jueves, mayo 24, 2007

Mercenarios

El Liberalismo, para un mismo problema, propone diferentes soluciones como válidas. Distintas entidades ofrecen visiones diferentes sobre un mismo hecho. Se evita por tanto la consagración de una verdad como la única y absoluta.

En un entorno liberal, el Estado no ejerce una férrea labor de fiscalidad y control característica de otros modelos. En el extremo contrario de la balanza tendríamos los totalitarismos.

Las instituciones y los individuos interaccionan libremente y el Estado actúa conforme al principio de mínima intervención; pero lo hace. En el plano económico prescribe una serie de normas imprescindibles para que el libre comercio pueda prosperar sin los inconvenientes propios de su puesta en práctica sin más. En definitiva, el modelo liberal persigue, como cualquier otro, el bien de la humanidad. En tal caso, al Estado le correspondería la loable función de optimizar el rendimiento social y económico de la libre sociedad y sus mercados. Pero en España, parte de la autodenominada "Derecha Liberal" no parece entenderlo así. Al menos cuando aborda el problema del tabaquismo, cuya existencia no reconoce. No lo hace porque la prevalencia del tabaquismo en España no es tanto sanitaria como política y económica.

Las regulaciones antitabaco han encontrado como arma en la confrontación política su uso principal. Gran parte de esta tendencia radica en el populismo político que no ha dudado en atribuirse la recurrencia a falsos postulados liberales; para encubrir su defensa a ultranza de intereses tabaqueros de los que, por otra parte, tanto parece nutrirse.

De todas formas, su respaldo ideológico en este sentido i.e una facción de estos pseudo-filántropos y liberaloides, no duda en basar la necesidad de defender el libre comercio y consumo del tabaco en la salvaguarda de libertades, aún incurriendo en errores intelectuales y contratiempos axiomáticos. Esta “actitud” se traduce en un resultado: la celosa protección de los intereses de la Industria Tabaquera.

En términos globales, tanto sociales como económicos, esa falta de regulación tendría además como consecuencia la ineficiencia social y económica del auténtico –sin adulterar- modelo liberal. No renuncian a la regulación porque crean que el Estado no debe imponer normas que optimicen el orden social y económico evitando la aparición de conflictos, amparándose en la bandera de la libertad; lo hacen porque el gobierno que actualmente dirige este estado es socialista.

Podemos decir que, la percepción que el ciudadano está recibiendo sobre qué es el Liberalismo a través de gran parte de los medios de comunicación nacionales, está severamente contaminada por varias fuentes. Una de esas fuentes es la mismísima Industria Tabaquera. Sabiendo esto, comprenderemos que la oposición compulsiva a las regulaciones del tabaco, no es una característica del liberalismo; sino del mercenariazgo.

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