domingo, junio 03, 2007

Partido de los NO-FUMADORES V

DÍA 5 Y ÚLTIMO

PANEL 15

La idea básica de lo expuesto anteriormente es bastante elocuente para el caso de la hostelería y la restauración. Este ha sido desde hace muchos años el principal objetivo de la Tabacalera. Por tanto, es también quizás nuestro primer campo de batalla. En España, es particularmente escandaloso cómo el Estado se ha plegado en este sector a los intereses de la Industria Tabaquera. Aquí tenemos la base desde la que podemos empezar a dar a conocer nuestro movimiento. Creo que deberíamos empezar por ridiculizar la doble moral y la cobardía con la que el Ministerio de Sanidad opera en la hostelería. Por ejemplo, podemos recordar el lema de la campaña lanzada por el Ministerio de Sanidad, “Elige espacios sin humo. Por lo que más quieras” y hablar de cómo el Estado ofrece a los padres la remota posibilidad de no envenenar a sus hijos cuando van con ellos a un bar cualquiera. Que más que proteger la salud pública con esa campaña, lo que hace es recordar que en España las leyes del tabaco nunca son vinculantes y su utilidad depende de la buena voluntad de la gente. Como si el Estado nunca fuese responsable, sino sólo el votante, que nunca se esfuerza lo suficiente para librarse del humo con su borreguil inclinación por el susodicho; después de todo el esfuerzo que ha hecho el Estado por él.

Otra cuestión candente que puede darnos mucho juego es la situación de los trabajadores en la hostelería. A muchos se les ha negado el derecho a un ambiente libre de humo de tabaco “con todas las de la ley” de manera, para ellos, bastante arbitraria.


PANEL 16

He estado repasando los contenidos de la página de Stanton A. Glantz, profesor de medicina en la Universidad de California en San Francisco, http://www.tobaccoscam.ucsf.edu/ads/index.cfm. En este preciso enlace creo que podemos encontrar material publicitario, muy dedicado a la hostelería, para promocionar el partido. Naturalmente, además de traducir al castellano habría que adaptar contenidos de los anuncios para su uso práctico en España.

PANEL 17

Siempre he tenido la impresión de que el movimiento antitabaco en España se centra en exceso en el aspecto sanitario. Con ello parece que la sociedad inconscientemente –aunque quizás manipulada por la política tradicional y por la Industria del Tabaco- ha obviado el perjuicio general ocasionado por el tabaquismo en otros ámbitos.

Como bien se detalla en el programa, las implicaciones sociales y económicas son grandes desconocidas para la sociedad. El aspecto sanitario asusta a la población fumadora y, cada vez más, a la no-fumadora en lo que a efectos perceptibles e inmediatos se refiere. Por su parte, a los Gobiernos, cuando menos, les “incomoda” el asunto. Por eso creo que en la página debemos recordar que el perjuicio en términos de Salud Pública existe, pero también tenemos que demostrar, a modo de novedad, que la justificación por parte del Estado del auspicio del tabaco como mercancía legal y como negocio próspero es inexistente. De hecho, existen multitud de estudios e informes avalados por instituciones de reconocido prestigio que echan por tierra los argumentos sobre los que se ha basado el Mito Número 10: “El tabaco es bueno para la economía”. Esos estudios podrían ser una buena portada.

En un segundo nivel de concreción, debemos hacer hincapié en la relación existente entre la Industria del Tabaco y la Hostelería. Aquí es donde más fácilmente podemos dejar en evidencia los “errores” cometidos hasta ahora. Pero hemos de ser cautelosos a la hora de juzgar a la Hostelería, la cual, al igual que los propios fumadores ha de ser considerada como víctima –su gremio-. El uso instrumental que la Industria del Tabaco ha dado a la Hotelería y la Restauración aparece en estudios sobradamente contrastados.

Algo que conlleva cierto riesgo para nuestra credibilidad, pero que podría salir bien, sería el no restringirnos a criticar una Ley discriminatoria para ciertos trabajadores o unas políticas económicas y electoralistas poco menos que corruptas llevadas a cabo por la Administración a la hora de firmar acuerdos con productores de tabaco o intereses pseudo-hosteleros en España, así como para forzar la concesión de subvenciones provenientes de fondos europeos. Existen indicios en proceso de prueba que demostrarían que muchos presidentes de gremios de hostelería y restauración miran más el beneficio de la Industria antes que el del propio gremio al que representan por alguna razón de peso. También es conocido el favor concedido desde dentro de muchos cuadros intermedios de la Administración. Si no podemos ofrecer nombres concretos, o unas acusaciones así resultasen hoy por hoy, “políticamente incorrectas”, quizás podamos abrir el debate disimuladamente e incitar así a la opinión pública para que lo haga por nosotros.


PANEL 18

Llevamos algún tiempo siguiendo muy de cerca el pronunciamiento de la llamada “Derecha Liberal” en España sobre las regulaciones del tabaco, opiniones que han acabado asumiendo los discursos electorales de corte populista independientemente de su tendencia. En nombre de la libertad se ha logrado confundir al público de la peor manera que se podía esperar. Se observa como este liberalismo sui generis gana día a día adeptos, pero lo hace por un cauce inapropiado. Ciertas publicaciones periódicas tratan de divulgar una perversión del Liberalismo, como mera arma política para derrocar el socialismo imperante en España. En teoría, el tratamiento que un no fumador debe otorgarle en su discurso a estos grupos debería ser análogo al usado para contrarrestar la influencia de la Industria Tabacalera: hay que intentar aislarlo. El liberalismo económico, será un modelo totalmente válido para dar solución a todos los problemas de la sociedad incluyendo éste. Pero habrá que aclarar que en España el liberalismo que se opone a la regulación del tabaco no es merecedor de esa denominación sino de otra bien distinta. Habría que convencer a la gente de que “el verdadero liberalismo”, también busca la disminución de las tasas de tabaquismo porque valora la responsabilidad social, que también es partidario del control y la regulación del tabaco y que, estos otros que tanto se hacen oír, son sólo emisarios de la Industria Tabaquera. Quedando así metidos todos en un mismo bote, como cualquier portador de un discurso que tenga como objeto la oposición a las regulaciones del tabaco.

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sábado, junio 02, 2007

Partido de los NO-FUMADORES IV

DÍA 4

PANEL 12

Volviendo a la “toma en serio” por parte de los votantes, me parece que sigue siendo complicado por la falta de concienciación y lo difícil que resulta la divulgación de informes y estudios apropiados. Es una pena porque incluso gran parte de los votantes más escépticos y reacios, se afirmarían en el convencimiento de que el tabaquismo es un problema de primera magnitud, si tan sólo dispusieran de la información pertinente. Como habéis dicho antes, si supiesen lo que sabemos nosotros porque lo hubiesen leído como lo leímos nosotros, las cosas cambiarían bastante. El tabaquismo tiene en la ignorancia su mejor aliada. No lo olvidéis.

Es imprescindible cierta labor de divulgación de contenidos de aspecto técnico, no sólo el destape de los trapos sucios de nuestro enemigo. En un votante bien informado, el problema del tabaquismo rivaliza en importancia con cualquier otro achacable a la gestión política como pueda ser el paro, la lucha antiterrorista o el precio de la vivienda. Por supuesto, hay que convencer a la población de que el problema es, ante todo, político. Ciertos políticos han de ser en general los culpables en primera instancia y sin disculpas. Con valentía y buena voluntad política esta lacra no nos afectaría. Dicho de otra manera, el tabaquismo ha de ser el resultado de la flaqueza moral de personas concretas en el poder o, añadiéndole audacia a la acusación, el producto de la corrupción de políticos con nombres. A estas personas habrá que buscarlas, señalarlas con el dedo y apartarlas del puesto que ocupen. Expresándonos con diplomacia, una acusación así no alarmará a la opinión pública, que en muchos casos creerá que era un secreto a voces. Pues es normal que exista una minoría oportunista que merezca ser perseguida, dados los nocivos efectos para la sociedad, consecuencia de un cuestionable proceder en el desempeño de sus funciones públicas.

PANEL 13

Ahora que lo dices, además, es algo inevitable que suceda algo así. Sólo es cuestión de tiempo. Sucederá algo parecido a lo que ha sucedido durante estos años con el secreto a voces que era la existencia de la corrupción urbanística. Actualmente ya no es secreto y no es ficción. Culpables concretos están siendo procesados. Ahora bien, esto no es posible hoy por hoy hasta que la sociedad no cobre conciencia sobre el problema; hasta que la sociedad no se de cuenta de que los intereses económicos generales no justifican el sacrificio, ni tan siquiera la merma, del bienestar y de la salud pública. Entre otras cosas, porque los intereses tabaqueros ni siquiera eran generales o comunes sino muy particulares. Resumiendo, hasta que no se considere el auspicio por parte de cargos públicos de los intereses tabaqueros como delito o inaceptable socialmente, pasará mucho tiempo.

PANEL 14

Me gustaría hacer hincapié en la necesidad de emplear una estrategia de aislamiento a la hora de tratar a la Industria Tabacalera. Recuerdo un artículo del que fuera alcalde de Madrid, Joaquín Leguina, titulado “Gordos, fumadores y otros proscritos”. Tenemos que dejarle claro al público que nuestro objetivo es sólo uno: acabar con el tabaquismo. Y que no hay ninguna intención ulterior. Han de saber que nuestra “manía” al tabaco no es extrapolable a otras áreas; que después del tabaco, no la vamos a tomar con el sector vinícola; después de los fumadores –contra quienes además no va la cosa- no vamos a perseguir luego a los obesos o a los homosexuales. Nuestro único interés será la lucha antitabaco y no perseguimos a nadie ni nos la damos de misioneros o salvadores.

Volvemos a lo mismo. Tenemos que hacerle saber a la gente lo indiscutible: el tabaco es prescindible para nuestra sociedad. Por otro lado se tiene que llegar al convencimiento de que es algo perjudica a todo el mundo y no beneficia más que a unos pocos que, además, no se van a morir de hambre por muy deprisa que acabemos con el cigarro. Por tanto, todo el mundo ha de sentirse perjudicado por este mal común. Los que no se sientan perjudicados directamente, al menos deberán reconocer su ineficiencia económica y el daño que causa a sus congéneres y a nuestra sociedad en general. Cualquiera que sea propietario de un negocio no directamente relacionado con la Industria Tabaquera, cualquier empresario que emplee o no a fumadores, ha de sentir que la Industria Tabaquera de manera directa o indirecta le endosa a su negocio los gastos que el humo del cigarro ocasiona.


DÍA ANTERIOR, DÍA 1, DÍA 2

viernes, junio 01, 2007

Partido de los NO-FUMADORES III

DÍA 3

PANEL 7

Yo lo que veo es que la gente no va a creerse eso de que el tabaco condiciona tanto sus vidas. Es muy difícil percibir unas ventajas que van de lo potencial a lo hipotético, pues nadie ha vivido en un mundo sin tabaco desde hace 500 años. Muchas de nuestras afirmaciones siempre van a sonar espurias, sencillamente falsas o exageradas. Entre otras cosas porque la mayoría de los ciudadanos de a pie nunca serán conscientes del alcance y la magnitud de este problema (no leen lo que nosotros, no saben lo que nosotros).

PANEL 8

Posiblemente, la divulgación de los diferentes estudios que señalan con el dedo al tabaco sea imprescindible. El problema es que la sociedad no se rinde fácilmente a evidencias científicas, médicas y estadísticas. A la gente sólo le interesa lo inmediato. Pero, aún cuando nosotros sabemos que las conclusiones se apoyan en estudios de máximo rigor científico, debemos evitar el abuso de fuentes soporíferas a las que los actores pro-tabaqueros y a algunos liberalistas de todas formas les fue fácil desprestigiar mediante la siembra de la duda. Si queremos evidenciar la inconveniencia del tabaco en todos los ámbitos, sería buena idea intentar desplazar el punto de mira principal hacia otros aspectos diferentes del sanitario. Bastante gente ya sabe que el tabaco es malo para su salud; pero aún no es suficiente. Nos hemos centrado en exceso en el perjuicio en sí de un hecho. El agente ha quedado como algo impersonal, pues los culpables no son concretos, son abstractos o indeterminados (la sociedad en sí, los intereses económicos…). La centralización del problema en el aspecto sanitario parece exonerar a los poderes públicos, a políticos concretos, a industrias concretas. Nunca se ha concretado la escala y la magnitud del problema. Aun cuando el escenario en el que nos movamos parezca abstracto en cuanto a límites y actores, no podemos estancarnos en la generalización. Corporaciones, estados, ciudadanos y consumidores son conceptos con los que nadie tiene que por qué estar familiarizado. No tendremos que buscar cabezas de turco. Los verdaderos culpables han de ser tangibles; han de tener cara y nombre en un futuro. Intentaremos demostrar que existen.

PANEL 9

Personalmente me parece inadecuado para nuestros intereses el tono que estáis empleando a la hora de describir el problema y señalar culpables. Da la sensación de que nuestro movimiento lo encabezan iluminados que se creen en posesión de la verdad absoluta. Eso es sin duda algo que espanta a cualquiera. Incluso un mero exceso de seguridad en afirmaciones asimilables para cualquiera puede dar lugar a la fácil tergiversación. Los propagandistas tabaqueros son muy hábiles haciendo creer al público que el mero intento de liberar al fumador de su hábito o imponerle cualquier regulación del consumo es totalitario, facistoide y filonazi. O sea que mucho cuidado con eso. Las afirmaciones y las acusaciones han de formularse con cara amable y humildad. El discurso apasionado de otras épocas ya no se lleva.

PANEL 10

Precisamente, tras leer las primeras versiones del manifiesto daba esa sensación, ahora que lo mencionas. Menos mal que a base de remodelaciones has conseguido aislar a un culpable a favor del que nadie está. Me parece más “prudente” la última versión. No se señala con el dedo a nada ni a nadie pero se recuerda o se destapa el quid de la cuestión. Sólo se refiere al mal como un ente abstracto. Ha sido una buena idea lo de inventarse un enemigo sin rostro, referido como “La Gran Tabacalera” o la “Industria Tabacalera”. Nadie se siente aludido y nadie se siente ofendido. Lo que preocupa más son otras alusiones como “la clase política de este país”. Aunque no aparezcan siglas, todos sabemos cuáles son los partidos políticos mayoritarios. Parece un insulto en general a la democracia española y por ahí se nos podría atacar, eso sin hablar de que pueden relacionarlo, una vez más, con nuestra radicalidad, nuestro extremismo, nuestro totalitarismo...

PANEL 11

Haré una aclaración sobre la redacción del Manifiesto.

Diferentes versiones fueron escritas a lo largo de Diciembre del año pasado. Las primeras eran escuetas y más “diplomáticas”.

En vista de la nuestra pérdida de iniciativa para llevar a cabo el proyecto, decidí reelaborarlo, aportando detalles más profundos y dotando al texto de un tono grandilocuente. El resultado final es un texto que, utilizado para los fines del partido, para muchos adolecería de una solemnidad arcaica por lo pretencioso de su forma y de su contenido. Además, se pueden encontrar numerosas notas discordantes con los fines, (más conciliadores), incluidos en la redacción del estatuto del Partido.

La secuencia narrativa al comienzo y hacia el final se asemeja de hecho en estructura al Manifiesto del Partido Comunista de 1848 por K. Marx y F. Engels. La razón de esto y de lo explicado en el párrafo anterior es que el propósito del texto, quedando yo sólo en la redacción, pasó a ser lúdico. Pensaba incluirlo en un futuro en mi bitácora precedido por una versión modificada del Estatuto y de transcripciones de conversaciones en su mayoría ficticias, simulando un debate sobre la conveniencia de crear el Partido de los No-fumadores.

Nunca llegué a publicar nada de eso. No lo consideré prudente, pues temo que el mero hecho de hablar sobre un partido político así pueda incomodar al sentir general de simpatizantes de otras organizaciones afines, que sólo parecen aprobar la lucha por la causa desde la Sociedad Civil en sentido estricto. Prefieren no llevar a cabo una acción que pueda comprometer su carácter apolítico. Por eso, no recomiendo la publicación de enlaces a este tipo de documentos en foros salvo consentimiento expreso de interesados y administradores.

Si creéis que un manifiesto puede ser útil, podéis modificar éste; añadir o quitar párrafos, cambiarlos, ampliarlos, tomar el texto como referencia o inspiración para crear uno nuevo, o usarlo directamente tal y como está.


DÍA ANTERIOR, DÍA 1

jueves, mayo 31, 2007

Partido de los NO-FUMADORES II

DÍA 2:

PANEL 4

Es una lástima que la sociedad civil tenga tantas dificultades en ser oída. Es evidente que se halla sola y desatendida en esta lucha. Los miembros del movimiento tenemos una sensación de impotencia e indefensión; no percibimos al Estado como nuestro aliado protector, precisamente. Además, los actores pro-tabaqueros, aunque diversificados en diferentes sectores económicos, comparten un objetivo común –el libre consumo sin regulaciones que amenacen sus intereses-. Forman un bando muy cohesionado. Entre ellos, su interés y su unión es total; entre los no-fumadores, la falta de esa unión y el desinterés acucian.

Pienso que un partido podría crear una base sólida desde la que incorporar nuevos efectivos al movimiento y podría adquirir cierta fuerza e influencia. De una manera o de otra, daría publicidad a la causa y mantendría el debate social abierto. Es el objetivo: hacer que se hable del asunto. El debate aceleraría el proceso de concienciación de la sociedad, cosa que sólo puede jugar a nuestro favor. ¿Por dónde habría que empezar?


PANEL 5

Habría que empezar por dar fe pública del acuerdo de constitución (mínimo 4 miembros) mediante acta notarial. Habría que redactar el Estatuto, luego se depositaría en el Registro de Partidos Políticos del Ministerio del Interior.

Un compañero nos ha confeccionado un estatuto, el cual está siendo sometido a los últimos retoques. Me interesa que os fijéis en los fines. Son en esencia los mismos que los de cualquier asociación de no-fumadores. Sin embargo se amplía algo el campo de actuación. Se deja claro que el fin no es perseguir a los fumadores. De hecho, no podemos renunciar a ese electorado que es -y en muchos casos se siente- víctima. Es por eso por lo que se establece como propuesta la subvención de tratamientos para dejar de fumar por parte del Estado. A diferencia de otras asociaciónes, creemos que es imprescindible reducir el número de fumadores, independientemente de que los derechos de los no-fumadores estén salvaguardados mediante restricciones y delimitaciones de espacios de uso público. Mucha gente se ha quejado de que muchos no-fumadores ofrecen una cara frívola cuando hablan de “cuales no son sus objetivos”. En este sentido, debido a la ausencia de un compromiso social integrador en este ámbito (que por supuesto incluya a fumadores y no-fumadores), algunos han tachado a nuestro movimiento de egoísta y pretencioso. Es obvio que todos queremos ofrecer una cara amable que convenza a todo el mundo salvo a los que, por evidentes razones económicas, no sea posible. A los fumadores es posible convencerlos. A los vendedores no.


PANEL 6

¿Qué ventajas puede suponer con respecto a una asociación? Ninguna. Esto es otro medio más a través del que conseguir objetivos. De hecho no tienen que por qué reñirse ambos medios. Son diferentes formas de encarar un problema. Hoy en día los partidos gozan de mucha publicidad. No es agradable recurrir a la política, sobre todo cuando ello puede provocar rechazo por parte de algunos de los simpatizantes del movimiento. Sin embargo, con las armas que hemos luchado hasta ahora es como si combatiésemos usando pistolas de agua. Un partido político siempre ha de ser oído porque tiene algo con lo que negociar y voz para atacar a quienes amenazan sus intereses. Es sin duda difícil mostrar una cara amable cuando se milita para defender una meta cuya demanda siempre ha sido atribuida a la sociedad civil. La coerción pacífica ya era razón más que suficiente para que los actores pro-tabaqueros nos colocasen el sambenito de la intolerancia. Ellos sabían que la docilidad de sus oponentes tenía los días contados. Por tanto, con este salto cualitativo, el riesgo de ser llamados intolerantes se incrementa. Hemos de convencer a la gente de que el tabaquismo supera cualquier magnitud, que es necesario y beneficioso para la sociedad combatirlo y que no existen muchas otras maneras de hacerlo. El entrar a la palestra era una consecuencia lógica de la incapacidad de los políticos para atajar el problema, problema que no fuimos nosotros quienes lo politizamos y los que permitimos que se enquistase. En tal caso, el movimiento ha de presentarse con su clara determinación como algo capaz de promover una solución definitiva.

DÍA ANTERIOR

miércoles, mayo 30, 2007

Partido de los NO-FUMADORES I

Unos zelotes enfermos de tabaquina, personae non gratae para los políticos y otros “estanqueros” de este país, intercambian impresiones e ideas sobre cómo podría concebirse un partido de no fumadores.

DÍA 1:

PANEL 1

Se me ha consultado para que manifieste mi parecer sobre la conveniencia o no de inscribir un partido político de no fumadores. No me habéis provisto de mucha información al respecto sobre la que trabajar. Diré qué me parece así a primera vista algo tan “inaudito”.

La idea de formar un partido me parece algo descabellada. Si de verdad fuese lo más efectivo, ¿No sería lógico que alguien se nos hubiera adelantado? Además tengo mis reservas en lo que a nuestro posible mercado electoral se refiere. Por una razón o por otra, me da la sensación de los hipotéticos votantes siempre encontrarían mil y una razones para votar a cualquier otro partido. Sin embargo, como he dicho, esto no son aún ni conjeturas, sólo primeras impresiones.

Tampoco veo clara la viabilidad de la inscripción en sí. Habría que evaluar cuanto dinero, cuanta gente y, sobre todo, cuanta motivación requeriría una empresa de esas magnitudes. No estoy por la labor de erigirme como uno de los promotores de la iniciativa pero podéis contar conmigo en lo que pueda ofreceros: algo de tiempo y dinero, pero no de actuación pública. Para eso estáis vosotros.

Espero no defraudaros con mi escepticismo. De todas maneras, no olvidéis que estoy aquí para me convenzáis. No para prejuzgar desde un primer momento.


PANEL 2

Algunas consideraciones:

Hay algunos que piensan que fundar un partido puede ser algo efectivo sólo a largo plazo, es decir, cuando ya tengamos una Ley como en Italia y la aplicación de medios sea efectiva, de modo que un partido gestionado de manera torpe podría ocasionar más perjuicio que beneficio a la causa. En un supuesto así, el Partido dejaría de tener sentido.

A eso tengo que responder primero que no veo que nuestros objetivos se vayan a conseguir tan pronto -ojala así fuese- y, segundo, que las organizaciones de la Sociedad Civil y el Partido no tienen que por qué ser uno sólo o depender la una del otro.

La decisión por nuestra parte de intentar formar un partido, no ha sido tomada a la ligera sino que ha sido el producto de una larga y profunda reflexión. No creo que sea contraproducente en ningún sentido embarcarnos en esta empresa tan ambiciosa, entre otras cosas porque el “no” a nuestras pretensiones ya lo tenemos de una manera o de otra; pero sobre todo porque, aunque la imagen que demos de cara al público pueda en algún momento parecer torpe, ingenua y desafortunada –debido a nuestra falta de experiencia principalmente-, la razón siempre estará de nuestra parte y lo más probable que puede ocurrir –si alguna influencia llegamos a tener- es que aceleremos la consecución de las metas sociales en cuestión.

Por otro lado, muchos piensan por la misma razón, que el partido podría tener una vida limitada a la consecución de esos objetivos tan concretos. Si el partido evoluciona, muta o desaparece, cualquiera de esas tres cosas se producirá como consecuencia de una buena noticia. De todas maneras, si la mayoría no cree que el partido deba tener unos objetivos tan específicos o limitados, por mi parte estoy dispuesto a debatir sobre la posibilidad de desarrollar un programa más extenso que abarque más áreas que las estrictamente relacionadas con el tabaco.


PANEL 3

Yo creo que lo que me comentaba mi padre el otro día sobre el tema era bastante sensato y lo podéis transmitir a la gente para justificar la constitución de un partido diferente:

“A los políticos les importa muy poco el problema. A ellos lo que les importa es seguir en el poder y seguir cobrando sus sueldos. Toda esa caterva de fumadores y borrachos son votantes al fin y al cabo. Así que toda esa blandenguería no es más que una manera de capear el temporal y no ganarse un fracaso electoral. Prefieren ir dejando pasar las cosas para ir sobrellevando los problemas en vez de atajarlos con soluciones drásticas pero justas. Es una gran verdad: gran parte de los comportamientos humanos se explican o por motivos de dinero, de poder o de sexo. Se nos quiere hacer creer que hay razones nobles y sensatas en lo que hacen o dejan de hacer, cuando no es más que hipocresía y demagogia pura y dura.”

martes, mayo 29, 2007

¿A quién votan los no-fumadores?


A nadie. Votemos a quien votemos lo haremos a la Industria Tabaquera. Hoy por hoy es así. Ningún partido político en España está en disposición de defender nuestros intereses de una manera minimamente satisfactoria. De hecho, si no fuese por la presión externa (O.M.S y U.E.), las cosas irían de mal en peor indefinidamente para los que no queremos fumar de gorra.

Un estético ejemplo del compromiso moral de nuestra clase política en su lucha contra el tabaquismo, es la foto de estos sugerentes regalitos repartidos con tanta generosidad entre el vulgo que frecuentaba un mercadillo almeriense el sábado. Haciendo memoria, resulta obvio que nunca se acordó, como se pretendió hacer con la lucha antiterrorista en su momento, eso de no usar como arma política el tabaco. Pero da igual porque la intocabilidad del status económico del tabaco y el libre fumeteo en la hostelería se daban por descontados, tanto por el gobierno como por la oposición. La Industria Tabaquera y los fabricantes de mecheritos, por desgracia, son muy “amigos” de todos y cada uno de los partidos políticos.

sábado, mayo 26, 2007

Los apestificados

Muchos estiletes de la Industria Tabaquera en España dicen que por culpa de una ley taliban promovida por la Ministra de Sanidad Elena Salgado, un colectivo al completo ha sido convertido en los “apestados” de la sociedad; vilipendiado, insultado y condenado al ostracismo.

La palabra “apestado” apela a la compasión del que no fuma. Puede que no trate de hacer sentir culpable al no-fumador por el simple hecho de no compartir el mismo hábito que ese colectivo, pero sí consigue que éste no ose cuestionarse lo siguiente: ¿Tiene el fumador pasivo el deber moral de soportar las molestias y los perjuicios ocasionados por el tabaco?

Si se trata de una “cuestión de educación”, la balanza no puede inclinarse de manera clara en un sentido u otro. Pues la educación es un concepto formal sin implicaciones prácticas ulteriores en este asunto.

Si se trata de una mera cuestión de justicia, el deber jurídico de hacer o soportar no exige la tolerancia a un acto que no tiene que por qué ser irrenunciable. En este caso, la tolerancia a las consecuencias ambientales de la combustión no debe ofrecerse como una muestra de educación o de cortesía. Sólo es un síntoma de irresponsabilidad y de ignorancia. Cuando alguien presta un consentimiento que puede interpretarse como extensible a terceros presentes en las inmediaciones del entorno, hablaremos de irresponsabilidad, por cuanto se vulnera el principio de bilateralidad para los acuerdos en estos casos. Hoy por hoy, la ignorancia viene determinada por la incredulidad del tolerante; quien no cree que el tabaco lo perjudique a él o a la sociedad de alguna forma. Ello se explica porque la percepción de los perjuicios, o no se da, o no es inmediata, aunque estos existan.

El chantaje emocional consigue un efecto en el no-fumador que sí percibe ciertas incomodidades: la represión. Las consecuencias del tabaquismo son evidentes a los sentidos y, aún así, no se habla de ellas o se hace con las mismas reservas que cuando se discute sobre sexo o política.

En una oficina pequeña, aunque no haya traído el fumador su paquete de cigarrillos, existe un hecho que lo delata: su olor. El fumador habitual, aún inmediatamente después de haberse duchado, exuda el olor a tabaco a través de su piel. Por eso en concreto es posible que sean “apestados”; pero no fuimos nosotros quienes los apestificamos. Fueron otros.

jueves, mayo 24, 2007

Mercenarios

El Liberalismo, para un mismo problema, propone diferentes soluciones como válidas. Distintas entidades ofrecen visiones diferentes sobre un mismo hecho. Se evita por tanto la consagración de una verdad como la única y absoluta.

En un entorno liberal, el Estado no ejerce una férrea labor de fiscalidad y control característica de otros modelos. En el extremo contrario de la balanza tendríamos los totalitarismos.

Las instituciones y los individuos interaccionan libremente y el Estado actúa conforme al principio de mínima intervención; pero lo hace. En el plano económico prescribe una serie de normas imprescindibles para que el libre comercio pueda prosperar sin los inconvenientes propios de su puesta en práctica sin más. En definitiva, el modelo liberal persigue, como cualquier otro, el bien de la humanidad. En tal caso, al Estado le correspondería la loable función de optimizar el rendimiento social y económico de la libre sociedad y sus mercados. Pero en España, parte de la autodenominada "Derecha Liberal" no parece entenderlo así. Al menos cuando aborda el problema del tabaquismo, cuya existencia no reconoce. No lo hace porque la prevalencia del tabaquismo en España no es tanto sanitaria como política y económica.

Las regulaciones antitabaco han encontrado como arma en la confrontación política su uso principal. Gran parte de esta tendencia radica en el populismo político que no ha dudado en atribuirse la recurrencia a falsos postulados liberales; para encubrir su defensa a ultranza de intereses tabaqueros de los que, por otra parte, tanto parece nutrirse.

De todas formas, su respaldo ideológico en este sentido i.e una facción de estos pseudo-filántropos y liberaloides, no duda en basar la necesidad de defender el libre comercio y consumo del tabaco en la salvaguarda de libertades, aún incurriendo en errores intelectuales y contratiempos axiomáticos. Esta “actitud” se traduce en un resultado: la celosa protección de los intereses de la Industria Tabaquera.

En términos globales, tanto sociales como económicos, esa falta de regulación tendría además como consecuencia la ineficiencia social y económica del auténtico –sin adulterar- modelo liberal. No renuncian a la regulación porque crean que el Estado no debe imponer normas que optimicen el orden social y económico evitando la aparición de conflictos, amparándose en la bandera de la libertad; lo hacen porque el gobierno que actualmente dirige este estado es socialista.

Podemos decir que, la percepción que el ciudadano está recibiendo sobre qué es el Liberalismo a través de gran parte de los medios de comunicación nacionales, está severamente contaminada por varias fuentes. Una de esas fuentes es la mismísima Industria Tabaquera. Sabiendo esto, comprenderemos que la oposición compulsiva a las regulaciones del tabaco, no es una característica del liberalismo; sino del mercenariazgo.

martes, mayo 22, 2007

Premio Altadís-Nuevos Directores


Es verdad que la publicidad y el patrocinio de las tabaqueras está prohibido. Sin embargo, no me consta que la prohibición se aplique a sus empresas y fundaciones tapadera. Voy a ser claro: Hoy por hoy, casi todo el cine español, sea subvencionado o no, es un perfecto vehículo de transmisión de la influencia de las tabaqueras.

Cuando uno ve algunas películas españolas es difícil olvidar ese triste aspecto instrumental. Muchos productores y directores, ponen demasiado fácil la identificación de sus mecenas. Tras ver un variado repertorio de españoladas y compararlas con películas y series de televisión americanas -no exentas por completo del mismo problema-, invariablemente, uno se percata siempre de lo mismo: en las escenas cinematográficas españolas se fuma demasiado. En nuestro cine, los actores parecen dedicar más tiempo a fumar que a rodar escenas de sexo.

Quien no se lo crea, y quiera prueba documental, sólo tiene que quedarse hasta el final de la película y leer los créditos. Ahí es probable que haya algo aunque sea en la sección de agradecimientos. La propaganda de la Industria a través de este medio es tan sutil como el colocón que produce la nicotina, pero no menos contundente en cuanto a eficacia.

Por eso no me ha sorprendido comprobar que se celebrara el Festival de San Sebastián bajo el patrocino de la fundación Altadís. Tampoco es de extrañar que la hispano-francesa Altadís trate de demostrar su compromiso social y su apoyo al arte con esta fundación. Falta decencia en el cine español y no porque se abuse de contenido sexual obsceno precisamente.

domingo, mayo 20, 2007

El negocio de la negación

Hace algún tiempo escribí unas líneas que hablaban sobre el revisionismo y el negacionismo aplicado a los pasatiempos de los prebostes y acólitos de la Industria Tabaquera. Hoy he podido leer aquí un artículo bastante llamativo sobre este tipo de cosas. Sobre los trapos sucios de la petrolera Exxon y su maestra Philip Morris. Philips Morris, a primeros de los 90, contrató la empresa de relaciones públicas APCO para sembrar la duda y la confusión. Para librar la batalla contra la regulación en España, contrató a la consultora Burson-Masteller...

jueves, mayo 10, 2007

¿Qué opinan los no-fumadores sobre aquello de que el fumar donde pueda ser molesto depende de la “buena educación”?

La buena o la mala educación no tienen nada que ver con el problema del tabaquismo y sus consecuencias para terceros. Cada cual es libre de ser educado o maleducado. Otra cosa es la falta de respeto a lo ajeno que puede constituir el fumar en público.

El achacar a la “mala educación” -o a la mala adicción- la existencia del tabaquismo pasivo, es una de las excusas más burdas con las que la cobarde política tradicional ha justificado su incompetencia a la hora de afrontar problemas cuya solución supone un riesgo para sus intereses electorales.

Tal excusa implica el reconocimiento de que el derecho a no respirar humo de tabaco es sólo formal y por tanto condicionado a la oportunidad. En otras palabras, una cuestión de formas; un engaño. Con ello, se certifica que la prohibición de fumar en ciertos lugares no es de obligado acatamiento, sino que cada cual será libre, según su educación, de secundar o no el intento normativo. Pues de su incumplimiento no se deriva ninguna consecuencia material para un infractor “formal”.

Con esta “diplomacia” se simula contentar a todos aunque el conflicto entre fumadores y no-fumadores persiste. Permitiendo el abuso de los fumadores, se favorece intencionadamente a quienes defienden intereses empresariales concretos a costa de la salud pública y del bienestar general de la comunidad.

miércoles, mayo 09, 2007

Sobre el artículo del otro día

Parece que a varios lectores les ha sentado mal el artículo que escribí el otro día sobre el tabaquismo en la clase funcionarial, a juzgar por dos correos electrónicos privados que he tenido el placer de recibir.

Se me ha llamado por ese motivo “fachón”. No sé, C., qué quieres decir exactamente con ese calificativo, pero intuyo que tiene que ver con tu convicción de que tal exclusión es discriminatoria. Si bien la propuesta estaba en clave de hipótesis, no tengo ningún inconveniente en reafirmarme en mi opinión: El ser consumidor de tabaco debería ser un motivo de exclusión en un proceso selectivo que tenga como objeto la provisión de puestos o cargos de carácter público.

Estás personalizando la cuestión porque eres un funcionario que fuma y se considera –puede que lo seas- más eficiente que muchos que no fuman. Pero es que esa no es la cuestión porque no existe una motivación discriminatoria detrás de una propuesta así. Además, para tu tranquilidad, te recordaré que algo así no tendría carácter retroactivo que te “perjudicara”. Insisto, ya he explicado en ese mismo artículo por qué pensáis que los fumadores pueden ser discriminados. No hay que olvidar el carácter exógeno de vuestros miedos y manías.

No es un estado temporal de obcecación el que me ha hecho escribir algo así, sino que he sido perfectamente consecuente con mi forma de pensar y con lo que he escrito anteriormente en otros artículos. De hecho, esto me confirma que hay gente a la que su hábito le hace perder la objetividad, como es tu caso. Además, incluso asumes orgulloso tu identidad de fumador. Si de verdad estás entregado al deber público, comprenderás que, estadísticamente, sería más rentable para el Estado hacerlo así; por un lado evitando la incorporación de “bajistas” potenciales, o con más propensión a ello y, por otro, motivando a los aspirantes a funcionarios a dejar su hábito, salvo que creas que fumar beneficia al Estado.

No se trata de reafirmar a la clase funcionarial como casta privilegiada, sino de empezar por esta pieza clave de la sociedad para desterrar la lacra. Es lógico que si consideramos la lucha antitabáquica como una iniciativa pública empecemos por aplicarla en el sector público. No quisiéramos hacer valedero aquello de “En casa del herrero, cuchara de palo”

En cuanto a que supone un peligroso recorte de libertades, F., eso es una apreciación que no comparten ni la mayoría de liberales como tú. Es verdad que nunca llueve a gusto de todos y que el Estado, para vosotros, no debería existir. Sin embargo, ya que existe, es ilógico que le neguéis el derecho a la libertad de contratación por el hecho de que no es un holding privado. Aquí el Estado no está obligando a fumar o a no fumar, ni a trabajar en el sector público o no hacerlo. Sólo dispone una “condición” que es, en este caso, la incompatibilidad de ambas actividades. Recordando que la “condición” de fumador no es una cualidad inherente a nadie, es fácilmente entendible. Sigo siendo libre para fumar o para no fumar; para trabajar para el Estado o para no hacerlo. No se puede tenerlo todo y cada uno sigue siendo responsable de sus actos, pero no esclavo de los ajenos, como pretendéis muchos.

En cuanto a tu bagaje cultural en materia de tabaco, F., te diré que la historia a mi también me gusta. Admiro que sepas qué marca de cigarrillos fumaban cada uno de tus ídolos Hollywoodienses. Entiendo que sientas nostalgia al recordar épocas pasadas. A mi también la historia me hace añorar épocas que jamás viví. Pero la historia es historia. El tabaco ha pasado su momento y hay que pasar página. Ha de pasar a la historia, igual que lo hizo Hitler o la peste de 1348. Entonces, siendo representante vocacional de la Philip Morris, no esperes que te desee suerte con tus honorables estudios sobre la labor del tabaco como “elemento unificador de culturas y pueblos” e idioteces semejantes. Dices entusiasmado que queréis convencer a vuestros mandamases para que propongan la declaración del tabaco Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO. ¿Qué esperas que te diga alguien de nuestro movimiento respecto a eso? ¿Que le hace gracia? Si tus motivaciones fuesen puramente culturales no te molestarías. Tampoco dejas claro qué es lo que se quiere declarar, si la planta de tabaco, el hábito de fumar en sí, los cigarros puros o todo. Es lógico pensar que queréis parar el tiempo. Supongo que esa declaración aseguraría la pervivencia de vuestro negocio. Seguro que ello os blindaría el día de mañana para así aguantar los envites de nuestro creciente movimiento.

domingo, abril 29, 2007

¿Qué opinan los no fumadores sobre el tabaco en las playas?


La playa es un lugar al que va todo el mundo: mujeres, hombres, familias, niños y bebés.

A la playa se viene a disfrutar del mar, de la arena, del sol y de la naturaleza. El humo del cigarro en la playa puede molestar según la dirección del viento a quien no tiene que por qué aguantarlo. Por tanto, usar la playa como fumadero constituye un uso abusivo y perjudicial de un entorno que es público de facto.

El que parte de una playa pueda ser algún día de titularidad privada, ello es un hecho irrelevante para el caso que nos ocupa. Pues el aire y la brisa marina que transportan el humo de tabaco hasta pituitarias de otros que no fuman no es privatizable, al menos en la práctica, por evidentes razones físicas.

Para fumar existen otros lugares y espacios además de la intimidad del hogar propio. No existe razón por la que el fumador deba arrogarse para sí el uso específico para tal acto de un espacio vital que necesariamente ha de compartir con otros usuarios. En conclusión, es lógico que se llegue a prohibir fumar en las playas pues, por muy respetuoso que sea un fumador, el simple hecho de fumar en una playa abarrotada de gente ya constituye un acto molesto y perjudicial para terceros.

martes, abril 24, 2007

Los funcionarios públicos no deben fumar

“Según la CE, El rechazo de los fumadores en las ofertas de puestos de trabajo no constituye una discriminación perseguida por la legislación europea.”

Esta idea, en principio, parecía aludir a una especie de liberalización de la política de contratación en las empresas privadas en una parcela un tanto particular. Es como si al empresario se le reconociese una libertad que ya tenía: la de contratar a quien le convenga, sin miedo a que lo acusen de establecer criterios de contratación en base a motivaciones discriminatorias. Eso era algo ya temido por la Industria Tabacalera; pero previsto. Los acólitos más arrogantes ya quisieron demostrar en vano que estábamos ante una auténtica violación del art. 14 de la Constitución Española. Para eso pretendían ocultar la inexistencia de la identidad del fumador como tal en la sociedad. Así, uno de los servicios que ofrece la página del Club de Fumadores por la Tolerancia, es el curso de denuncias de supuestas discriminaciones hacia fumadores en el trabajo. Dan por descontado que la condición de fumador es inherente a muchos individuos, atribuyéndole el carácter de primaria y obviando su carácter exógeno. Intentan hacer olvidar el acto concreto de fumar y su voluntariedad en el espacio y en el tiempo.

Cierto es que un estado no debe imponer una moral determinada. Verdad es que cada cual ha de ser libre de escoger el camino del vicio o de la virtud, de modo que no es justo en ningún caso criminalizar los vicios. Pero aún cuando el fumar en público fuese sólo un vicio en sentido estricto y, por tanto sin repercusiones directas sobre terceros que lo puedan convertir en delito, sí considero que el Estado debe ofrecer cierta orientación hacia la virtud; no auspiciar el vicio ni la moral del débil.

Muchos simulan sentirse ofendidos o perjudicados por un Estado “paternalista”, presuponiendo que las normas y las prohibiciones van dirigidas específicamente a condicionar su libertad de acción, y a señalar innecesariamente con el dedo acusador a ciudadanos tan responsables y concienciados como ellos. Quieren hacernos creer que todo ello sólo persigue fines alienantes y totalitarios. Como si la renuncia a fumar en lugares cerrados supusiese un ascético ejercicio de humillante sacrificio para el individuo y ello sólo interesase al Estado.

Obvian el hecho de que, para los elementos marginales de la comunidad, puede ser necesario el refuerzo de ciertas normas de convivencia que muchos sólo están dispuestos a acatar si de su vulneración obtienen un castigo. Muchos visionarios creen que los derechos de unos y las libertades de otros dejarían de entrar en conflicto en un plazo de tiempo determinado si el Estado no se empecinase en regular competencias privadas. Eso es una utopía futura en la que sólo pueden creer ilusos; no idealistas con sentido práctico.

Los pseudo-filántropos que consideran que se puede, y se debe, prescindir de este tipo de regulaciones clave, atienden a deshumanizados intereses corporativos que no contemplan las necesidades y el bienestar de dos actores del panorama potencialmente perjudicables: el ciudadano y el consumidor.

No basan la conveniencia de su modelo en el bien de la mayoría sino en su particular necesidad de salvaguardar las posiciones económicas dominantes actuales que el progreso social amenaza, es decir, forzar el mantenimiento de abusos de posición.

El Estado, si quiere que se respeten las leyes que regulan el consumo del tabaco, ha de predicar con el ejemplo. Es consabido que el ser humano no hace lo que le dicen sino lo que ve que otros hacen. Es más fácil y natural imitar comportamientos ajenos que practicar la obediencia debida.

Dejando a un lado la corrupción existente en gran parte de los cuadros intermedios de la Administración, que tienden a favorecer los intereses de la Industria Tabacalera con sus inhibiciones, no sería mala idea evitar la nueva incorporación de fumadores a ciertos cargos públicos a los que se accede por oposición. Ello no podría ser un hecho condenable ni para el Liberalismo ni para quienes sostienen la libertad de contratación; pues en términos de eficiencia económica, el Estado también tiene derecho a velar por su óptimo rendimiento y rentabilidad como cualquier otra empresa. Supondría ventajas en varios frentes. A saber:

-Animaría a los aspirantes a dejar de fumar ante el riesgo de no ser considerados aptos en el proceso selectivo.

-El aumento del rendimiento laboral estaría asegurado en el ahorro del tiempo que antes se empleaba en salir a la calle a fumar, además de en la reducción de bajas por enfermedad. Como resultado, algo así ofrecería mayor competitividad a las empresas públicas, lo cual trascendería al ámbito privado estimulando la competencia y la asunción de políticas de contratación semejantes con idénticas ventajas.

-La nueva incorporación de efectivos que no fuman, reforzaría el respeto al cumplimiento de la Ley en su entorno laboral, motivando al resto de la menguante plantilla fumadora a abandonar su hábito.

-El desempeño de labores de inspección y valoración de incumplimientos de las leyes reguladoras del tabaco, se llevaría a cabo con menores obstáculos y mayor objetividad, al estar los funcionarios estadísticamente menos condicionados por una posible adicción.

Se haría necesario reelaborar el cuadro de requisititos exigibles para el acceso a la función pública, estableciendo un cuadro de exclusiones médicas común para todos los aspirantes a un puesto o cargo público. El cuadro de exclusiones médicas, en consonancia con los principios de igualdad, méritos, capacidad, imparcialidad y publicidad, contemplaría como causa de inhabilitación para el ejercicio de la función pública el tener la condición de fumador, ser consumidor de sustancias tóxicas o la puesta en práctica de cualquier hábito con repercusiones médicas que pueda poner en tela de juicio la capacidad del aspirante para desempeñar con eficiencia, objetividad e imparcialidad las funciones propias del puesto o cargo público.

(En atención a Luís F.)

miércoles, abril 04, 2007

No es sólo un vicio


Por un lado asegura el Liberalismo que los vicios no son delitos. En los vicios el individuo sólo se hace daño así mismo. Por otro lado dicen que el Estado se ha inventado muchos delitos que no deberían considerarse como tales. Es el caso de lo que ellos llaman “delitos sin víctimas”. Un ejemplo de ello es el tráfico de drogas y su consumo. Esos planteamientos me pueden parecer correctos en principio; sin embargo, he de entender que para que una actividad lucrativa no merezca ser perseguida o considerada delito ha de cumplir con la premisa principal común al vendedor y al consumidor (i.e.) que sólo cause un daño a quienes la practican exclusivamente. Pero no es el caso del tabaco y su libre consumo.

Para convencernos de que la venta de drogas es uno de esos delitos sin víctimas, nos muestran su frívola visión de la realidad, al parecer basada en el causalismo de Hume, donde sólo se consideran las relaciones causa-efecto en su aspecto más mecánico y directo. Renuncian a toda lógica previsora que pueda aplicarse a un entorno social, pues no asumen la existencia de algo así, o al menos su legitimidad, sumidos en su universo de libertades individuales y propiedades privadas. Para ellos, la deshumanizada interacción entre individuos sólo se rige por las leyes de la oferta y la demanda, mientras el Estado sólo interfiere en ese libre albedrío de forma perniciosa. Pero sigue sin ser el caso del tabaco y su libre consumo...

En un espacio vital compartido la relación causa-efecto entre fumar y molestia a terceros es un hecho. A los liberales les sigue pareciendo normal que los fumadores insistan en hacernos partícipes de sus parafilias y de las escatológicas consecuencias de éstas. No hay vuelta de hoja y no es manía de los gobiernos. Ni siquiera es sólo el Estado el que podría reclamar la reparación de un daño. Es el individuo mismo el perjudicado de manera evidente, aun cuando no se reconozca el daño a la sociedad.

Sólo quieren apartar al Estado del panorama tabaquero para poder auspiciar el abuso de unos pocos y la indefensión de la comunidad.

(Dedicado a Sonia)

domingo, marzo 25, 2007

Soy lo que fumo

Hace poco se ha presentado el libro “Soy lo que Como” . Está basado en el programa de televisión con el mismo nombre que presentaba Raquel Sánchez Silva. Para un liberalista, el programa podría ajustarse a una descripción así:

“Habiendo sido alienadas por el Estado Socialista progre y liberticida, dos fundamentalistas de la salud usurpan la propiedad de una familia. Se inmiscuyen en sus vidas privadas hasta el punto de que, en un alarde de intromisión inadmisible, inspeccionan el frigorífico para fiscalizar su contenido con inevitable afán intervencionista. Los dóciles cabezas de familia, intimidados por el brazo estatal, ven anulada su voluntad mientras las paternalistas lavan sus cerebros y les imponen la moral de la Diosa Salud. Las censoras estatistas insisten en corregir sus hábitos alimenticios, su cultura culinaria y su estilo de vida mediante coacciones hasta minar por completo sus libertades individuales. Les dictan lo que tienen que comer, en qué cantidad, a qué horas y de qué manera. Además, sin salir de su error intelectual, las inquisidoras imponen su moral tratando de inculcarles estilos de vida determinados, basados en el deporte, la vida sana y las dietas hipocalóricas.”

Es muy fácil y “discreto” emitir espacios televisivos que aborden problemas de salud con origen en hábitos alimenticios o en el sedentarismo, desvelando causas y efectos. En términos de salud pública, considero que los desbarajustes que causan las malas dietas, además de esquivos y difíciles de solucionar, son proporcionalmente insignificantes si los comparamos con los del tabaquismo. Por eso, creo que el Ministerio de Sanidad debería patrocinar un programa de nuestro gusto en la televisión pública. “Soy lo que Fumo” sería un buen título.

domingo, marzo 11, 2007

Gracias, fumadores

Fuente: www.smokinganimals.com/facts.html

Las Compañías de tabaco se han escondido tras los experimentos con animales durante décadas tratando de olvidar que, lo que sabemos acerca del cáncer de pulmón y otras enfermedades relacionadas con el consumo de tabaco, son el resultado de estudios clínicos y epidemiológicos, no de experimentos con animales. Aunque la ley federal de los EEUU no obliga a que los productos del tabaco sean probados en animales y, pese a que los estos experimentos en animales son ilegales en el Reino Unido desde 1997, miles de animales están sometidos a torturas tales como la colocación de máscaras de humo de tabaco y sistemas mecánicos de inmovilización mientras están sujetos a horribles experimentos todos los años.


En este preciso instante, en el Centro de Investigación sobre Primates de Oregón, permanecen cautivas hembras de simio preñadas en pequeñas jaulas metálicas mientras sus fetos son expuestos a la nicotina. Financiada su labor con dinero del gobierno, el investigador del Centro, Eliot Spindel, reconoce que “los efectos nocivos del tabaco durante el embarazo están demasiado probados”. Aún así, el estudio que llevará a cabo durante 5 años, en el que sacrificará los bebes de los simios para diseccionar sus pulmones, está financiado con el dinero de los contribuyentes durante 2004.

Este es uno de los incontables ejemplos de crueldad con experimentos completamente innecesarios. Los investigadores han recibido financiación de fabricantes de cigarros como Philip Morris; de agencias gubernamentales, incluyendo la Agencia de para la Protección del Medio Ambiente y el Instituto Nacional de la Salud; incluso del Instituto para la Protección del Bebé, para insuflarles nicotina a los animales, forzarlos a inhalar humo y convertirlos en adictos al tabaco, -sustancia que nunca encontrarían si vivieran en paz y en libertad-.




Otros ejemplos de experimentos con tabaco en animales incluyen:

Practicarles un orificio en la garganta a cachorros de perro a través del cual se les introduce a la fuerza humo concentrado de tabaco durante un año.

Introducirles electrodos a los perros en sus penes para medir el efecto del humo de tabaco en su capacidad sexual.

Acoplarles mascaras a ratas y monos para obligarles a respirar constantemente el humo de tabaco.

Colocarles a los perros respiradores artificiales para que estén expuestos de manera permanente al humo.

Inmovilizar a monos con sujeciones mecánicas en sillones e instalarles dispositivos en la cabeza para exponerlos a nicotina y cafeína. El objeto es determinar como ello afecta a su respiración...




Fuente: www.geocities.com/liberaccion_fanzine/experitabaco.html

Los experimentadores de Liggett & Myers pusieron en las espaldas rasuradas de ratones condensados de humo de cigarrillo; se crearon tumores en la piel. Tras el experimento Liggett continuó reasegurando al público que creía que fumar no es dañino. Así que, ¿por qué se hacen estos tests? Los jurados del juicio Cipollone escucharon esta explicación de Kinsey V Dey Jr, actual presidente de Liggett:

Abogado: ¿Cuál era el propósito [de estos experimentos]?
Dey: Probar y reducir los tumores en las espaldas de los ratones.
Abogado: No tenía nada que ver con la salud y el bienestar de seres humanos. ¿Es correcto?
Dey: Es correcto.
Abogado: ¿Cuánto costó este estudio?
Dey: Un montón... probablemente unos 15 millones de dólares, o más.
Abogado: ¿Y esto era para salvar a las ratas? ¿O a los ratones? Gastaron todo este dinero para salvar a los ratones del problema de desarrollar tumores, ¿es correcto?
Dey: Ya he afirmado lo que hicimos.
Referencia: BMJ 297, pp. 10-11 (1.998).

miércoles, marzo 07, 2007

Convenios e inconvenientes de ser camarero

¿Deberían los trabajadores de la hostelería ser especialmente remunerados si son expuestos al humo de tabaco?

Si se hace, ello implicaría que los trabajadores expuestos a humo ambiental de tabaco tendrían derecho a cobrar el llamado “Plus de Peligrosidad, Toxicidad y Penosidad”, derecho que acabarían exigiendo. Actualmente, el Estado Español no ha reconocido el humo ambiental de tabaco como un agente tóxico catalogado en entornos laborales, lo cual sería determinante a la hora de reformar el Convenio de la Hostelería y la Restauración. Entre otras cosas porque no se ha considerado “conveniente” reconocer la existencia del fumador pasivo como parte perjudicada. El derecho a no respirar humo de tabaco es hoy un derecho formal, pues de su vulneración no se deriva ningún coste económico reconocido, -económico en sentido amplio-. El momento en que los trabajadores por cuenta ajena expuestos a humo ambiental de tabaco reclamen el cobro de un plus que “materialice” ese derecho (i.e.) el perjuicio sea evaluado y compensado económicamente como parte de una contraprestación, marcará un hito en lo que a la lucha por los derechos de los trabajadores y del fumador pasivo se refiere.

Si el Convenio reconoce el derecho de tales trabajadores a cobrar un supuesto Plus de Peligrosidad, Toxicidad y Penosidad, el empresario hostelero tiene dos opciones:

La primera es la de prohibir fumar en su local

Este camino no satisface al 100% de los empresarios. En muchos casos competiría en clara desventaja debido a la deficiente y heterogénea regulación que actualmente ofrece la Ley. El empresario sólo decidiría que le conviene tras sopesar la situación. El hipotético balance –positivo o negativo- resultante de la diferencia entre los abultados gastos salariales por permitir fumar y las pérdidas por no permitirlo resolvería el dilema para cada caso en particular.

La segunda es la de permitir fumar en su local

Esta opción conllevaría un incremento en costes salariales en muchos casos inaceptable para el empresario. Una vez más, el balance entraría en juego.

En cualquier otro sector, los conflictos derivados de la competencia desleal y de la desigualdad que la Ley trae consigo, serían resueltos por la propia iniciativa de entes privados en los convenios colectivos mediante la homogeneización derechos y condiciones laborales de los asalariados adscritos a un mismo gremio que lleven a cabo trabajos de naturaleza similar. Pero en este caso no existe entendimiento posible a causa de cierta interferencia en los diálogos patronal-sindicatos.

Los presidentes del gremio de la Hostelería y Restauración y otras asociaciones.

Dada la trascendencia pública del sector, el Estado hace tiempo que politizó esos cargos convirtiéndolos en poco menos que en un elemento más de la burocracia administrativa para su mejor control. Los presidentes de gremios de hostelería se encargan de sus respectivas circunscripciones. No defienden ni los intereses del empresario ni del consumidor en el ámbito de su C.A o provincia, sólo salvaguardan su “status quo” siguiendo las directrices que les marcan los convenios con Consejerías de Turismo u otras entidades administrativas, los cuales nunca se refieren a la salud de los camareros, a sus condiciones laborales o a sus intereses. Sanidad, Consumo y Salud Laboral son áreas enemigas por excelencia de muchos presidentes de gremios de hostelería.

La salud laboral y el sindicalismo activo son elementos vedados para estos trabajadores. No es sólo el Complejo de Cenicienta el que puede atenazar la iniciativa de camareros, cocineros, reposteros y otros parias. La negación de este derecho al colectivo, goza del amparo estatal con una ley discriminatoria que les priva expresamente del legítimo derecho a un entorno libre de humo de tabaco. Tal agravio comparativo no encuentra justificación ética alguna, salvo que en el abuso sobre este eslabón débil del sector hostelero se considere imprescindible para la salvaguarda de intereses extraños.

El sopesar la renuncia general a fumarse un pitillo en la sala de un restaurante se antojaba innegociable, imposible y fuera de lugar. De esta manera, el metafísico derecho del fumador a fumar a toda costa en interiores de uso público permaneció inalienable. Se hizo así con alevosía y premeditación, pues era previsible que las características particulares de un colectivo débil, poco unido, disperso en pequeñas empresas, sin tradición sindical, compuesto por individuos de clase media-baja en su mayoría, con escasa cualificación académica y profesional, inmigrantes sin derecho a voto, mujeres jóvenes severamente ya azotadas por el tabaquismo tanto activo como pasivo, y otros elementos marginales, daban pie al abuso sin demasiadas consecuencias indeseables para intereses empresariales, políticos y tabaqueros. Así fue como se gestó el atraco.

La presión política, tan dispuesta como siempre a buscar el favor del sector tabaquero, es un factor decisivo pero también lo es, en muchos casos, el favor inmediato de las mismas tabaqueras a estos presidentes. La Hostelería y la Restauración es el campo de batalla donde la Industria Tabacalera ha concentrado sus esfuerzos por entorpecer los intentos de regulación del consumo de tabaco. Se tenía que seguir fumando en cada restaurante de cada CA, en cada discoteca de cada provincia, en cada bar de cada ciudad y, para conseguir ese objetivo, los agentes de la Industria sólo tuvieron que convencer a un centenar de personas en todo el país que ocuparan puestos clave. En muchos casos, los presidentes de los gremios eran la llave que abriría las puertas al humo sin necesidad de forzar situaciones.

Programas interesantes

Es en las horas más intempestivas cuando aprovechan para emitir los debates y los documentales más interesantes. Es lo que ocurrió ayer. Parece como si hubiesen aprovechado que se emitía la famosa y aclamada serie americana “House” en La Cuatro para asegurarse de que nadie iba a ver los programas a esa misma hora en La Dos.

Enfoque

En este programa se televisón un debate sobre los ayuntamientos y su tolerancia al ruido. Acudieron varios expertos y partes interesadas. Entre ellos, destacaba la defensora de los ayuntamientos, la Presidenta de la Federación de Municipios quien, con extraordinaria mezquindad, insistía en exculpar –más bien expiar-, a las administraciones locales que ella defiende. Sus intentos de justificación fueron inútiles como se pudo ver al final. El 95% de los llamantes pensaba que los ayuntamientos toleraban todo el ruido que hiciese falta y el 5% restante no lo pensaba porque lo producía, lógicamente. No voy a hablar sobre lo nociva que es para la salud, la intimidad, el honor y la dignidad del ciudadano la manera que tienen los ayuntamientos de tratar el ruido porque ya lo he hecho en otras entradas anteriores, a cuento de una sentencia y del Carnaval Canario. Sólo me gustaría hacer un apunte por su analogía con el problema del tabaco, también especialmente “difícil” para estas administraciones. Me refiero a los erráticos argumentos que usaba la Presidenta para defender la reputación de los Ayuntamientos y su postura ante eso del ruido. A saber:

“La culpa, en el caso de la marcha y el jolgorio nocturno, no es del Ayuntamiento. Un sábado por la noche, en una concentración espontánea y ruidosa, no es prudente mandar a la Policía Local para que disuelva una concentración de cientos de personas en las calles. Sería un follón. Es un problema de educación y hay que apelar a la responsabilidad de cada uno.”

A esto, el portavoz de los perjudicados por el ruido respondió básicamente que el Ayuntamiento seguía siendo responsable, pues es el que tiene que adaptar las medidas preventivas para que una concentración con efectos molestos para los vecinos y embarazosos para el Ayuntamiento no tenga lugar; no autorizando en su caso, actividades que puedan desembocar en situaciones de esa naturaleza –ruidosa-. Dicho de otra manera, si se prevé que no va a ser posible imponer con posterioridad medidas regulatorias que aplaquen los inconvenientes generados por la inconsciente muchedumbre que ejercita su derecho al ocio, habrá que prohibir, si es preciso.

“La Ley marco sobre ruidos es todavía muy reciente en nuestro país, sólo lleva vigente en España unos pocos años y hace falta que los Ayuntamientos desarrollen sus ordenanzas sobre ruido para concretar la norma europea y nacional. No es tan fácil trasponer el derecho europeo así como así, de un día para otro”

A esto, el portavoz de los perjudicados por el ruido vino a contestar que eso eran excusas; que eran desarrollos innecesarios destinados a prorrogar o eludir la aplicación de la Ley. No había nada más que decir. Es obvio que la burocracia por la burocracia no es del interés del ciudadano. En todo el programa, la Presidenta parecía olvidar la responsabilidad de sus ayuntamientos en lo que a servicio efectivo a los ciudadanos se refiere.

Documentos TV: Un deseo llamado tabaco

Mi familia no entiende que prefiriese ver esto antes que “House”. No entienden como me puede fascinar tanto un problema tan trivial sin que me paguen por ello. El caso es que me resulta extraño que no se considere un problema importante algo que constituye una parte esencial de la vida de casi un 30% de los españoles. También se preguntan hasta que punto es tan complejo como para que pueda hablar y leer tanto sobre el tema. Al que sea un erudito, ni siquiera le parecería extraño que, de la misma manera que existen estudios sobre Teología, “Tabacología y Tabaquismo” fuese una disciplina digna de estudios académicos, de una licenciatura, y no con pocas implicaciones multidisciplinares precisamente. De hecho ya existen muchos expertos especializados de manera casi exclusiva en la materia. Casi todos abordan el estudio desde el punto de vista sanitario pero ahí están; como el SEDET o el CNPT, por ejemplo.

Es un documento bastante trabajado e imparcial. Aborda parte de los mitos del tabaco desde el plano socio-sanitario fundamentalmente. Ofrece un breve resumen histórico y una revisión de la conciencia a nivel mundial sobre el problema. Termina con el estudio sobre el estado general de la situación, pincelando una tendencia esperanzadora para nuestros intereses. Hace hincapié en la reveladora diferencia de conciencia sobre el problema entre los países ricos y los países pobres. No dice nada que a grandes rasgos no sepamos los mejor informados, pero alegra saber que se pueden emitir programas así sin que se vaya la luz, se averíe la tele o explote una central nuclear.

viernes, marzo 02, 2007

El fumador antiamericano y antisistema.

Tras la demostración científica de que el tabaco había causado cáncer a un número indeterminado de americanos, el Congreso fue claro y tajante en sus conclusiones: Muchos de los exfumadores víctimas del cáncer tenían que recibir fortísimas indemnizaciones tras ir a juicio. La solvencia de las Tabacaleras iba a ponerse en entredicho por primera vez en la historia. Además, 26 Estados norteamericanos pleitearon contra las tabacaleras o hicieron amagos de hacerlo al determinar que éstas eran las responsables de casi el 40% de la factura sanitaria. Era poco apropiado, e imposible en el nuevo escenario, seguir sacando ese dinero a costa de la salud americana con tanto descaro. Las transnacionales del Tabaco tenían la respuesta a tal desafío incluso antes de que las regulaciones antitabaco amenazaran el futuro de su mercado más importante.

Para salir del atolladero estaban los consumidores europeos, asiáticos, africanos y latinoamericanos. La mayor parte del tabaco que se produjese había que venderlo fuera. Así las cosas, las tabacaleras americanas han conseguido que más del setenta por ciento de sus beneficios provengan de los bolsillos de los fumadores extranjeros entre los que, españoles, portugueses o argentinos tienen un puesto de honor. Cómo no.

En el viejo mundo, sólo ahora estamos empezando a luchar contra esta lacra tras entender el caso norteamericano. Sobre todo después de comprobar la magnitud de las implicaciones económicas y sociales del tabaquismo. No es que fuesen mayores de lo esperado, sino sencillamente inconmensurables. En términos económicos, se ha empezado ha pensar que puede constituir uno de los mayores frenos a la economía de cualquier país. Incluso en la recuperación económica de los EEUU durante estos últimos años podría haber tenido algo que ver la reducción de las tasas de tabaquismo dentro de sus fronteras, -y el aumento fuera-. Europa empieza a reaccionar y ya podemos decir que se ha dado el pistoletazo de salida en la carrera antitabaco.

Consabido esto, es obvio que para un patriota lo deseable es desplazar el consumo de tabaco desterrándolo de las fronteras de su país. Sin embargo, a muchos se les ha metido en la cabeza que no es así aún no siendo estanqueros.

Muchos orgullosos “antiamericanos” han caído víctimas de su ignorancia y de los sutiles lavados de cerebro de los demagogos de la Industria Tabacalera. Y en aquello que más odian ser terminan transformándose sin ni siquiera saberlo. Ellos piensan que la mejor manera de oponerse a la cultura norteamericana, sus excesos, su paroxismo y su estúpido puritanismo es, sobre todo, no copiándolos; haciendo justo lo contrario de lo que ellos hagan. Si prohíben fumar en los EEUU pues aquí lo permitimos. Si en EEUU no se tiran por un barranco pues nosotros nos tiramos. Está claro que no saben que eso precisamente beneficia sobremanera a los americanos: que los españoles se gasten el dinero en sus cigarrillos, parte de cuyos beneficios irán inexorablemente a bolsillos de inversores yanquis. ¿Qué más pueden desear los americanos que mantener su próspera Industria Tabacalera sin sufrir sus inconveniencias? Para lo malo ya están los fumadores del resto del mundo.

Luego está el típico antisistema que adopta como parte de sus señas de identidad la oposición y rechazo a lo que aconseje el Estado. Piensa que si el Estado prohíbe fumar en lugares prohibidos es porque quiere controlar y dominar al individuo, luego hay que ser un trasgresor y violar normas antitabaco para enfrentarse al Sistema. Si el Estado dice que fumar es malo, el malo es el sistema moralista que le dice lo que tiene que hacer y coarta su libertad. No sabe que eso no es ser un rebelde antisistema sino un conformista ignorante. Lo que hace es seguirle el juego al Estado o, más bien, a los ministros de la legislatura que manejan el cotarro. Eso ni si quiera es un estímulo para el Sistema. Es una táctica esperada que, por otra parte, beneficia a la enorme y poco simpática Industria Tabacalera con el beneplácito de los politicastros a los que tanto odian, no al abstracto Estado como tal. El acto más noble de rebeldía está en los no-fumadores que les exigen a los que controlan el Estado que destierre el repugnante humo de una vez por todas. Ese es un buen jaque para una Administración como la nuestra que, por otra parte, se manifiesta como la auténtica rebelde al auspiciar el consumo de tabaco más de lo normal; más de lo que los propios fumadores quieren para sus hijos.

sábado, febrero 17, 2007

Un producto de mala calidad y su fabricante de dudosa reputación

Vivimos en una sociedad de consumo. Es importante saber a que tipo de cosas obedece nuestra conducta en términos objetivos. Es posible que seamos ciudadanos con derecho a voto para los políticos, pero para las corporaciones y sus economistas somos consumidores proclives a la compra de bienes y servicios. De modo que en el día a día nuestro comportamiento está condicionado por nuestros hábitos consumistas más de lo que sospechamos.

Los estudios de mercado se centran en los hábitos del consumidor. Con la ayuda de la estadística sabremos si nuestro producto tiene futuro en un mercado. Mediante el arte de la manipulación podremos vender cosas que el consumidor no necesita. Con una estudiada operación de marketing nuestro producto llegará a una generalidad de personas. Hoy en día, un consumo a gran escala requiere una manipulación a gran escala, o sea, de masas. Los estados podrán regular algunas de nuestras conductas pero las corporaciones condicionan nuestros hábitos.

Las leyes de la oferta y la demanda hacen que el mundo gire. A menudo nosotros necesitamos o codiciamos algo que no tenemos. Pero siempre hay alguien dispuesto a ofrecerlo a un precio.

No somos bosquimanos del Kalahari y siempre necesitamos cosas. Son los bienes de consumo. Para necesitar un producto, primero hay que sufrir su ausencia; para codiciarlo hay que saber de su existencia. Gracias a la información –publicidad- no sólo veremos la forma de satisfacer nuestras necesidades sino que descubriremos que teníamos otras de las que no éramos conscientes. Algunos publicistas tienen realmente mérito; serían capaces de venderle una radio a un sordo o un televisor a un ciego. La cuestión no es cubrir las necesidades del consumidor sino creárselas.

Los que ofertan nos hacen ver que necesitamos algo y nos convencen para que lo compremos a base de mensajes, ya sean explícitos o subliminales. Todos nos sentimos cómodos con este equilibrio aunque nos inquiete un poco la deuda ecológica con tanto comprar, usar y tirar.

Puede suceder que el producto que compramos no cumpla con la función que nos prometió el vendedor. Entre otras razones ello puede ser debido a la mala calidad del producto. Si, a sabiendas, el vendedor cobra un precio excesivo por algo o nos engaña al crearnos falsas expectativas, podríamos estar ante la estafa.

Para prevenir la estafa o evitar otras inconveniencias propias de los libres mercados, existen mecanismos destinados a fijar unos estándares mínimos de calidad en la fabricación de ciertos artículos. Un sello de verificación industrial puede garantizarnos unos mínimos de duración, eficiencia, fiabilidad, seguridad etc. Es algo muy común en maquinarias industriales.

Los alimentos envasados no se libran de este tipo de controles. Han de tener fecha de caducidad y el fabricante debe especificar tanto los ingredientes como los productos conservantes que contienen. Las cremas y cosméticos igual. Además, si se detecta una partida de alimentos u otros productos dañinos para la salud del consumidor, puede que Sanidad trate de interceptar su distribución.

El tabaco fumado es sin duda algo excepcional entre los bienes de consumo. La gente ni lo necesita ni lo valora y, con todo, un 30% de la población insiste en comprarlo una y otra vez. Es tolerado por la sociedad y auspiciado por el Estado pese a no poder cumplir con muchos de los requisitos mínimos de calidad. Incluso tiene un puesto de honor al ser incluido en el cálculo del IPC como si fuese un producto de primera necesidad. Por su parte, el Ministerio de Sanidad y Consumo no obliga al fabricante a dar excesivos detalles sobre la complejísima composición del producto. Con declarar la proporción de alquitrán, nicotina y un par de sustancias químicas más que contiene es suficiente; entre otras cosas porque al consumirse, debido a cierto proceso químico –combustión-, se generan otras muchas sustancias nocivas, molestas y peligrosas de comprometido recuento.

Debe de ser porque es uno de los secretos mejor guardados del mundo, como el de los ingredientes de la Coca Cola. O quizás sea porque no se digiere sino que sólo entra directamente en el flujo sanguíneo a través de los pulmones, de manera que no puede causarnos una indigestión –aunque juraría que lo hace sin siquiera ser uno el que lo usa-. Además, pese a lo escandaloso de su sucia combustión, tampoco es necesario que aparezca impreso en su envoltorio el texto “outdoor use only”, como en el de los artefactos pirotécnicos de fabricación china. Las sugerentes esquelas fúnebres parecen suplir todas esas faltas.

El éxito de los publicitas tabaqueros es lo más asombroso. Por lo general, los productos del tabaco tienen la publicidad severamente limitada o prohibida. No obstante, la tabacalera gasta casi la mitad de sus fabulosos ingresos en publicidad invisible. Es algo realmente extraño, como lo es el hecho de que fuman sordos que no escuchan la publicidad en la radio y ciegos que no la ven en televisión ni la ojean en el periódico, entre otros. A veces me pregunto si un desmesurado carácter adictivo del producto tiene algo que ver con su rotundo éxito, capaz de acaparar y centralizar la demanda de tanta gente.

Indiscutiblemente, es el bien de consumo perfecto. Su fabricación es barata, su transporte y conservación lo son aún más. Para el usuario final del producto, su calidad no cuenta y la cantidad de dinero que se destina a él tampoco. Además, es una provisión básica y se paga por él con la regularidad propia de un suministro.

El tabaco es algo “natural y necesario” en nuestra sociedad. Los coches emiten humo catalizado por el tuvo de escape, los fumadores humo por sus cigarros. El humo de los vehículos a motor es el precio que pagamos por el milagro del transporte y la locomoción. El humo de los cigarros en el interior de los edificios es el precio que pagamos porque sí.

Para colmo, el Estado grava generosos impuestos como si se tratase de combustible; aunque no muchos, para no ahogar la venta por la subida del precio final en el mercado. En definitiva, el Estado se esmera bastante en auspiciar su consumo. Debe de ser que de la misma manera que los coches necesitan gasolina para alimentar sus motores a explosión, los fumadores necesitan cigarros para Dios sabe qué.

jueves, febrero 15, 2007

Lo último de los Carnavales de Santa Cruz

No contentos con la última decisión judicial de levantar la suspensión cautelar de las celebraciones, so pretexto del Juez de que, tal asunto, era “cosa juzgada”, el Alcalde decidió señalar con el dedo acusador a los vecinos vencidos y humillarlos hasta la saciedad. Arropado por el clamor populachero, ha querido que las víctimas queden como unos malos y quisquillosos vecinos. Ya llovía sobre mojado pero daba igual; para ellos eran pocos y cobardes y esas rebeliones conviene aplastarlas, máxime con elecciones a la vista. El Parlamento Bananero se ha pronunciado; ha venido ha decir que ellos son los caciques que mandan y que la Isla es suya. Eso es lo que subyace tras el acuerdo unánime de no aplicar las normativas de calidad acústica para eventos excepcionales como este.

No sé si Tenerife es España o no, pero no es Europa. No me aterra el hecho de que se hayan salido con la suya, sino las formas de hacerlo. Es esa insensibilidad ante la desgracia de una débil minoría, víctima de un ultraje inmerecido. Es la falta de civismo promovida desde el propio Ayuntamiento que sólo mira los intereses de unos pocos abusones y el favor de una morralla vociferante. La separación entre los tres poderes no existe porque ellos han dicho que al ser unánimes son los que mandan, que ya han doblegado a la tímida justicia y que las leyes no son de aplicación gracias a sus “excepcionalidades” porque las calles son suyas, y los vecinos qué se aguanten. Que ellos legislan, juzgan y ejecutan.

Pero los caciques de la tribu no han querido mostrar un mínimo de compasión, de la misma manera que el populacho chicharrero tampoco ha sido tan “romántico” como para dar emoción a la cosa. El carnavalista de a pie piensa que, por ser más numeroso, tiene derecho a pisotear derechos ajenos, a abusar de su posición ventajosa imponiendo su propia Ley del Ruido. Mientras en alguna pancarta podía leerse, “Al que no le guste el Carnaval de Santa Cruz que se joda”, el Alcalde se unía a los incívicos no con mucho más decoro. Decía que era un atrevimiento hostil por parte de los vecinos el ir a la Justicia en lugar de al “dialogo”, como si fuésemos tan ingenuos y pensáramos que no lo intentaron primero por las buenas en años anteriores.

Pero la cosa no ha acabado ahí. El Alcalde ha venido a decir que el ruido tiene carta blanca durante estas fechas. Reconoce que, incluso eliminando los equipos amplificadores de sonido presentes en los garitos, los niveles de ruido iban a seguir estando por encima del límite de los 55 decibelios. Ganada la batallita, los “valientes” del Consistorio pasan a la estrategia de a-barco-hundido-cañonazos. De esta manera prosigue el Alcalde con el recochineo y añade que, por tanto, le va a dar igual que sean 56 o 200 los decibelios, que no va a acotar los itinerarios de las profesiones, ni establecer horarios, ni controlar nada, que los insidiosos vecinos han quebrantado tantos tabúes que merecen un castigo ejemplar.

Así es como se las gastan nuestros crueles gobernantes con los ciudadanos, consumidores y vecinos que luchan por mejorar su calidad de vida, por defender sus derechos o por poder dormir en sus propias casas. A la razón responden con represión estos matones, ¿Queda claro?

Perdón, ya no volveremos a osar enfrentarnos a los intereses políticos aunque nos vaya la vida en ello. Hemos cometido un terrible error al creer que la Justicia debía ayudarnos. No volveremos a hacerlo porque no vale la pena. Hemos quedado mal y no hemos conseguido nada.

martes, febrero 13, 2007

In dubio pro fumo: cajeros automáticos

Conforme los diferentes estados iban redactando leyes encaminadas a restringir el consumo de tabaco en lugares cerrados, la Industria Tabaquera tenía que neutralizar los ataques legales de los Estados con su mejor antídoto: la confusión.

No hay nada más fácil y rentable para la Industria que sembrar dudas. Ello es posible porque es precisamente lo que el fumador quiere oír: Que el fumar no es tan malo, que hay cosas peores y que no molesta tanto a otros como dicen algunos exagerados. El fumador profesa la moral del débil y sobrevive anímicamente a base de autoengaños y con el consuelo de la inevitabilidad. Gracias a su conformismo patológico da por hecho que todo está bien con su vicio porque es consecuencia del libre albedrío, que no vale la pena dejar el hábito que le hace toser porque la mayoría no lo consigue o es demasiado sacrificado, que además se va a morir de todas maneras, que le haría un flaco favor al Estado y a los estanqueros y sepultureros a quienes dice emplear, que el vicio es algo natural e inherente al ser humano, que a lo mejor si fuma sólo 12 cigarros al día en lugar de 15 ya no le perjudica en absoluto, que es posible que fumar tenga beneficios porque no hay mal que por bien no venga etc.

La pertinaz confusión que arroja el texto de la Ley 28/2005 y su tímida aplicación, no nos molestaría si los ansiosos fumadores hubieran seguido practicando su vicio a toda costa pero sin molestar a los que no fumamos. Pero, generalizando, no es así.

La nicotina hace estragos en la conciencia, en la dignidad y en la entereza de una persona. El síndrome de abstinencia muestra lo peor del ser humano en su relación con otros seres humanos diferentes a él –que no fuman-, hace que aflore en ellos ese autodestructivo y a la vez destructor alter ego por muy maravillosas personas que sean.

Dada la debilidad que sufre el adicto, su proclividad a la infracción no se puede aplacar fácilmente si no se es claro y firme. Nuestros hermanos italianos comprendieron desde un primer momento que, por lo general, el fumador, cuando saca su cigarro no lee leyes, no ve señales, es duro de oído cuando es advertido, es despistado y es olvidadizo. Pese a la superior dureza del texto italiano, allí la norma es el cumplimiento de su ley. Aquí la norma es el incumplimiento de la nuestra.

Con esto, la penosa situación del no-fumador en las ciudades tiene su consecuente reflejo en el mundo rural, en esos pueblos de la España profunda que están lejos de las grandes capitales. Ahí la cosa es incluso peor. Es el caso de los cajeros automáticos en cuya entrada parece que está feo o prohibido colocar un cartel de “Prohibido fumar” o de “Espacio sin humos”.

En los pueblos, las policías locales dicen que gracias a Dios no han recibido aún orden o instrucción alguna para hacer valer el cumplimiento de los preceptos de la Ley Antitabaco. Tampoco esperan recibirla de manera inmediata, por fortuna. Como quiera que sea, lo más prudente para ellos es abstenerse de llevar a cabo proezas apagando cigarros. Dicen los jefes de Policía Local que eso es cosa de los bomberos, de la benemérita, del ejército o de los GEO, pero nunca de su competencia o de su incumbencia.

Era fácil de prever que cierto cajero de cierto pueblo se hubiese convertido en el cobijo de los fumadores frioleros y temerosos del cáncer de piel en días soleados. La ubicación se presta a ello, sobre todo si tenemos en cuenta que está en frente de un bar de tapas y al lado de una sala de juegos de azar. En este caso, al no haber cartel, pero sí una papelera con cenicero, no es que no se le disuada al fumador en su objetivo. Más bien es que se le tienta, se le invita. Esto para un fumador de pueblo equivale a una obligación por ser algo irresistible. Si el cenicero se ve desde el exterior del cajero parece que donde esté prohibido fumar sea en la calle, y que sea un crimen capital no fumarse un pitillo mientras se realiza una consulta de saldo.

A ver si se dejan ya de estupideces los mismísimos directores de sucursal y cumplen con su deber: poner de manera clara y visible el cartel de prohibición y retirar esos serviles ceniceros. Ahí sólo se entra para sacar dinero, no para fumar ni para que te líen la de San Quintín ahumando una cabina acristalada aprovechando que no tiene ventilación. Si se niegan a colocar los hostiles carteles de “Prohibido fumar”, por lo menos podrían instalar unos extractores de aire para que no nos asfixiemos. Tienen cámaras de seguridad que graban todo lo que allí sucede; qué no me digan que no saben si allí se fuma o no, como si a estas alturas hiciese falta una comprobación fáctica. Por favor…

domingo, febrero 11, 2007

La sordera que produce el ruido

He tenido la oportunidad de leer en la edición del 9 de Febrero del Metro Canarias un artículo de opinión de José H. Chela titulado “Decibelios”, en referencia a la suspensión cautelar de la celebración de los carnavales de Santa Cruz. Sé de primera mano lo que es soportar en tu propia casa niveles de ruido inadmisibles pero es obvio que no es el caso de este periodista. El hecho es que me indigna la frivolidad populachera con la que aborda este tema. Está claro que es docto en como decirle o gritarle a la gente lo que quiere oír. Sin embargo, no parece conocer en profundidad la naturaleza del asunto en cuestión; sólo esgrime un simplista argumento que pone de manifiesto una visión superficial y una absoluta falta de empatía para con los auténticos afectados.

El ocio es algo alternativo. Si yo no puedo divertirme y disfrutar de una manera en un momento y lugar concretos lo haré en otros o de otras maneras. En cuanto al derecho al descanso y a la intimidad, sólo tengo una casa que es el único lugar en el que están asegurados mis derechos en virtud de la inviolabilidad de mi domicilio y, salvaguardados, del jolgorio propio de las convenciones sociales.

Es posible que la gente necesite de la purificación de todo extremismo vehemente que le ofrece el carnaval a modo de catarsis. Comprendo que no se puede ser un aguafiestas y pretender que la mayor parte de la masa popular permanezca impasible ante el rito dionisiaco. Sin embargo, puede haber gente a la que no le apetezca participar de la fiesta hasta altas horas de la noche durante diez días seguidos en su propia casa, por mucha tradición que tenga toda una institución como es el carnaval.

Para desgracia de H. Chela, los tiempos han cambiado. Hoy en día, la aglomeración en las superpobladas ciudades, unida al no siempre deseable desarrollo urbanístico, industrial y tecnológico, hace que entren en conflicto derechos y libertades por culpa del ruido. Además, la sociedad evoluciona y demanda una cada vez mejor calidad de vida que incluye un medio ambiente digno, de tal manera que el derecho y sus fuentes se van acomodando poco a poco a tales exigencias. Es una sencilla cuestión de progreso social y su adaptación a las nuevas circunstancias de hecho, no sólo de civismo impuesto. Así por ejemplo, se ha reconocido la existencia de la contaminación acústica como realidad incuestionable. Por ello, se están confeccionando mapas de ruido por toda la geografía española con un objeto: proteger el derecho a la intimidad, al medio ambiente digno -e incluso la salud- de los ciudadanos.

En este caso, el Juez podrá o no podrá “impedir que la gente se eche a la calle”. Tampoco creo que sea su intención imponer un toque de queda. No obstante es una decisión valiente y ejemplar que abre las puertas a la búsqueda de una solución para los vecinos afectados por el ruido. Ahora es el deber del ayuntamiento velar porque se respete el espíritu de la decisión judicial más allá de intereses electoralistas.

En cuanto a lo de que “treinta o cuarenta personas con guitarras, tambores, maracas y demás, cantando a grito pelado, generan, estoy seguro, muchos menos decibelios que un chiringuito estudiantil con un pedazo de equipo reproductor”, eso estaría por ver. Según las zonas y las horas del día eso puede suponer una molestia inaceptable o no. En cualquier caso, además de eliminar los perniciosos chiringuitos estudiantiles con aquellos equipos musicales y sus exageraciones volumétricas, habría que acotar con garantías las zonas y los horarios de actuación de esas parrandas carnavaleras. De otra manera, es lógico que sólo se permita la celebración del carnaval si es trasladado a las afueras o a un recinto ferial.

Por otra parte, no me parece acertado comparar las molestias del carnaval con las de las obras municipales, -taladros y maquinarias pesadas-. No siempre se pueden comparar ni por horarios, ni por magnitud, ni por grado de necesidad o inevitabilidad. No obstante, me parecería normal, hasta loable, que se denunciasen los ruidos y las molestias que producen esas obras de acuerdo con los supuestos que contemple la Ley.

A estas alturas me sorprende que aún haya periodistas que traten de ganarse el favor de los lectores justificando las actitudes incívicas propias de la cultura del abuso. Que lo hagan sólo porque sean asimiladas por la comunidad y el perjuicio sobre una minoría no merezca atención por una mera cuestión de sacrificio, por una razón numérica. Todo ello mientras se sigue usando como reclamo el infantil pregón del “prohibido prohibir”.

viernes, febrero 09, 2007

Fumadores, motos, tolerancia y civismo

Recientemente, he podido conocer a alguien que asegura pertenecer a una asociación antimotera y a un club de fumadores. Este esclavo del cigarro, dice ser consecuente con su forma de pensar. Partiendo de ciertas ideas preconcebidas, llega a la conclusión de que el gobierno debería prohibir las motocicletas antes que esforzarse en regular el consumo de tabaco.

No es de extrañar, es algo muy frecuente entre los enganchados al cigarro. No tanto lo de odiar las motos sino lo de perder capacidad crítica a causa del susodicho. Este en concreto parece que además, por prejuicio y desconocimiento, ha caído víctima de la moto-fobia. Este género de personas vienen a decir: “¡Oh, qué miedo! los motoristas. Esos parias del tráfico rodado. Esos enloquecidos tan amantes de la conducción temeraria a lomos de esa máquina infernal, con ese desprecio tan descarado por la vida propia y ajena. Las motos, qué vehículos tan ruidosos, egoístas y sanguinarios. Qué maleducados y molestos son esos niñatos gamberros, cuando cada vez que nos paramos en un semáforo en rojo, se colocan adelantados a ambos lados de nuestro coche, cual moscas cojoneras. Son sin duda los michelines que le sobran al tráfico rodado…”

Cierto es que el número de fallecidos en accidentes de motocicletas y ciclomotores es mayor, pero también es cierto que estos conductores no suelen morir por culpa de otros motoristas.

La moto en sí, dada su poca masa, es en caso de colisión un elemento menos peligroso para la integridad física del conductor de coches que otros vehículos más pesados u otros obstáculos presentes en la vía pública. El conductor responsable no es necesariamente más temerario por el simple hecho de ir en moto. Todo lo contrario, asume más riesgos de modo que, en caso de caída o colisión, se atiene a peores consecuencias que si sufre un accidente en coche. Por tanto, conducirá de manera más atenta y respetuosa por la cuenta que le trae.

En otras palabras, lo que eleva la estadística de fallecimientos entre los motoristas es la menor seguridad pasiva inherente a la naturaleza de estos vehículos. Pero en términos objetivos, la motocicleta constituye una amenaza mucho menor para otro tipo de vehículos; es decir, su peligrosidad activa es menor. De hecho, los vehículos de dos ruedas pagan un mayor precio en el seguro, no porque constituyan un enorme peligro para terceros, sino por su propia fragilidad relativa con respecto a ellos.

Entonces, podemos ver como se aplica un baremo estadístico ventajoso para el resto de vehículos. Pues apreciamos como los seguros de motos reciben un recargo extra para compensar el coste de los daños causados por otros vehículos o elementos de la calzada y, por tanto, injusto para los motoristas.

La integridad física de un motorista depende en gran medida del respeto con la que los demás conductores se comporten en el espacio vial común, pero viceversa tal dependencia no existe en la misma medida. En tal caso, podemos concluir que, de alguna manera, las compañías aseguradoras en España penalizan económicamente a los usuarios moteros de la vía pública en base a su propia fragilidad. Con ello, obtienen una compensación económica que les permite ofrecer un trato de favor a los vehículos más pesados y, por tanto, de mayor peligrosidad activa.

En definitiva, parece concedérsele más crédito social al conductor que va en coche por algo que no depende de él. Es decir, no se valoran actitudes individuales sino consecuencias estadísticas de actos ajenos.

Curiosamente, no termina de ocurrir lo mismo con los fumadores, a quienes que se les sigue dispensando una protección prácticamente incondicional independientemente de sus contratiempos estadísticos. Máxime cuando dependen de ellos mismos para infligir daño o no en la salud de terceros -además de otras molestias-. Por el contrario, justifican su mala educación generalizada, al fumar en sitios en los que no deberían, con la “tolerancia” de nuestra sociedad.

La buena educación vial es algo que todos los usuarios de la vía pública pueden asimilar por igual. El concepto pasivo de tolerancia, no juega ningún papel en el buen discurrir del tráfico rodado, sólo lo hace la conducción respetuosa. Cada conductor ha de ser conocedor no sólo de la peligrosidad activa inherente a su vehículo, sino sobre todo de la fragilidad de los vehículos que poseen menor seguridad pasiva. En un sencillo ejercicio de empatía, podemos comprender por ejemplo, que no debemos pasar a alta velocidad a menos de metro y medio de una bicicleta.

Los conductores no han de ser tolerantes o no con las motos, sino que el respeto mutuo es el que debe primar. De la misma manera que el conductor debe conducir con precaución para evitar atropellar a terceros, el fumador debe fumar con precaución, es decir, nunca en lugares cerrados o concurridos donde pueda dañar o molestar a otros.

La comprensión de estas comparaciones –y de las de otros artículos anteriores-, es la que nos puede dejar una idea clara del concepto de civismo, basado en el respeto a lo ajeno, y su importancia fundamental a la hora de juzgar la necesidad por parte del Estado de regular derechos y libertades.