va el tema porque, como no fumo, no puedo comprobarlo personalmente, salvo que me haga pasar por un adicto de esos saturando, aún más si cabe, la Seguridad Social.

La entrada, ya fue sufrida, pues tuve que avanzar entre las columnas de humo de las líneas enemigas hasta alcanzar la primera puerta corredera y, después, aguantar la respiración para atravesar el espacio que queda hasta la segunda (en ese espacio se acumula bastante tufo).

Ya me parece poco estético y obsceno, tener que soportar en las puertas del hospital la visión de aquello que satura el sistema sanitario, pero lo que me escandaliza sobremanera es ver al personal sanitario, con sus batas de médico y de ATS haciendo juego con la ordinariez. Espero que no sean esos médicos los asignados para que ayuden al público a dejar de fumar.

Particularmente desagradable me resultó la desfachatez de un médico que llevaba hasta el estetoscopio colgando del pescuezo. Mientras yo salía tuvo la osadía de enseñarme su increíble capacidad pulmonar y su capacidad para aguantar la respiración, como si fuese campeón de apnea:

Apura el pitillo dando la más profunda de las últimas caladas que he visto; mientras retiene el humo en sus pulmones se despide de sus compañeros y cruza la primera corredera acristalada, la segunda…y, una vez dentro, diez segundos después expulsa todo el humo en una interminable expiración hasta que la bocanada termina llenando sus alrededores de esa niebla gris que se distingue al trasluz. Algo que podía haber hecho en la calle o en su casa, ¿no os parece?

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