domingo, agosto 22, 2010

Mercenarios

Acabo de ver en el cine esta película dirigida por Silvester Stallone. Una mierda de película. No tanto porque no sea entretenida y espectacular sino porque es infantil y con unos mensajes asquerosos.

Sin adentrarme en un estudio semiótico que revelaría una mentalidad machista, carca, prejuiciosa y, en definitiva, una forma ruda de concebir la realidad... vamos a lo nuestro, que es lo peor. Ya sabéis, lo del tabaco y el flaco favor que nos hacen a los que no queremos el pestazo en el pelo y en la ropa, ni en el pelo y la ropa de nuestros hijos.

Siempre son los mismos, los cuatro capullos de siempre que insisten en usar Hollywood y la industria del cine para meternos a traición la promoción del acto de fumar. De Arnold Schwarzenegger ya es sabido y notorio que le parece bien que se fume con libertad en más sitios de los que a nosotros nos gusta que se fume y la Ley Californiana le deja. De Stallone ya sabemos que es uno de los actores que más dinero ha recibido de la Industria Tabaquera de manera declarada en la historia del cine. En cuanto a Bruce Willis, Mickey Rourke y otros, ya sabemos que saben fumar; de sobra.

Se hace apología en la película de un estilo de vida determinado, ya visto en otras ocasiones. Pero aquí hay más énfasis que otras veces. Se recrean de manera larga y tendida con el placer de tatuarse. Pero el concepto de tipo duro tatuado en moto de macarra no podía dejar de estar aderezado con el vicio que tanto fastidia al prójimo de la manera en la que ellos lo practican. Así, tenemos trio de ases liberando volutas de humo hasta en cabinas de avión en pleno vuelo durante casi toda la película : pipas, puros y cigarrillos.

Pero lo que más indigna es el tipo de público hacia el que claramente va dirigido: los adolescentes. Gracias a películas como esta, tenemos que soportar en los años venideros que nuestros jóvenes fumen como descosidos mientras pillan una epatitis C o un cáncer de cartílago al hacerse un tatuaje o ponerse un peircing; mientras estos mercenarios de las transnacionales del vicio se frotan las manos y se parten de risa a nuestras espaldas.

Es un golpe bajo a nuestra causa.

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